«Calichín»: Conversamos con Aldo Miyashiro y con el director Ricardo Maldonado


La historia reciente del cine comercial peruano se repite: Una nueva comedia peruana se estrena, logrando una abrumadora, y hasta sorpresiva, convocatoria de público, al mismo tiempo que la desaprobación prácticamente unánime de la crítica y de cierto sector de la audiencia.

A días de lograr el medio millón de espectadores, y habiendo obtenido al mismo tiempo ‘cero estrellas’ en una de las críticas del fin de semana, conversamos con dos de los responsables creativos detrás Calichín, su director Ricardo Maldonado (el mismo de las «Asu Mare»), y con el protagonista Aldo Miyashiro, multifacético actor, dramaturgo, guionista y figura de la televisión:

«Mi relación principal con el cine sigue siendo la de un espectador»

Ricardo, provienes de la publicidad; Aldo, de la televisión y del teatro. ¿Cómo es que se da su acercamiento al cine?

Ricardo: Yo soy bachiller en Ciencias de la Comunicación, con especialización en dirección de fotografía. Siento que mi aproximación al cine es más técnica que publicitaria. A través de la técnica me he enfocado más en la creación de significado.

Aldo: En el teatro, en cierto momento me dí cuenta que la única forma de poder hacer mis obras como yo quería era intentando dirigirlas yo mismo, igualmente con mis guiones para cine. Es así que decidí junto con un amigo, en crear mi propia productora. Tenenemos un plan de 10 años para hacer 6 u 8 películas. Empezamos con “Atacada”, y gracias a lo logrado con esa película, hemos podido filmar dos películas más este año.

¿Qué tipo de cine les atrae? Tanto para ver como para hacer.

Aldo: Si bien ahora estoy haciendo cine, actuando y dirigiendo, mi relación principal con el cine sigue siendo la de un espectador. Aprovecho los sábados y domingos para ir al cine y veo toda la cartelera comercial en dos días, 5 películas al día. En las madrugadas también puedo ver hasta 6 o 7 películas seguidas en casa. Desde el cine más exigente hasta cualquier cinta de género, no tengo ningún discriminante. Eso sí, nunca dejo una película a medias, así sea horrible, tengo que terminarla.

Aldo Miyashiro, André Silva y otros actores, rodean al director Ricardo Maldonado.
Aldo Miyashiro, André Silva y otros actores, rodean al director Ricardo Maldonado.
Ricardo: Mis gustos en el cine son muy variados, desde el cine independiente o más de autor, de directores como Wes Anderson, Woody Allen, Martin Scorsese, que me han entusiasmado siempre, hasta el cine más taquillero y para el gran público. Este tipo de cine es el que nos obliga a hacer el modelo de negocio en el que yo estoy metido, un cine que movilice a la gente.

Aldo, “Calichín” es tu primer protagónico en la pantalla grande. ¿Ser actor de cine es algo que deseas seguir explorando? Pues también vienes desarrollando una carrera como director y guionista de cine.

Sinceramente no me siento muy actor. Yo comencé a actuar, porque de las tres cosas que quería hacer, escribir, dirigir y eventualmente actuar, esta última era la única por la que me pagaban. Entonces comencé actuando. Pero en realidad, no he actuado mucho, en televisión he sido “Caradura” y “Tony Blades”, y ahora en cine soy “Calichín”. La actuación no es algo que yo busque necesariamente. Si se dan las oportunidades, bacán, pero mi chamba es contar historias, y trato de contarlas en la mayor cantidad de espacios posibles, en televisión, en teatro, ahora en el cine.

“Calichín” realmente es una historia de la búsqueda la paternidad

Ricardo, ¿cómo se origina «Calichín»? Es un proyecto tuyo, que inicialmente pensabas trabajarlo con Carlos Alcántara, ¿no?

En algún momento en estos años me di cuenta que el tema del padre ausente es algo que empieza a surgir en mí, pues mi padre había fallecido recientemente, el 2009. “Calichín” realmente es una historia de la búsqueda la paternidad, yo partí de ahí.

