El debate de los críticos


El pasado sábado 11 de julio se realizó un esperado debate entre los críticos de cine peruanos. Dos corrientes dentro de la comunidad, que además eran generacionales, intercambiaron puntos de vista sobre su quehacer crítico y el papel de las revistas especializadas de cine. Ocurrió cinco años después de una serie de fuertes enfrentamientos públicos entre, de un lado, Ricardo Bedoya e Isaac León –ambos reconocidos (junto a Federico De Cárdenas) como los principales críticos de cine del país– y, del otro, Sebastián Pimentel y Claudio Cordero, sus rebeldes colegas. Los primeros fueron miembros fundadores de Hablemos de Cine, una de las más relevantes revistas latinoamericanas de crítica cinematográfica y hoy son integrantes del Consejo Editorial de la revista Ventana Indiscreta, de la Universidad de Lima. Mientras que Pimentel y Cordero son fundadores de la revista Godard!, surgida en contraposición a algunos aspectos de dicha tradición.

Habían, pues, circunstancias que hacían atractivo este debate; no sólo para la crítica peruana, sino también –como veremos– a nivel general, en tanto manifestación de distintos enfoques generacionales en la esfera de la cultura cinematográfica.

Hablemos de Godard!

Lo primero que me llamó la atención fue la declaración de Cordero de que tanto ellos como sus contrincantes sabían que compartían los mismos gustos cinematográficos. Lo que era una forma de decir que discrepaban sobre un rango limitado de asuntos. Dado el pasado de virulencia verbal y agrias recriminaciones mutuas, se podría pensar que estuviéramos frente a oposiciones polares sobre todos los temas de cine, lo que no es el caso. En esa línea, también fue interesante que Chacho León retirara algunas palabras ofensivas proferidas en el pasado, así como Bedoya cierta imagen publicada en su blog; lo cual fue correspondido por Pimentel, quien hizo lo propio sobre pasadas declaraciones suyas. Esto fue importante no sólo por razones de cortesía, sino porque permitió –de entrada– limpiar la discusión de una elevada dosis de subjetividad en beneficio del esclarecimiento de las posiciones en debate.

Así, se eliminaron también algunos preconceptos. Por ejemplo, los que atribuían a Pimentel y Cordero un estilo de crítica violenta y de ataques personales; el cual, si existió, fue en el contexto de aquellos debates del pasado, arriba referidos. Pero que en la actualidad, tampoco es el caso. Al contrario, ambos críticos trajeron sus ponencias por escrito, cual aplicados estudiantes, y fueron muy respetuosos de las formalidades. Más aún, me atrevería a decir que si se lee la revista Godard! no se encontrarán vestigios de tal «estilo». Ocurre que algunos colegas y cineastas que participaron en aquellos debates –y otros que sólo los escucharon «de oídas» y por terceras versiones–, simplemente dejaron de leer la revista y se quedaron con aquella imagen de virulencia verbal que los acompañó; sin percatarse que desde hace años Godard! es un producto muy distinto al que imaginaban.

Este desconocimiento no se limita al presente, sino que se proyecta sobre el mismo pasado. Ejemplo de ello fue la lectura de la cita completa de cierta calificación de Godard! sobre el cine de Francisco Lombardi, hecha en el marco de aquellas polémicas. Esto permitió esclarecer el punto de vista de Cordero y Pimentel sobre la obra de este realizador; y mostrar cómo no ha habido una incongruencia por parte de ellos en la evaluación de sus películas, como algunos creen. Y ello se debe, en mi opinión, a que el debate de entonces (y aún ahora) sobre Lombardi tiene que ver con un tema de poder antes que sobre la calidad de sus cintas. Pero este es otro asunto, que no llegó a mencionarse en ningún momento del debate que reseñamos.

Hablemos de las majors

El debate resultó esclarecedor sobre distintas posiciones respecto a la práctica de la crítica cinematográfica en el Perú; aunque por su duración –que llegó a las dos horas– no agotó todos los temas, sí planteó a grandes rasgos lo que serían dos grandes tendencias dentro de la crítica actual en el país. Una que da un mayor énfasis a asuntos como los circuitos de distribución y exhibición del cine, así como a un análisis más profundo y académico. Y la otra, en cambio, que estaría dirigida hacia un público más amplio, especialmente relacionado con el cine comercial, sin dejar de lado ensayos de mayor envergadura. En tal sentido, fue interesante inicialmente la actitud un poco defensiva de los editores de Godard!; la que sólo hacia el final se tornó un poco más ofensiva, sobre todo cuando Sebastián evaluó críticamente el contenido del primer número de Ventana Indiscreta. Curiosamente, la tendencia más radical y combativa vendría por el lado de la vieja generación, mientras que la nueva sería más bien conservadora; o, como sostuvo Bedoya, conformista respecto al statu quo impuesto por los actuales sistemas de exhibición y –según otros– complaciente respecto al cine industrial. De esta forma, se estarían invirtiendo los papeles, ya que hace unos años Pimentel y Cordero aparecían como los críticos radicales contra el establishment representado por un presunto bloque pro Lombardi y reivindicando a autores que sus oponentes cuestionaban, como Robles Godoy. Naturalmente, ambos rechazan la insinuación y ofrecen algunos artículos y análisis que desmentirían esta imagen.

