Festival de Lima 2009: La buena vida


la_buena_vida-posterDir. Andrés Wood | 90 min. | Chile

Intérpretes: Aline Kuppenheim (Teresa, psicóloga), Manuela Martelli (Paula, su hija), Eduardo Paxeco (Mario, clarinetista), Roberto Farias (Edmundo, peluquero), Manuela Oyarzún (Esmeralda), Paula Sotelo (Patricia, prostituta), Néstor Corona (Gabriel), Daniel Antivilo (Ramón), Alfredo Castro (Jorge), Bélgica Castro (Leonor), Francisco Acuña (Lucas), Jorge Alis (Raúl), Luis Roque (sindicalista)

Estreno en el Festival : 09 de agosto de 2009

Los pequeños dramas de la vida cotidiana aparecen aquí retratados en toda su profundidad gracias a un enfoque introspectivo que no elude algunos condicionamientos sociales. Se trata de problemáticas familiares presentadas con sencillez, sutileza y eficacia narrativa. Su principal característica es que las historias están apenas planteadas y su desarrollo está sólo esbozado; y aunque los vacíos en el avance narrativo no ocultan los desenlaces, sí dejan espacio para la reflexión emocional y la identificación del espectador. Cada uno de estos componentes está enunciado u omitido, según sea el caso, durante la evolución de cada una de estas historias; de tal forma que el filme adquiere un suave ritmo emocional que mantiene el interés hasta el final.

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Los pequeños dramas de la vida cotidiana aparecen aquí retratados en toda su profundidad gracias a un enfoque introspectivo que no elude algunos condicionamientos sociales. Se trata de problemáticas familiares presentadas con sencillez, sutileza y eficacia narrativa. Su principal característica es que las historias están apenas planteadas y su desarrollo está sólo esbozado; y aunque los vacíos en el avance narrativo no ocultan los desenlaces, sí dejan espacio para la reflexión emocional y la identificación del espectador. De esta forma, prima la presentación de los personajes y sus conflictos, mientras que su proceso de transformación está apenas sugerido. Menuda y hermosa hazaña lograda por el realizador Andrés Wood.

Hay al menos cuatro historias intercaladas y que se rozan entre sí; las que podríamos ordenar según su envergadura, de mayor a menor. La primera es la de la madre profesional (Teresa), cuya entrega a su trabajo la separa de su familia, una hija adolescente y su ex esposo; además de su propio público objetivo: ella capacita en métodos anticonceptivos a trabajadoras sexuales callejeras. Paradójicamente, su familia está conectada de alguna forma con su actividad como psicóloga, ya sea por no usar condón (la hija) o por consolarse con prostitutas (su ex marido). La segunda, es la historia de un peluquero (Edmundo) que pide un préstamo y ello abre un abanico de pequeños conflictos con su madre, su padre fallecido y sus dificultades para hallar pareja. La tercera, es un joven clarinetista (Mario) que enfrenta un conflicto profesional (al ser puesto en lista de espera en la filarmónica local, por lo que debe alistarse en la banda de la policía chilena) y sentimental (recuerdo de un amor que dejó en Alemania, durante sus estudios). Finalmente, la prostituta enferma (Patricia) que no tiene con quien dejar a su bebita para tratarse.

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Los temas no dejan de ser variados: relaciones de pareja fallidas o frustradas, divorcio, embarazo temprano, conflicto entre padres e hijos en la adolescencia y la madurez (respectivamente), alejamiento sentimental temporal y permanente, duelo. Problemas dolorosos del presente, que aparecen, y del pasado, que vuelven; en algunos casos inesperadamente, en otros previsiblemente. Cada uno de estos componentes está enunciado u omitido, según sea el caso, durante la evolución de cada una de estas historias; de tal forma que el filme adquiere un suave ritmo emocional que mantiene el interés hasta el final.

Y todo ello en un entorno urbano dominado principalmente por el egoísmo, la mezquindad y las malas vibras; pero también con momentos de comprensión y apoyo. En esta línea aparecen algunos personajes secundarios, como los sindicalistas que aportan una luz poco grata sobre el padre fallecido, pero también su cuota de mezquindad; o el viejo clarinetista titular de la filarmónica, que exhibe brevemente su frustración pero también su necesidad, y desde ese espacio “pone en su lugar” a su joven colega; o también la administradora de la casa de citas, que sin saber hace lo propio con las psicóloga; y el mismo jefe de carabineros, que inicialmente parece duro, pero que luego es portador de buenas nuevas para el músico. Por tanto, este ritmo emocional también incluye al contexto social y urbano, representado por estos personajes; así como también hace parte de los puntuales entrecruzamientos de cada relato.

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En consecuencia, los hilos narrativos transcurren a varios niveles y con un juego constante de lo denotado y lo elidido, lo que amplifica de manera tan sutil como variada el ámbito emocional, al punto de reconstruir algunos de los más importantes dilemas que enfrentamos en la vida; aquí presentada en términos más bien pesimistas. No obstante, la cinta deja en la conclusión de cada una de estas historias (salvo una), un cierto hálito de esperanza, mayor o menor. Ofrece, pues, una sensación agridulce, con mayor énfasis en lo agrio del entorno vital de largo plazo, pero con soluciones logradas o intentadas en el corto plazo.

El tratamiento audiovisual es impecable y las actuaciones, solventes; en lo que viene a ser un filme coral. Destacan las acotaciones musicales que acentúan determinadas situaciones que complementan los conflictos arriba señalados. La fotografía es apropiada a las diversas locaciones y situaciones. Y lo admirable de esta película es cómo las personas, las historias y su evolución, no producen un cambio sustancial en los conflictos y en la personalidad de los personajes. Si bien en la acción hay pequeños cambios, el carácter de los personajes se mantiene, lo cual da una sensación de evolución muy lenta, como ocurre en la vida cuando la examinamos desde el punto de vista de las interacciones cercanas, familiar o profesionalmente.

Los mejores momentos, los más logrados, son las breves escenas donde los personajes están solos y en silencio; son los momentos que tenemos para compartir con ellos sus dilemas. Son los espacios para que el público imagine y relacione lo que vemos acotadamente en la cinta con su propia vida y logre identificarse con alguno o varios de los personajes. Bella película.


Una respuesta

  1. […] Pese a ello, la puesta en escena de Violeta se fue a los cielos se contagia del carácter algo arisco y abrupto del personaje, así como de cierto distanciamiento emocional del director, soportado a veces por los procedimientos formales que utiliza. Por tanto, pese a la música y la nostalgia que destila, el enfoque resulta algo frío, sin llegar a envolver completamente al espectador (al menos, al no chileno). Obras anteriores de este director me resultaron más convincentes, especialmente La buena vida. […]

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