Testigo oculto (2008)


Veintisiete años después de La ley de la calle, la notable película de Francis Ford Coppola donde formaron parte de un gran reparto entonces juvenil, Diane Lane y Mickey Rourke se reencuentran en Testigo oculto, un thriller discreto que no escapa de la fórmula ni de los altibajos, pero en el cual el oficio de John Madden –Mrs Brown, Proof, la oscarizada Shakespeare apasionado– permite explorar el universo de víctimas y victimarios de turno mientras se desenrolla el nudo argumental. La cinta se basa en la novela Killshot del veterano Elmore Leonard, un referente de historias policiacas en Hollywood por sus numerosas y habitualmente satisfactorias adaptaciones (The Moonshine War de Quine, Jackie Brown de Tarantino, Get Shorty de Sonnenfeld, Be Cool de F. Gary Gray –director del nuevo estreno Días de ira–, Touch de Schrader).

Para llegar al conflicto principal, el guión del iraní Hossein Amini (Jude de Michael Winterbottom) realiza una presentación algo apretada de Blackbird, el curtido asesino de la mafia que encarna Rourke, ya instalado en el semiretiro y convertido en vieja gloria del hampa, que vuelve a la actividad con ánimo autodestructivo y empleo unilateral de sus códigos personales en la ejecución de los encargos. Golpeado por la pérdida de sus hermanos, uno fallecido delante de él en una operación criminal y el otro condenado a cadena perpetua, Blackbird patea el tablero y comienza una serie de eliminaciones/persecuciones con la justificación de no dejar testigo alguno de sus acciones. En el camino se topará con Richie (Joseph Gordon–Levitt), joven delincuente que le recuerda a su hermano, y una pareja en crisis al borde del divorcio, Carmen (Lane) y Wayne (Thomas Jane).

La trama transcurre en el Midwest, el Medio Oeste norteamericano donde la vida apacible es perturbada por la incursión de sujetos como Blackbird y Richie y carece de suficientes reflejos, tanto los ciudadanos como los miembros del FBI, que fácilmente caen en una treta de sus perseguidos. En realidad, la aparición de los oficiales se siente postiza –al igual que las del indio Lionel y los mafiosos vinculados a Blackbird– y sólo sirve para el traslado temporal de la acción de Michigan a Missouri, lo que acrecienta la sensación de acecho. Es que la narración no es rigurosa en lo que cuenta, lo que busca principalmente es crear situaciones fuertes de peligro y algunas escenas de enfrentamiento, en las cuales se refuerza la melancolía de Blackbird y asoma la agresividad de Carmen con la escopeta que toma en sus manos más de una vez. Madden también dedica pinceladas a las contradicciones del alicaído matrimonio, que incluso asume el cambio de identidades y la semiclandestinidad –de algún modo, un curioso paralelo al de Blackbird/Armand y Richie– una extraña oportunidad para relanzar la relación.

El viaje a la nada de Blackbird, anticipado por la voz en off inicial y los flashbacks que asaltan su memoria, y que complica inevitablemente la relación con Richie y la amante de éste, Donna (Rosario Dawson), no termina de cuajar y pierde sencillez para su resolución en el último tramo. Finalmente, al relato le queda el lucimiento de la composición actoral. La siempre competente Lane, la Paulette Goddard del biopic dedicado a Charles Chaplin, sabe proyectar vulnerabilidad y aplomo; Rourke nuevamente está en su salsa como un tipo añoso que regresa; y Gordon–Levitt se convierte en un muchacho impulsivo y perverso, irreconocible respecto de sus roles en Inception y Mysterious Skin, la descarnada obra de Gregg Araki.

Killshot

Dir.: John Madden | 100 min. | EEUU

Intérpretes: Diane Lane (Carmen), Mickey Rourke (Blackbird), Joseph Gordon-Levitt (Richie), Thomas Jane (Wayne), Rosario Dawson (Donna), Lois Smith (Lenore), Tom McCamus (Paul Scallen), Hal Holbrook (Papa), Aldred Montoya (Lionel).

Estreno en el Perú: 7 de octubre de 2010


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