Festival Transcinema 2014: «5”, de Eduardo Quispe. Antes del atardecer limeño

5 de Eduardo Quispe

El realizador peruano Eduardo Quispe Alarcón (Ayacucho, 1980) continúa su saga de pequeñas películas urbanas, historias mínimas en las que aborda las relaciones sentimentales y amicales en una Lima que puede ser caótica y apacible a la vez, dependiendo el rincón donde se ponga la cámara.

5, de Eduardo Quispe

En 5 vemos el transcurrir de un soleado atardecer en un malecón limeño, en el registro de video casero que hace una pareja de enamorados. Y en él, escuchamos las conversaciones y discusiones de esa pareja. Él, más cerebral y racional, trata de entender porque ella lo eligió como enamorado, bombardeándola con preguntas y reflexiones. Ella, por el contrario, parece más preocupada en atrapar el rayo verde al final del atardecer.

Sinopsis: Una pareja sale de paseo por distintos escenarios de la costa limeña. Todo parece ir bien pero “Él” no está decidido a dejar de grabar todo lo que ocurre ante el evidente fastidio de “Ella”. Mientras tanto desnudan las particularidades y grietas de su relación.

«5” se presentó en el Festival Transcinema el viernes último en la sala Robles Godoy. Se vuelve a proyectar en esa sala este domingo 26 a las 5:30 p.m. A continuación conversamos con el director:

Eduardo, ¿cómo fue el trabajo con la actriz que te acompaña en «5”?
Jamil Luzuriaga es una actriz y productora teatral. Es muy profesional, tiene mucho talento y es una artista muy versátil. Lo único que le pedí cuando hablamos de hacer una película juntos fue que se olvidara que era actriz, que abandone todo lo que aplica en las tablas, y que su performance no sea patética como las actrices teatrales y televisivas que se lanzan a hacer cine. Bajo ese único parámetro me di cuenta que ella no sólo estaba de acuerdo, sino que tenía ya muchas ideas y aportes fuera de mi alcance como realizador. Ahí noté que era posible ser un actor que funcione en todo escenario, algo que sinceramente creí imposible, y ella lo demuestra en esta película.

¿Hubo un guion escrito con el que trabajaron los dos?
Estrictamente no. La verdad es que no era necesario, pues queríamos que cada situación que viviéramos delante de cámaras sea vivaz, y muy natural; que titubeáramos, que tengamos problemas para articular ideas, que usemos nuestras muletillas, y bueno, en general que hablemos como la gente habla sin imposturas, cuando no es consciente de estar siendo visto o registrado en cámaras. Pero, no dejamos nada al azar, pues estudiamos mucho nuestro papel y nos adentramos en ello (Jamil me ayudó mucho en eso), incluso nos propusimos “actuar” como enamorados fuera de cámaras, en situaciones ajenas al rodaje, para ir practicando y familiarizándonos, pero siempre con mucho respeto, sin hacerlo personal. Es decir, teníamos que parecer una pareja real, con los problemas reales que proponíamos mostrar en la película, pero sin confundir nada, pues cada uno tiene su propia vida personal, su pareja o compañero.

Tuvimos muchas reuniones en las que le dimos forma a una idea que tenía hace mucho: grabar a una pareja en tiempo real que va deteriorando su relación sólo por el hecho de que “Él” se empecina en grabar todo lo que ocurre, como si su relación con el cine sea más importante que con “Ella”. Era una especie de homenaje a mi modo de El aficionado de Kieslowski. Finalmente la película se convirtió en otra cosa mientras le dábamos forma, con un resultado bastante satisfactorio para ambos.

¿Las escenas fueron ensayadas o apelaste a la improvisación?
Ensayamos mucho, nos preparamos bastante. Hicimos mucho trabajo de mesa, conversamos mucho sobre nuestros personajes, sobre la dinámica, sobre su bagaje personal, y esas cosas. Todo lo que se ve en pantalla es el reflejo de ese trabajo, de ese constante diálogo previo y la composición que fuimos haciendo cada uno con su propio método y ritmo, pero con el mismo feeling para que esa “relación” sea verosímil. Y para ser honesto, eso lo creímos con convicción mientras duró el rodaje. Incluso, después de cada rodaje, tuvimos problemas para dejar los personajes y seguíamos las discusiones de la pareja de la ficción. Pero fue bacán, una experiencia enriquecedora trabajar por primera vez con una actriz con formación profesional.

