Balance 2007, según Gabriel Quispe


Cartelera comercial

1. Escondido, de Michael Haneke
2. El custodio, de Rodrigo Moreno
3. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck
4. La reina, de Stephen Frears
5. Díptico La conquista del honor / Cartas de Iwo Jima, de Clint Eastwood
6. El espíritu de la pasión, de Kim Ki Duk
7. Secretos íntimos, de Todd Field
8. La venganza de Alexandra, de Rolf De Heer
9. La lista negra, de Paul Verhoeven
10. Zodiaco, de David Fincher

Lo peor: el «tratamiento regional» de censura a La mujer de mis pesadillas, de los hermanos Farrelly.

Circuito cultural (incluyo un extraordinario mediometraje de Stan Brakhage)

1. Léolo, de Jean–Claude Lauzon
2. The Act of Seeing with One’s Own Eyes, de Stan Brakhage
3. Santiago, de Joao Moreira Salles
4. Ponette, de Jacques Doillon
5. Hamaca paraguaya, de Paz Encina
6. El violín, de Francisco Vargas
7. Anatomía del infierno, de Catherine Breillat
8. El teniente corrupto, de Abel Ferrara
9. El otro, de Ariel Rotter
10. Una novia errante, de Ana Katz

Los enormes vacíos del panorama comercial siguen siendo compensados en parte por este circuito, cuyos antiguos exponentes ya son conocidos por los cinéfilos (El Cinematógrafo, CCPUCP, U de Lima, San Marcos, Cayetano Heredia, CAFAE, CC de España, Alianza Francesa, entre otros), al que se sumó con bríos la Universidad César Vallejo, filial Los Olivos, con el cine club Mal de Ojo.

También hay que resaltar la serie de festivales y muestras que se realizaron a lo largo del 2007 en varios puntos del país.

Cine peruano

Más que un filme en particular, lo destacable del año es la mejoría institucional del Consejo Nacional de Cinematografía (Conacine) y el crecimiento global del cine regional. Entre los pocos largometrajes estrenados comercialmente, La Gran Sangre, de Jorge Carmona, fue la peor expresión de nuestro cine, con un «entretenimiento» tan costoso como ramplón, y carente de una mínima consistencia narrativa. En las antípodas presupuestales, es evidente que la producción regional todavía está gestando su expresividad, en la cual el indescriptible filme Encuentro de dos mundos, del cajamarquino Héctor Marreros, demostró que la farsa desembozada puede ser un bumerang letal.

Conacine volvió a contar con una presidencia oficial, que recayó en quien venía asumiéndola de forma interina desde principios de año en su calidad de vicepresidenta, la sonidista Rosa María Oliart.

Con insistentes gestiones, la entidad logró incrementar su presupuesto, para el año 2008, de poco más de 800 mil nuevos soles a 2 millones 800 mil. Es decir, tres veces y media más que antes, aunque aún no llega ni a la mitad de los 7 millones que manda la ley. También consiguió en Ibermedia importantes recursos para un grupo de producciones peruanas en proceso de realización.

El ente rector tiene ahora mayor iniciativa, ha mejorado sus vínculos con el Estado y la propia comunidad cinematográfica. Incluso, el martes 11 de diciembre, Oliart y otros miembros de Conacine expusieron el plan 2008 ante más de treinta cineastas, en una reunión convocada por la Sociedad Peruana de la Industria Audiovisual (SPIA), en la que participaron igualmente representantes de la Asociación Peruana de Productores Cinematográficos (APCP).

Las condiciones están dadas para que en el 2008, y en especial en el 2009, cuando se cosechen los frutos del presupuesto aumentado, el cine peruano avance, por lo menos ligeramente, en su difícil desarrollo.

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