Festival de Lima 2012: «Paisajes devorados», entre la ficción y el falso documental

Paisajes devorados

¿Remoro Barroso y aquel cineasta argentino de los años sesenta son la misma persona o no? Parece que sí, aunque si nos fiamos de la verdad que se nos presenta en la pantalla puede que nos equivoquemos.

Paisajes devorados, de Eliseo Subiela

El cineasta desapareció hace varias décadas y Remoro es un loco que vive en un manicomio. Dos chicos y una chica, estudiantes de cine, tratarán de descubrir la verdad detrás de estas dos identidades, mientras realizan un documental acerca del loco. Lo cierto es que esta película, sin género y de difícil clasificación, está a medio camino de la ficción y el falso documental, es una película posmoderna, donde se ven las costuras y los hilos, en la cual la belleza esta detrás del misterio del cine, encarnado en este fabuloso personaje interpretado por Fernando Birri (que no debemos olvidar que fue uno de los impulsores del cine más importantes que ha tenido nuestro continente).

Ahí está ese anciano barbudo y canoso, recordando sus tiempos de cineasta, diciendo verdades inteligentes a cada momento, enseñándoles a los chicos cómo se debe hacer una película y, sobre todo, para qué se hace una, desde su escuela de cine particular en medio de gente que ha perdido la cordura.

Y seguimos a estos chicos en el misterio detrás de la vida de este viejo sin parpadear, porque también queremos desentrañar los secretos que se esconden detrás de esa barba y esos ojos. Paisajes devorados es, principalmente, un homenaje al cine, a la necesidad de hacer cine para escapar de la realidad gris, como cineastas y como espectadores, todos queremos algo de este sueño que supone el meternos en una historia y ser partícipes de ella en un cuarto oscuro.

Película nostálgica y tierna, inteligente y sarcástica, que nos hace preguntarnos acerca de la necesidad de la ficción para sobrevivir. Remoro, el loco, dice en algún momento: «si descubrieran una máquina con la cual cada mañana pudiéramos ver lo que soñamos cada noche, no habría necesidad de ir al cine». Y esta es la idea principal detrás de esta extraordinaria película de Subiela: hacemos cine para crear sueños, vamos al cine para soñar. Cine dentro del cine, ruptura de la cuarta pared, película hermanada de alguna extraña manera con «La rosa púrpura del Cairo» de Woody Allen y, por supuesto, con el gran Buñuel, que también pensaba que en los sueños estaba la verdad de nuestra existencia.


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