Festival de Lima 2008: La Zona (2007)


cartel-la-zona Dir. Rodrigo Plá | 97 min. | México – España

Intérpretes: Daniel Giménez Cacho (Daniel), Maribel Verdú (Mariana), Alan Chávez (Miguel), Daniel Tovar (Alejandro), Carlos Bardem (Gerardo), Marina de Tavira (Andrea), Mario Zaragoza (Comandante Rigoberto), Andrés Montiel (Diego) y Blanca Guerra (Lucía).

Desde un punto de vista meramente ideológico –y descontextualizado de circunstancias de lugar–, La Zona empieza allí donde dejamos a Tropa de élite. Mientras que la cinta brasileña propugna la acción de grupos paramilitares para frenar la violencia en las favelas de Rio de Janeiro, esta película mexicana critica esa misma opción, aunque proyectándola a una situación hipotética posterior. De esta forma, La Zona viene a ser –en este sentido– una continuación de Tropa de élite y, al mismo tiempo, una crítica a un aspecto central de su enfoque ideológico.

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Desde un punto de vista meramente ideológico –y descontextualizado de circunstancias de lugar–, La Zona empieza allí donde dejamos a Tropa de élite. Mientras que la cinta brasileña, propugna la acción de grupos paramilitares para frenar la violencia en las favelas de Rio de Janeiro, esta película mexicana critica esa misma opción, aunque proyectándola a una situación hipotética posterior. Es decir, ¿qué ocurriría si los «niños bien» aceptaran los consejos de la BOPE carioca y dejaran de consumir drogas y se replegaran de sus actividades humanitarias en las favelas? Posiblemente, pareciera sugerirnos –siempre hipotéticamente– el director mexicano Rodrigo Plá, se llegaría a una situación en que estos sectores se amurallarían y encerrarían en unos condominios denominados «La Zona». Y a su interior reproducirían el tipo de pensamiento que propugna el capitán Nascimento; es decir, que ante la corrupción (e inacción) policial es necesario armarse y enfrentar directamente a la delincuencia, tomándose la justicia por la propia mano y bajo la regla del «ojo por ojo, diente por diente». De esta forma, La Zona viene a ser –en este sentido– una continuación de Tropa de élite y, al mismo tiempo, una crítica a un aspecto central de su enfoque ideológico.

Hay, sin embargo, una gran diferencia entre ambas cintas. Y es que la brasileña describe un fenómeno social más real que La Zona, la cual tiene un componente mucho mayor de ficción que la película de Padilha, lo cual hace que ésta última tenga un mayor impacto de público y no sólo en Brasil, por cierto. No obstante, la ventaja del filme mexicano es que tiene una intención distinta, la de ser una alegoría sobre la sociedad que se modela en el espacio urbano que se describe, y, en ese sentido, La Zona ofrece una perspectiva mayor (y menos ceñida a la circunstancia específica) del trasfondo social que está detrás de los fenómenos de violencia urbana en América Latina.

la_zona-01En efecto, esta película muestra un condominio cerrado no sólo por altos muros, sino por un cerco perimétrico eléctrico y con cámaras de televisión, donde viven familias ricas, rodeadas por una extensa colonia adyacente y temerosa del ataque de la delincuencia procedente de este barrio pobre en México. Estos espacios marcan un abismo social, aunque el filme se focaliza la mayor parte del tiempo en el condominio, con ocasionales incursiones a sectores populares y la estación de policía. Y pese a la profunda separación de clase, se presentan –como también ocurre en Tropa de élite– nexos entre ambos mundos, generados ya sea por la convivencia como por consideraciones humanitarias. En el caso de la cinta mexicana, está la servidumbre, los vigilantes y la relación clave entre dos jóvenes de distinta extracción social, que logran traspasar las diferencias sociales ante una situación extrema; mientras que en la cinta brasileña tenemos el caso de Romerito, un niño pobre de la favela que requiere de anteojos, al que apoyan tanto la niña rica de la ONG como uno de los policías de la BOPE. En las dos películas se registra esta coincidencia humanitaria entre ambos bandos opuestos. Aunque esta relación es importante, ya que antecede y desencadena el tramo final de Tropa de élite, tiene un peso dramático menor (y un sentido ideológico distinto) que el episodio «similar» de la película mexicana, donde esta relación se construye gradualmente y soporta la esperanza de una (in)cierta convivencia social y pacífica entre ambos grupos sociales.

Pero lo más interesante es cómo se vive al interior de la zona. Bajo la apariencia (arquitectónica) de un lugar feliz y ordenado, se describe una vida sometida al tipo de tensiones y angustias parecidas a las que atravesaban al capitán Nascimento. Aquí los vecinos temen el acoso del exterior, desconfían entre ellos y viven sometidos a reglas de seguridad comunitaria. No sólo es que van armados (y que los adolescentes empiezan a conseguir y portar armas, a imitación de sus progenitores y vecinos), sino que hasta los niños están provistos y entrenados para usar pitos. Simbólico el episodio inicial en que un pequeño detiene a un vehículo con su pito, a la manera de un inocente policía de tránsito, para que unos escolares puedan seguir su camino al colegio, mientras que la repetición de la misma situación hacia el final del filme, adquiere entonces una connotación más bien siniestra. Hay que sumar a ello el uso de las imágenes de las cámaras de seguridad durante la acción y los comentarios amenazantes de los vecinos, hacia ellos mismos y hacia los de «afuera». No obstante, también hay personajes (los menos) que describen una gradación de disidencia, que va desde la separación voluntaria del grupo, el arrepentimiento, la culpa que alimenta un conflicto interior y que luego, en otro personaje, desencadena la acción externa.

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Desde el punto de vista de la estructura dramática, La Zona utiliza el esquema de un thriller de persecución, la que se desencadena a partir del ingreso –sin querer queriendo– de tres ladronzuelos a la zona y de la cacería humana subsiguiente. A lo largo de ésta se van mostrando las distintas reacciones arriba descritas, pero sobre todo se dibuja un escenario de retorno a la barbarie, contrapuesta a las significativas tendencias a favor de un enfoque más comprensivo y civilizado. De otro lado, el filme que comentamos tiene un guión más conciso y ceñido a su tema que Tropa de élite, la cual tiende a desperdigarse un poco en episodios de carácter documental (lo que, sin embargo, no le resta eficacia dramática). En ese sentido, La Zona también presenta el tema de la corrupción policial pero asignándole un espacio menor que en la cinta brasileña, mediante un personaje enfrentado a su institución. Curiosamente, la peruana Dioses también tiene un punto de contacto con la obra de Plá, el periplo que los protagonistas juveniles de ambos filmes realizan hacia el final (obviamente en distintas circunstancias) por el espacio de los barrios populares y que influirá en sus decisiones, manifestadas en los respectivos desenlaces.

En suma, La Zona es una alegoría sobre las respuestas sociales violentas e irracionales generadas en los grupos sociales más encumbrados, en relación con la falta de seguridad ciudadana en las grandes urbes latinoamericanas, como México. Aunque este enfoque podría ampliarse al conjunto de la sociedad, basta pensar en los linchamientos a delincuentes que ocurren en barrios marginales o sectores populares, causados, en esos casos, por la ausencia de la acción coercitiva del Estado. Buenas y convincentes actuaciones. Música y fotografía apropiadamente usados. Y un buen ritmo narrativo, no comparable con el de Tropa de élite, pero lo suficientemente ágil para mantener el interés y tensión en el espectador, sin perjudicar la claridad necesaria para transmitir los contenidos ideológicos.


Una respuesta

  1. […] mientras que entre las que destacan por sus contenidos, pondría a La Leonera, Tropa de Elite y La Zona. Mutum estaría a medio camino entre […]

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