Por otro lado, es posible estas dos tendencias se expliquen, en parte, por el distinto marco institucional en la cual desarrollan su labor crítica. León y Bedoya, por ejemplo, lo hacen desde la Universidad de Lima; un medio académico que les da mucho mayor espacio y libertad del que podrían disponer en otros medios escritos, más periodísticos y menos académicos. En cambio, la revista Godard! se apoya básicamente en su venta (y en una subvención del Centro Cultural de España); y se desarrolla en un país donde no hay todavía una cultura masiva favorable a la lectura de revistas. Además de ello, está dirigida a un público más amplio que el de la academia, aunque sin llegar al nivel del chisme y la farándula (lo que –en cambio– sí vende). Por tanto, desarrollarse, mantenerse y sobrevivir en ese nicho de mercado no es tan sencillo. Quizás ésta sea la razón por la que Claudio y Sebastián no hicieron una intervención expositiva o enunciativa sobre cuál es su punto de vista sobre las distribuidoras y exhibidoras; y, de hecho, este punto ha sido tratado muy tangencialmente en su revista.

Este es un tema, en mi opinión, menos importante de lo que parece. Primero, porque no es algo que vaya a resolverse en el corto plazo. Segundo, no es asunto prioritario de la crítica cinematográfica, sino de los cineastas y productores. Tercero, parte de la solución ya se está dando con el desarrollo de nuevas tecnologías, que facilitan la existencia de redes alternativas de exhibición. Cuarto, la solución se dará con la aplicación de políticas públicas de subvención al desarrollo del cine y el audiovisual, así como con cuotas de protección de pantalla; entre otras acciones factibles que abran el mercado a otras cinematografías, incluyendo la producción local. Esto no significa que los críticos no nos pronunciemos sobre este asunto cuando la situación lo exija; como en su momento lo hemos hecho algunos. Más peligrosa, sin embargo, me parece la tendencia en la crítica actual a obviar los elementos ideológicos y políticos que pueden inferirse o referenciarse de películas específicas que así lo requieren. O, peor aún, la creencia implícita de que los filmes están aislados del mundo, la cultura y la sociedad que los ha producido o hacia los cuales están referidos. Pero esto excede la presente reseña, por lo que dejo estos puntos para una próxima ocasión.

Hablemos de cine, hoy

Volvamos al debate. La primera intervención de Chacho León se quedó corta en su intento de analizar lo que fue la experiencia de Hablemos de Cine e incluso de la crítica en otros medios escritos. Sin embargo, logró transmitir algo que luego se ejemplificó en la forma en que Bedoya y el mismo Chacho encararon el debate: como un par de expertos en varias y muy importantes lides polémicas, no solo contra oponentes (Robles Godoy) sino incluso con amigos o ex colaboradores de la revista (Lombardi). Esta vocación polémica, consustancial a la crítica, debe ser reconocida y rescatada. Una tarea de los jóvenes críticos (y, con mayor razón, de los mayores) es leer, releer, analizar e investigar Hablemos de Cine. No sólo por la calidad intrínseca de muchos de sus artículos y ensayos, sino también sobre lo que nos puede aportar en los debates presentes; y como formas de pensamiento que serán útiles para formar nuestro propio criterio, el de los cinéfilos y el público. Debería intentarse una historia crítica de la crítica, la cual ayudaría a entender mejor los debates y desarrollos contemporáneos en este quehacer periodístico y académico.

Un ejemplo quizás superficial de ello lo tenemos en las distintas y variables ubicaciones que frente a distintas circunstancias pueden agrupar o reagrupar a los críticos. Así, Godard!, con su enfoque abierto a todo tipo de cine, con cierto énfasis en el comercial, vendría a representar lo que fue Hablemos de Cine con respecto a Robles Godoy, en la polémica referida por Chacho. Este último representaba –siempre según Chacho– la crítica radical al clasicismo y promovía una exploración del lenguaje audiovisual, enfatizando el redescubrimiento de ciertos elementos no de vanguardia necesariamente, pero sí estéticos del cine. Ciertamente, esto contrasta con la admiración de los autores de la Nueva Ola francesa por el cine norteamericano; de los que serían tributarios los por entonces jóvenes críticos de Hablemos de Cine. No en vano, y ello no ha sido desmentido, los cuatro polemistas tienen gustos comunes, aunque no explicitados en ese momento.

En suma, este esclarecedor debate ha dejado abiertas varias cuestiones, entre ellas la del «cine peruano»; que se trató muy tangencialmente en esta oportunidad. De allí que me parece muy buena la propuesta de Chacho León para realizar próximamente una polémica o conversatorio al respecto. Es más, si produjéramos con alguna regularidad (¿dos veces al año?) eventos como el que comentamos, sería muy enriquecedor para la comunidad de críticos de cine en el país.


Una respuesta

  1. Avatar de Eduardo Quispe

    Deberían ser más seguidos esos encuentros, que espero algún momento dejen de ser lides…
    Por otro lado, si Godard! está dirigiendose a un público, digamos masivo, analizando películas descontextualizadas (sin una lectura política, social e histórica/ no en torno a la «historia» en el cine/) pues de hecho que alienta a un consumo de cine palomitero, aún cuando los analisis de, por ejemplo Pimentel, sean medio filosóficos…Si bien es cierto la mayor necesidad de un público desinteresado de la crítica (que es al que deberían apuntan todos, si se pretende a una mejor y mayor audiencia apreciadora y no sólo observadora) es una formación de lectura audiovisual, el mayor problema justamente es la falta de una lectura completa (contextualizada) pues la experiencia cinematográfica completa es la que, al fin y al cabo, dejará el aporte en los individuos, grupos y sociedades…en fin…imagino que debe ser difícil mantener una revista en ciertas condiciones, pero chamba es chamba, te me tiste a soldao…

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