¿Como elegiste a Jamil para este rol?
A Jamil la conozco hace años, casualmente en una función de una de mis películas, que al parecer tuvo un buen impacto en ella. Al terminar la función y conversatorio se acercó a mí, conversamos y me dejó su teléfono por si deseaba contar con ella para un proyecto. Luego de algunos años de cruzar conversaciones, coincidimos en muchas cosas y espacios propios de la cinefilia o el teatro, y cuando nuestras agendas y disposiciones coincidieron, nos juntamos y empezamos a desarrollar la idea de la película. Previamente estuve grabando varias cosas, proyectos que tuve que suspender por falta de presupuesto o personal, o simplemente porque se enfriaron. Cuando retomé la idea de hacer esta película, pensé en ella en primer momento, pues requería que sea alguien con bastante experiencia o en todo caso con la facilidad de asimilar todo lo que iba ser el personaje.

La película me parece que presenta una atendible reflexión sobre las relaciones de pareja, su naturaleza romántica, y las expectativas que trae consigo, e incluso una crítica a las diferencias sociales en una ciudad como Lima. ¿Pensabas transmitir algo de esto con tu película?
Cuando empezamos a construir esta relación ficticia, pensamos en los escenarios en los que podrían conocerse y acordamos que ambos iban a ser voluntarios de unos talleres artísticos que hace labor social en algún asentamiento humano. Una cosa bien “arty” pero que ambos se lo tomaban en serio.

“Ella” provenía de una zona exclusiva y residencial, más “Él” de un sector popular “emergente”, como les gusta decir a algunos. No queríamos que sea un culebrón, pero sí que se viera esa fragmentación social tan propia de Lima. Finalmente, en la personalidad de cada uno de los personajes, por lo cual en la relación misma, pesan esas diferencias que se develan de fondo y no sólo de forma, como pensaban ellos. Todas sus expectativas y modo de ser fue moldeado por su estrato social, aunque disimulado por una suerte de beatería, también propia de Lima, una especie de karma progresista, pero aún con eso, es algo que no se puede superar.

Todo lo que la relación sufre es, en cierto modo, lo que sufre el país. Por ello también esa parodia en teatro callejero que dejamos al final, a modo de epílogo. Pienso que las ciudades se reflejan en las parejas, y las parejas en los individuos que la conforman. Casi toda mi obra trata de responder una simple pregunta: ¿qué es ser limeño? O mejor ¿qué es ser peruano? Para ello, siempre recurro al mismo personaje, Yo, que se presenta como una especie de alienígena que no encaja en ningún lado y no termina de entender por qué pasa lo que pasa a su alrededor. Es quizá una enfermiza necesidad terapéutica.

Respecto a ese epílogo, da la impresión que junto al relato principal todo lo que vemos es una especie de memoria de video, con retazos de vida grabados. ¿Cuál fue tu intención al incluir ese intro y outro?
Tenía remembranzas de cuando utilizaba vídeo en cassette, y cuando no revisabas la cinta antes de volver a grabar, grababas otra cosa encima, y sin darte cuenta estabas «editando» de la forma más rudimentaria, y a la vez ese «accidente» termina construyendo arbitrariamente un «relato» inesperado. Por ese motivo hice las transiciones con salto de «tracking» con pantalla en azul y todo eso, evocando una forma más minimalista y primitiva de postproducción.

La intención era que haya coincidencias encontradas, entre lo que pasa en el «relato principal». Por ejemplo, hay una «escena» de empleadas geriátricas que están vendiendo y comprando zapatillas, aprovechando el tiempo que tienen para sacar al parque a los ancianos que cuidan, y quienes son de un estrato social que se puede permitir contratarlas. No puedes negar que hay una cruel ironía en eso. Ahora, eso nosotros no lo montamos o preparamos, lo encontramos y decidimos grabarlo y que quede en el corte final. La fragmentación está ahí, donde mires, sin que la tengas que buscar. Sólo basta dejar la hipocresía de lado, eso de que «acá estamos todos bien, la economía está creciendo, nuestras cifras van bien, tenemos buen crédito» y todo eso.

