“Dallas Buyers Club”, los días contados


Dallas Buyers Club, sétimo largometraje del canadiense Jean–Marc Vallée, es el recorrido áspero de una individualidad extraordinaria y de una colectividad aferrada a la vida, por los primeros tiempos, brumosos y altamente prejuiciados, del contagio del virus VIH y la expansión del SIDA, a mediados de los años 80, en Dallas. Es la época del desconcierto frente al nuevo mal y la desaparición traumática de un ídolo sonriente y romántico como Rock Hudson, cuya noticia impresa aparece al inicio en medio de la homofobia más cuadrúpeda, justamente cercana a los bueyes que lanzan por los aires a los jinetes en efímeras cabalgaduras.

El paciente y el sistema médico. Matthew McConaughey en Dallas Buyers Club.

Ron Woodroof es el personaje de la vida real que Matthew McConaughey absorbió casi biológicamente. Homófobo consumado, vaquero entregado a los excesos de alcohol y drogas, y propenso a la jugarreta y la engañifa, de pronto forma parte de la población que ha contraído el VIH. Entonces el actor que durante buen tiempo, hasta que decidió renovarse recientemente (Killer Joe, The Paperboy, The Wolf of Wall Street), estuvo, no siempre, pero mayoritariamente, entre filmes románticos y comedias ligeras, en cierto paralelo al Hudson de los años 50 y 60, compone con todas las condiciones narrativas que el realizador Vallée coloca a su disposición, diversas etapas de un perfil inconformista, rebelde, resolutivo y transgresor, peleando por su sobrevivencia, desafiando el sistema médico y legal estadounidense, y sosteniendo económicamente un procedimiento paralelo, informal y más dedicado a la salud y el bienestar de las personas que al lucro y la ortodoxia facultativa.

Si en una industria todos los filmes necesitan intérpretes que potencien el interés, Dallas Buyers Club, que desde hace 20 años estaba dando vueltas entre Brad Pitt, Woody Harrelson y Ryan Gosling –incluso Jared Leto fue una opción– para protagonizarla y Dennis Hopper, Marc Forster y Craig Gillespie para dirigirla, es el tipo de proyecto, a despecho de su bajo presupuesto –aproximadamente $5 millones– que genera mayor dependencia alrededor del hecho de encontrar un actor adecuado, que tenga considerable fama, soporte el peso dramático de la historia y esté dispuesto a la inquietante mutación de su imagen y estado físico, que asemeja a McConaughey con el Hudson irreconocible del último periodo.

Uno de los principales aciertos del relato es el empleo comprimido del tiempo, elemento fundamental en la situación de un paciente terminal, que originalmente genera una sensación de cuenta regresiva y luego de largueza atemporal, entre avances cronológicos de días y semanas y posteriormente de meses y años. La escena en que Sevard (Denis O’Hare), acompañado de Saks (Jennifer Garner), le da 30 días de vida a Woodroof es clave, porque posee mucha información y del modo más natural, con cámara en mano y algunas tomas largas –tal como en toda la cinta–, muestra que la perspectiva médica entonces se encontraba muy lejos de la realidad y había poco interés en la comunidad galena en investigar y corregir, y que Woodroof, altanero y procaz, no iba a dejarse morir y si le fuera posible iba a saber del mal tanto o más que los especialistas que tenía enfrente.

El guión de Melisa Wallack y Craig Borten –que después ha escrito Los 33, filme sobre el célebre rescate de los mineros chilenos– pasa de la lucha individualizada de Woodroof, outsider corajudo, a la composición de un universo variopinto que vence sus resistencias culturales –destacando Rayon, el transexual que elabora también inspirado Jared Leto– y va más allá de la salud en su transformación. Ello contribuye a que se adopte un tono de denuncia contra lo establecido, como David y Goliat, tipo Erin Brokovich, apelando incluso a dinámicas económicas propias del sistema.

Sobrevivencia y empatía. Matthew McConaughey y Jared Leto en Dallas Buyers Club.

Jean–Marc Vallée, de quien previamente habíamos visto la mediana La joven Victoria, que nos pareció «una visión académica, aplicada y ciertamente naif de la Historia», consigue así una obra de suficiente energía emotiva y méritos puntuales que le han permitido codearse con las películas más importantes del 2013, aunque la nominación a Mejor Producción impresiona como excesiva. Ese es el efecto que a menudo tiene contar con una historia emblemática, además de real, y un par de actuaciones esforzadas que, como en tantos casos de retratos de complicaciones o discapacidades físicas o mentales, se llevó el Oscar.

Archivado en:

,

Una respuesta

  1. […] McConaughey, ya fortalecido luego de lucirse en Dallas Buyers Club y ganar el Oscar, lidera la acción y podría volver a obtener premios. Michael Caine, Anne […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *