Taxi Driver (1976)


Dir. Martin Scorsese | 113 min. | EE.UU.

Guión: Paul Schrader

Intérpretes: Robert De Niro (Travis Bickle), Cybill Shepherd (Betsy), Peter Boyle (Wizard), Jodie Foster (Iris Steensma), Harvey Keitel (‘Sport’ Matthew), Leonard Harris (Senador Charles Palantine), Albert Brooks (Tom)

Travis Bickle es un licenciado con honores de la infantería de marina, que sirvió en Vietnam. Esto contextualiza el filme en el escenario postbélico estadounidense de los 70. Destaca el fuerte contraste entre la violencia urbana neoyorquina que percibe el protagonista central del filme, en una emblemática interpretación a cargo de Robert De Niro, y el discurso a favor del autogobierno democrático que propone el candidato presidencial Palantine. No hay en Scorsese la intención de promover la violencia fascista, pero sí de dejar un testimonio de cómo los Estados Unidos tienen como base de su sistema político y social unos desbocados impulsos agresivos.

No estoy muy seguro de qué es lo que no me agrada de esta famosa película. Quizás esté ya inmunizado por Tarantino, con su enfoque lúdico, cínico y pretendidamente inocente de la violencia; sin embargo, es claro que su obsesión con ésta no puede entenderse sólo desde la óptica de su talento individual, sino como una manifestación, un involuntario epifenómeno de esas oscuras tendencias agresivas que subyacen en la vida política y social en los Estados Unidos (los documentales de Michael Moore son reveladores al respecto.)

Y, de hecho, el punto de vista de Scorsese no busca esconder el fenómeno (tal como lo hace el director de Tiempos violentos), sino que lo plantea y enfrenta con total franqueza. En ese sentido, destaca el fuerte contraste entre la violencia urbana neoyorquina que percibe el protagonista central del filme, Travis Bickle (en una emblemática interpretación a cargo de Robert De Niro) y el discurso a favor del autogobierno democrático que propone el candidato presidencial Palantine (Leonard Harris). Ciertamente, esta contraposición va más allá del mero contraste, ya que luego veremos cómo la violencia es parte consustancial del sistema; cuando Bickle obtiene el reconocimiento social a costa de masacrar a tres fulanos en el clímax de la película, llegando él mismo a poner en riesgo su propia vida. Un aquelarre autodestructivo, por cierto, ya que no le alcanzaron las fuerzas para suicidarse, lo cual se simboliza en la famosa imagen de De Niro con la mano ensangrentada “disparándose a la cabeza”. El mensaje parece ser que sólo mediante la violencia –individual y anárquica– se puede “hacer justicia”. La vuelta a la “normalidad” sólo es posible luego de una sangrienta “purificación”, filmada por Scorsese mediante ese ominoso travelling cenital que luego va recorriendo las señales de sangre y muerte por los pasillos y escaleras hasta las atribuladas calles de Nueva York. Es más, ésta parece ser la única forma de conseguir que la chica que te gusta, te haga caso; e, incluso, que puedas darte el lujo de despreciarla. Quizás lo que me molesta un poco de todo este planteamiento sea que tanta violencia se reduzca a un tema de seguridad ciudadana, parcialmente resuelto por el ex alcalde Rudolph Giuliani; y si, por tanto, hoy en día sería posible una NY nocturna tan peligrosa como se muestra en el filme.

Naturalmente, hay otro importante nivel de significación, apoyado en la banda sonora del siempre eficaz Bernard Herrmann, en su último trabajo para el cine. Una partitura jazzística a cargo de un despreocupado saxo que pronto se oculta tras unos estremecedores acordes que sugieren, de un lado, el nexo entre el protagonista y los peligros que encierra su medio y, de otro, la creciente ira con que Bickle introyecta lo que ve en las calles y lo transforma en un deseo nihilista por “barrer con toda esa basura” y lanzarse a una orgía de violencia y muerte. Es decir, que esta música articula (y anticipa) tanto el factor ideológico señalado más arriba como los elementos personales del protagonista, que reseñaremos a continuación.