Además, tengo un gusto especial por hacer cosas que convoquen a mucha gente, y evidentemente el entorno del fútbol es algo que siempre nos ha apasionado, a mí y a mi hermano Renzo [Maldonado], productor ejecutivo de la película.
Al inicio, obviamente hablé con ‘Cachín’ [Carlos Alcántara], porque era la persona con la que tenía más confianza, y le interesó mucho el papel. Pero luego vimos que nuestras agendas no coincidían.

Así que pensamos en Aldo. Cuando le contamos esto a César de María [guionista del filme], le encantó la idea, él sentía que Aldo era ‘Calichín’. César reescribió entonces todas las líneas del guion para mostrar un personaje un poco más lacónico de lo que era inicialmente.

¿Cómo fue ese trabajo con el dramaturgo César de María?

Ricardo: Esta era la primera película de César. Creo que ha sido muy valiente, imagínate a un dramaturgo con su recorrido, y le dicen “escribe la próxima película del director de Asu Mare 1 y 2”. Ahí estaba poniendo en juego su prestigio. Yo le agradezco bastante, me he sentido muy bien de tener un guion bastante articulado para poder llevar adelante la historia.

César trabajó en un 80% a solas, y yo tuve un 20% de participación. Una vez terminado el primer borrador, nos sentamos con Aldo a revisarlo. Él hizo observaciones, que si bien fueron muy puntuales y concisas, cambiaron en varias partes el curso de la película. Cuestiones como tener un principio más sólido, o tener un personaje femenino más fuerte.

En el último tiempo un tema recurrente en las producciones audiovisuales es la nostalgia. Recurrir a los recuerdos romantizados de una época pasada. En “Calichín” tenemos el fútbol y la época dorada de los años 70. ¿Cómo abordaron ustedes esto?

Ricardo: En esta película no siento que haya un facilismo por la nostalgia. Lo nostálgico nos ha servido para contar la historia puntual de ‘Calichín’ y el problema que tuvo con su padre. Pero esos elementos no han estado ahí de forma estratégica, como sí estuvieron por ejemplo en las “Asu Mare”, para generar convocatoria de público. El referente futbolístico de los años 70 y 80 fue un aporte de César que apareció en la historia, pero no fue algo planificado.

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Aldo: Desde las primeras lectura de guion me pareció genial que estuvieran figuras como Sotil y Uribe, apareciendo como un gran cameo. Mira, el jugador que más admiró mi viejo fue Hugo Sotil. Entonces, estar sentado con él frente a frente fue una oportunidad de recordar todos esos momentos de fútbol que compartí con mi padre. Lo que yo sentí fue una nostalgia muy particular, pero que era absolutamente mía. Salvo algunos momentos, como cuando vemos el gol de Cubillas, más que nostalgia lo que yo siento con más fuerza en la película es el tema del padre ausente.

Ese es todo un tema…

Aldo: Así es. Si agarramos 70 obras del teatro peruano más reciente, 60 tienen un padre ausente. Todos hablan del papá que se fue, al que perdieron, o con quien tuvieron una mala relación. Y en el cine no habíamos visto eso tanto, hasta ahora que aparece en dos o tres comedias [N.E.: Este año ese tema es central en Margarita, y también se asoma en «La peor de mis bodas”]. Creo que sera un tópico que veremos un tiempo más, porque es algo que está muy instalado en nuestra peruanidad.

Ricardo: Ese tema fue complicado, lo trabajamos con cuidado. ‘Calichín’ es alguien que en el transcurrir de la historia, empieza a comportarse repetidas veces de una forma opuesta a lo que tú como espectador quieres que actúe. Creo que ahí el trabajo de Aldo fue fundamental, para lograr que el público no se desconecte con el personaje, y se mantenga esperando un verdadero cambio en ‘Calichín’ al final.

¿Cómo fue el proceso de creación del personaje?

Aldo: ‘Calichín’ es un tipo que no puede cuidarse ni a sí mismo, menos a una niña, y en la historia uno va descubriendo porqué él es así. Realmente me fue muy complicado encontrar el tono exacto para este personaje.

Ricardo: En los primeros días de rodaje, ni Aldo ni yo podíamos dar con el personaje que queríamos. Lo que teníamos era un tipo por el cual sentíamos rechazo. Entonces lo fuimos construyendo poco a poco, hasta que Aldo llegó a un ‘Calichín’ que era un hombre un poco más victimizado frente a esta situación que le toca vivir, pero que al mismo tiempo trata de mantener las apariencias. Así ‘Calichín’ lograba despertar ternura en la gente, siendo una víctima de sus propios defectos.

