Niños del hombre (2006)


Children of menChildren of men (2006)
Dir. Alfonso Cuarón | 105 min | EE.UU.

Intérpretes:
Clive Owen (Theo Faron)
Julianne Moore (Julian Taylor)
Michael Caine (Jasper Palmer)
Chiwetel Ejiofor (Luke)
Charlie Hunnam (Patric)
Claire-Hope Ashitey (Kee)

Estreno en Perú: 18 de enero de 2007

Es el año 2027, el Apocalipsis se ha desatado para toda la humanidad debido a una extraña plaga que le ha arrebatado el don natural de la reproducción apenas comenzado el siglo. Es acaso el corolario de la desintegración acelerada de la civilización en el cual el ignoto Theo (Owen) tendrá entonces que asumir el reto mayor cuando se le revele la posible única esperanza del hombre. Relato incesante bajo la estructura del thriller que el director Cuarón asume con no pocos riesgos. Un ambicioso proyecto de ciencia ficción de aparente corte socio-político que consigue mantenernos atentos al peregrinaje que el protagonista efectuará como patriarca de aquellas historias del antiguo testamento, como sacrificado participante de un plan mayor. Referencia épico-religiosa que es la que más se acerca al espíritu del film.

Children of men

Asentado ya en los predios del cine de gran presupuesto es que el director mexicano ha podido asumir la realización de este film oscuro pero de aliento espectacular. Nos encontramos en el depresivo y más que eso mortecino ambiente de un Londres contagiado por el inevitable caos reinante: la infertilidad, la lucha por los derechos de las minorías (en este caso la multiplicación de inmigrantes huyendo de mayores horrores) desembocada en actos terroristas (acaso nada distante de la realidad actual). El mundo despierta entonces con la noticia de la violenta muerte de la persona más joven del mundo (sentida peor que la de Lady D) y así como reportaje a la decadencia del imperio humano es que se define el estilo con el que transcurrirá la intriga en la que se verá involucrado el protagonista cuya pesadumbre y robotización asemejan mucho a los de la civilización deshumanizada de Blade Runner.

Theo es la proyección misma de la humanidad sucumbida ante sus propios infiernos traídos a tierra y de los cuales no ha podido hallar remedio ni con los más sofisticados métodos (las alusiones a los avances tecnológicos han sido dejados de lado casi en su totalidad). Vemos entonces un Londres descendido del primer al último escalón (con mototaxis incluidos), el totalitarismo imperante como agónico grito de orden y los paisajes británicos más fríos que nunca (la foto obra de Emmanuel Lubezki), visión que parece hasta ese momento mantenerse férrea al pesimismo. Pero esta película se habrá de transformar más bien en todo lo contrario. La aparición de la embarazada Kee (o key de plot) convertirá a Theo en portador de un nuevo mensaje de esperanza en el cual ni el mismo creerá en un primer momento y de ello se encargará el film a partir de entonces, de un largo viaje o escape a donde el milagro habrá de surgir para bendecir a los hombres con la posibilidad de una segunda oportunidad.

Children of menLa dimensión mesiánica del film adquiere proporciones impresionantes. Acaso si la huída de Theo y Kee asemeje no sólo a la de tantos buscadores de la tierra prometida en el Pentateuco sino sobretodo a la de José y María, verdadera odisea que los llevará a enfrentar a todos los intereses creados de sus semejantes alrededor de su inesperada condición. La película es condicionada para ello en encadenar una serie de elaborados planos-secuencia a lo largo del metraje. Así contemplamos el transcurrir de la huída entre largas secuencias espectaculares y otras necesariamente explicativas. Cuarón se esfuerza más que nunca en ellas y el resultado es muy logrado. Tal vez dentro las explicaciones tengamos como lastre las secuencias que involucran al personaje de Jasper interpretado por Michael Caine (al menos antes de que estalle la persecución), el cual resulta un poco disforzado en su cinismo y humor pero cumple en su rol de servidor (el primero de varios) a la causa que desesperadamente se entregará Theo sólo, contra el mundo derrumbándose.

La imagen de este héroe desconocido de su tiempo y su santa en peligro nos es entregado en momentos notables como la emboscada en bosque, la huída del refugio de los terroristas y especialmente en dos complejas y acrobáticas secuencias. Primero el penoso ingreso al ghetto en el que la película nos convierte testigos de la penosa y dura antesala al nacimiento de ese toque de gracia divina allá en un sórdido y mísero rincón como nuevo pesebre escondido de la mano del poder y la corrupción humanas. Y el segundo, acaso poderoso clímax del film, es la batalla en mismo “territorio comanche” donde se ejecuta con absoluta vehemencia un extraordinario plano-secuencia con la cámara acompañando a Theo en su desesperada búsqueda en medio del sonido y la furia con los gritos de guerra de hombres y proyectiles (compañeros inseparables de estos tiempos), el cual se verá de repente interrumpido por el llanto inocente reclamando más que la comunión de las almas pérdidas, ilusión salvajemente frustrada ante el demonio de la destrucción haciendo su trabajo. Momento poderoso que nos convence de las dotes de cineasta del mexicano quien debe de sentirse satisfecho con este trabajo probablemente el mejor que ha realizado hasta ahora. Su viaje por el mañana ha sido devastador pero nos ha dejado vislumbrar la siempre latente posibilidad de otro, acaso como el que contempla Kee aparecer de entre la bruma. Un filme que sin llegar a las alturas cumple a cabalidad con sus propias expectativas.

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