En su entrevista para conseguir trabajo como taxista nos enteramos que Travis Bickle es un licenciado con honores de la infantería de marina y sirvió en Vietnam, tema que luego reaparecería en algún discurso del candidato al que finalmente le agarra ojeriza nuestro héroe. Esto obliga a contextualizar el filme en el escenario postbélico estadounidense de los 70. No está claro, sin embargo, cuánto influye este factor en el hecho de que el limitado protagonista vaya adoptando gradualmente un comportamiento sicótico y hasta paranoico. Estos rasgos son los que han dado fama al personaje y a la película, y constituyen uno de sus grandes atractivos; debo decir, sin embargo, que lo que funciona aquí es el atractivo y fascinación por el mal. Incapacitado para desarrollar relaciones sociales con sus colegas taxistas y con el par de mujeres con las que llega a interactuar, Bickle se prepara para una guerra privada que sería quijotesca si es que no dejara testimonio de sus pulsiones (auto)destructivas; las que lleva a cabo de manera planificada y, en medio de todo, eficaz. Muchos lo ven, por tanto, como un neonazi con una visión del mundo nihilista y reducida a los espacios que el filme muestra. Explicaciones mayores (o más “profundas”) se atribuyen al contexto postbélico referido más arriba. No obstante, el personaje también hubiera funcionado como un producto de la propia fauna nocturna neoyorquina.

El desenlace unifica tanto los componentes externos como internos que componen al personaje principal. En cuanto a sus relaciones con el entorno, vemos que los medios de comunicación –fieles a sus códigos– lo convierten en un héroe urbano, que libera a una inocente niña (Jodie Foster) de las garras de la prostitución. En lo referente a su relación consigo mismo, vemos finalmente a un personaje seguro de sí cuyo ambiguo rechazo a Betsy (Cybill Shepherd) no nos dice mucho del sentido de su transformación personal; es decir, si se trata de un crecimiento, un estancamiento o una involución emocionales. Por tanto, al final nos quedamos con la imagen de un asesino sicótico que toma la justicia por sus propias manos; un antihéroe que, sin embargo, no ofrece una real solución a cómo enfrentar o manejar la agresividad en el contexto propuesto, salvo la de ejercerla como en la época del salvajismo. Finalmente creo que esto es lo que más me molesta del filme.

No hay en Scorsese la intención de promover la violencia fascista, pero sí de dejar un testimonio de cómo los Estados Unidos –a pesar de presentarse como la quintaesencia de la civilización occidental– tienen como base de su sistema político y social unos desbocados impulsos agresivos; los que, por otra parte, se exhiben en otras obras artísticas como Apocalypsis Now, Cabo de miedo, Pandillas de Nueva York, Nacido para matar, Elephant, por mencionar sólo las primeras que vienen a la mente. En todos estos casos nos quedamos atascados en este pesimista callejón sin salida.

No vamos a repetir aquí las justificadas alabanzas a la actuación de De Niro, la oscura fotografía de Chapman o el eficaz mecanismo del guión producido por Paul Schrader. Estamos muy molestos para ello.

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5 respuestas

  1. […] notable trabajo actoral. Ben Foster compone un personaje que recuerda vagamente al memorable rol de Robert de Niro en Taxi Driver; pero sin la espectacular tensión expresionista que domina al personaje de Scorsese, sino más […]

  2. […] año. Ahí podemos revisar algunos Oscar escandalosos, como el de 1976 cuando Rocky le ganó a Taxi Driver, o el del 41 cuando ¡Qué verde era mi valle! se impusó a El Ciudadano Kane, pero también otros […]

  3. Avatar de roy
    roy

    Una película muy buena, aunque a muchos les moleste la verdad cruda que muestra.

  4. Avatar de elfunambulo.blogspot.com

    Si bien la violencia es un tema importante en Taxi Driver, éste es derivado. Me explico. Creo que Taxi Driver trata principalmente de la socialización, y de la poca capacidad de la sociedad-ciudad para revertirla. Debido a este fracaso en el proceso de socialización, es que surge la violencia, e incluso se ve incrementada por por la ciudad y sus creaturas. Travis es un ser solitario (come solo, y cuando lo hace con compañía, apenas habla), se ve facinado por la propaganda (en este caso política), es asexual (por más que se relaciona con dos chicas, no muestra un deseo) e incluso infantil (maniobra las pistolas en su casa como si fuesen juguetes). No tiene ni idea de cómo conectarse, y es a partir de ahí en donde surge el conflicto, que degenera en violencia, y se ve estimulada por el escenario lumpen de las calles neoyorkinas. No se retrata la violencia de la ciudad, creo que Taxi Driver retrata la violencia del hombre.

  5. Avatar de Lourdes Vásquez
    Lourdes Vásquez

    Taxi Driver es un asco.

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