Lo que yo destaco es la relación que pude armar con Aldo, una sociedad en la cual yo le podía brindar la plataforma narrativa, y le pedía lo que no tengo: calle. Yo estudié en el Roosevelt (risas), no voy a engañar a nadie pues. Aldo ha tenido que construir los momentos que conectan con el habla de la calle, y lo logra muy bien. Valoro muchísimo ese aporte de Aldo.

«Esta es una mirada inocente, un estilo naif que pretende contarte una historia»

En la película se da una suerte de «choque cultural» del limeño promedio con una sociedad andina contemporánea. ¿Cómo abordaron la representación de estos elementos, como las condiciones de vida, o las conductas y formas de hablar de los personajes locales?

Ricardo: A mí me parece que el universo del pueblo de “El Dolor” es una metáfora del mundo mismo, no solo el andino. ‘Calichín’ en Lima no vive en el sitio más lindo del mundo, y luego llega a esta casita en un pueblo donde va terminar su carrera. Tratamos de tener bastante cuidado, demostrando que dentro de ese universo existe el vivo, el tonto, el que es rico y tiene lujos, el pobre, etc.

Respecto a los acentos y las formas de hablar, le dimos total libertad a los actores para que propongan, y evidentemente hay algunos que están mejor que otros. Yo siento que todo el tiempo hemos tratado de tener una mirada respetuosa, digna. Pero al mismo tiempo reflejar que ‘Calichín’ no ha llegado a una gran ciudad, a Huancayo o Cusco, sino a un pueblito, como para demostrar que ya nadie quiere a ‘Calichín’. Y él tiene que llegar a ese lugar recóndito incluso por error.

Aldo: Este es un tema sensible, ahora nos afectan más estas cosas que hace 5 años, y eso está bien. Y por otro lado, la exacerbación de esa sensibilidad no está bien: Ahora si dices ‘Chino’ por la calle, te pueden calificar de racista. André Silva, por ejemplo, construye un dejo que está instalado dentro de un marco de actuación dramática. En cambio, Guille Castañeda construye su dejo dentro de un timing de comedia. Tulio Loza no tiene que construir nada porque… ¡es un genio! (risas) Tulio “juega” para él mismo, se ríe para él, se entiende solo. Y Ubaldo Huamán, un actor que me gusta mucho, habla de esa manera siempre.

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Ricardo: La clave es que esta es una mirada inocente, un estilo naif que lo que prentende es contarte la historia y que no te pierdas viendo la miseria o las carencias, y que más bien empieces a disfrutar de la caracterización que se hace de esos espacios.

«Las marcas van aprender que, a veces, tener tanta presencia les funciona en contra»

Ricardo, la película intenta, con mucho esfuerzo, nuevas maneras del product placement. ¿Cómo ves esa relación entre el marketing y la producción cinematográfica?

Lo veo como una oportunidad a mejorar, todos estamos aprendiendo, desde los realizadores hasta los anunciantes, las agencias de medios, etc. Pienso que esto es lo mejor que podemos hacer ahora. Pero estoy seguro que dentro de un tiempo vamos a mejorar enormemente. Sí, hay momentos en que el product placement es incómodo y podría ser más sutil, pero te garantizo que también podría ser peor.

Al final las marcas mismas van aprender que, a veces, tener tanta presencia les funciona en contra. Creo que estos pasos que estamos dando van a permitir que dentro de 10 años tengamos un cine muy diferente al que tenemos hoy, logrando que se decante un público más exigente, modelos de negocio alternativos, otros circuitos de distribución. Nos va permitir tener varios tipos de cine, independiente, de autor, taquillero, y ser exitoso en todos los flancos, tener público, tener premios.

¿Este cine comercial que vemos hoy es entonces un proceso en evolución?

Ricardo: Sí, no podemos hacer “Asu Mare” o “Calichín” para siempre, tenemos que ir avanzando. “Calichín” tiene un par de escenas que no eran digeribles para el gran público hace un par de años: por ejemplo la escena cuando él habla con su padre difunto, o la escena que abre la película donde ‘Calichín’ cuenta su sueño.

