Finalizó el 8° Buenos Aires Rojo Sangre, festival que se me vino inesperadamente y al cual terminé encariñándome. Si bien había estado en el BAFICI a principios de abril, el BARS me tocó más hacia lo emocional. Y es que las películas que vi en este festival me causaron reacciones extremas: las amé (Filmatrón, We are the Strange) o las detesté (Snuff 102). Nunca pude irme con ese horrible sentimiento de indiferencia, aquel sentimiento que no te dan ganas de comentar (ni de postear). Incluso, algunos terribles errores de proyección (repetición de rollo en Guerreros del viento, VCD (¡!) rayado en Wonderful Days, volumen demasiado alto en varias ocasiones, etc.) y el formato ultra independiente y sencillo del festival (entre las fotos miren la caja de votos y mi credencial sin apellido) hicieron de esta una experiencia más íntima e interesante.

Sin embargo, nunca le perdonaré al jurado el no premiar a la marvillosamente extraña We are the Strange de M dot Strange (valga la triple redundancia). Por otro lado, una pequeña recomendación que le daría a los organizadores sería la de preocuparse más por la calidad que por la cantidad de largometrajes nacionales proyectados. La pasé muy mal (pero riéndome de incredulidad) viendo ese insoportable video amateur de YouTube disfrazado de un largometraje llamado El intruso. Aprendí que es posible hacer hacer absolutamente todo mal en una sola película, pero aún no entiendo como aquella película pasó por si quiera el mínimo criterio de selección.

De todos modos, gracias a los organizadores del BARS por ofrecernos ese cine que no nos muestran en otros festivales (como lo dice el afiche promocional), ¡fue muy refrescante! Acá les dejamos las fotos de lo que fue aquel festival, esperaré muy ansioso la siguiente edición.