En algunos momentos se nota cierta distancia física entre los dos. Cuando se trata de una pareja de años, la corporalidad suele ser más cercana, con más roces, más contacto. ¿Cómo trabajaron esos detalles entre los dos?
Lo que ocurre es que no queríamos que se vea como una relación de años, sino de meses. En la etapa en la que recién se están conociendo de verdad, fuera de los apasionamientos, y que busca la seriedad o la pretende. En esa etapa de la convivencias prematura y no planificada. Que sea un experimento de relación “progre”, en la cual, ninguno quiere dejar que las diferencias obvias y las imposiciones del entorno de cada uno pesen en la relación, algo que, como se ve en la película, nunca funcionará. Es la utopía peruana que se resquebraja al sólo plantearla.

5 de Eduardo Quispe

Buena parte de la película es tu personaje hablando sin parar, reflexionando de manera crítica. Mientras que ella escucha, y en momentos parece decir lo que podría pensar el espectador: «¡Para de hablar!». ¿Aquí decides exponer tu manera de pensar realmente, o es un personaje el que creas para la película?
En realidad soy yo y también es mi personaje; el tipo que no quiere dejar ningún cabo suelto cuando quiere darse a entender, pero con ello sólo acumula verborrea ante una generación más pragmática, inapetente ideológicamente y muy apurada. Algo así como un tío analógico en un mundo digital. Ahora, el personaje de “Ella” estaba planeado para ser antagónica, pero no de forma cruda, sino que se iba revelando conforme avanza o se agrieta la relación. ¿Si ella representa al espectador? Creo más bien que ella representa a la ciudad o a la sociedad misma.

¿Cómo se llevó a cabo la producción de la película?
(Risas) Creo que esa palabra no aplica, pero si te refieres a la preparación, pues fue muy personal, entre dos personas. Quise que esta película sea hecha sólo por dos personas, que hagan todo lo que requiera hacerse para que salga y se vea. En todos mis proyectos toda la “inversión” es personal. Y no me refiero sólo a tiempo, dinero o ideas/sueños, sino que hay propósitos y una especie de misión de vida que cumplir.

Me considero una especie de predicador en los últimos tiempos del postcapitalismo, en los que la humanidad va despeñándose irremediablemente hacia la enajenación total. Basta ver a un adolescente con el que no puedes sostener un diálogo sobre algo relevante, ni siquiera de coyuntura, sin que esté compulsivamente abstraído con algún aparato de tecnología móvil. Muchos se consideran realizadores independientes, pues yo prefiero ser independista, pues hay que salvar a los que se pueda y liberarlos de todo esto que nos roba lo que somos en realidad.

¿Con qué equipo grabaste?
Una handycam Sony HDR-CX330E, pues la película debía dar la impresión de ser una grabación casera de una pareja. Es casi un selfie de la pareja. Cabe mencionar que es la primera vez que hago una película sin camarógrafo. “3” fue mi intento de hacer una película sin edición y “5” es la de hacer una película sin camarógrafo. Cosas que se me ocurren para ir abriendo camino. (alguna vez haré una película sin director, sin personajes, o sin cámara). Por cierto, la cámara es prestada (gracias Lucho Ramos), aún espero buenos tiempos monetarios para comprarme una que me deje grabar lo que aún tengo por grabar.

¿Cuanto tiempo les tomó el rodaje, y luego la edición y post?
Yo no tenía acceso a una isla de edición, la tuve que hacer de forma muy doméstica y artesana posible. Los recursos que tuve fueron los que utilicé al máximo para que la película quede en condiciones de exhibición. Todo el proceso demoró unos 6 meses.

Mi idea al empezar a hacer cine era probar y proclamar la creación irrestricta y absolutamente democrática; todos pueden grabar y ser realizadores si tienen algo que decir que sea importante para crear o destruir nuestros modelos culturales. La forma en la que grabamos, hacemos casting, editamos o hasta exhibimos refleja eso. Si hubiera más posibilidades de “producción” y exhibición; pantallas y distribución, pues genial, pero entre tanto, queremos abrirnos paso a trompicones ante la colonización de nuestras imágenes y pantallas.

5, de Eduardo Quispe


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