Cada nueva película tiene que ser un paso hacia adelante, en varios sentidos: hacia temas más profundos, hacia películas más sofisticadas, hacia product placements más sutiles, hacia modelos de negocio que no requieran de estas exigencias comerciales. Nuestra motivación es real y honesta, no es “como ya tenemos atrapado a todo el público, vamos a seguir dándole nostalgia noventera”. No, lo nuestro no va por ahí.

«Hay una exigencia muy dura al cine peruano»

¿Cómo reciben las críticas de cierto sector del público y de la crítica especializada respecto a que el cine que realizan es demasiado simple, que subestima al espectador?

Aldo: Creo que hay una exigencia muy dura al cine peruano de parte de la crítica, una exigencia que por momentos me parece mezquina, en el sentido que no se le exige lo mismo a películas gringas, a las comedias de Ben Stiller o Adam Sandler por ejemplo, que pueden ser bastante más burdas que muchas de las películas peruanas comerciales.

Un día me encontré con un crítico que había sido muy duro con “Atacada”, la película que dirigí el año pasado, conversamos y le agradecí un par de ideas que, dentro de todo, creí acertadas. Pero al final le dije lo pienso: “si tu algún día haces una crítica excelente, extraordinaria, eso sigue siendo mil veces más fácil de hacer que una película”.

La película está teniendo muy buena respuesta del público. ¿A qué factores creen que se deba esto?

Aldo: Para empezar, creo que ha tenido muy buena promoción. Pero eso no sirve de nada si la gente va al cine y no se divierte con la película. He podido estar en tres funciones, y veo que la gente la pasa bien, se ríe, entra al código de la película. Siento que el boca a boca va a ser bueno. Es que el tema es muy peruano, el padre ausente es una figura que nos afecta a todos de una u otra manera.

Ricardo: Creo que todos los que estamos involucrados en este proyecto sentimos mucha humildad, porque te estás enfrentando a fenómenos grandes, como el fútbol por ejemplo. La película en realidad no tiene un break-even point, en el que digas, a partir de esta cifra de espectadores ya estamos ganando. No, recuerda que esta es una película hecha con auspiciadores. Entonces, el tema va más por saber, ¿la gente se va enamorar de este contenido?, ¿‘Calichín’ será alguien que deje de ser nuestro y se convierta de la gente?. Yo ya estoy sintiendo que eso está sucediendo.

«Haré una nueva comedia con ‘Cachín’ y Tondero el 2017»

El alcalde Huancacusi (Tulio Loza) observa con extrañeza a sus súbditos.
El alcalde Huancacusi (Tulio Loza) observa con extrañeza a sus súbditos.
¿Cuáles son sus futuros proyectos en cine?

Ricardo: En Cine 70 ya estamos trabajando un nuevo proyecto con César de María. Y por mi parte, seguiré mi relación con Tondero, ahí haré una nueva comedia con Carlos Alcántara que se filmará a principios del 2017. Ya tenemos un guion y estamos trabajando activamente en ese proyecto.

Aldo: Como director he filmado dos nuevas películas este año. Esta situación especial se dió así: cuando iba a buscar auspiciadores, estos me pedían una comedia o una película de terror. Y yo tenía un drama, algo que no les interesaba. Entonces, con mi equipo de producción armamos un presupuesto conjunto para dos películas, el drama y una comedia que escribimos a pedido. Vendimos la comedia (de la cual aún no puedo adelantar nada por exigencias del contrato) y con el dinero restante pudimos rodar el drama, una historia más personal que se titula Sangra. Grita. Late!. Esa peli la tendremos lista aproximadamente en enero del 2017 y esperamos moverla en festivales.

Además, con nuestra distribuidora Cinecolor, el trato es que además de estrenar la comedia, también estrenen “Sangra…”. La comedia se estrenará en agosto 2017, yo la dirijo y también actuó ahí. Por último, he recibido el guion de una ópera prima, una comedia desaforada y delirante, al estilo de los Farrelly. Aun no sé si la haré, pero está muy bacán ese guion, la voy a pensar.

Entrevista realizada el 12 de noviembre, en Miraflores.
Foto de portada: Gabriel Páucar


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