Festival de Lima 2017: Crítica de «La idea de un lago», de la argentina Milagros Mumenthaler


Al igual que en su ópera prima «Abrir puertas y ventanas» (2011), la argentina Milagros Mumenthaler dispone un nuevo retrato desde la intimidad, solo que en esta ocasión no optando por la simpleza visual, lo que por cierto genera un complejo en el filme.

La idea de un lago (2016) hace alusión a los rezagos de la represión histórica desde la historia de Inés (Carla Crespo) y su familia, quienes convivieron por décadas con el trauma de la desaparición del padre. Mumenthaler convierte a su protagonista en fotógrafa y la lleva a una serie de dilemas y situaciones que terminarán por relacionar o evocar la ausencia de su progenitor. El estar a puertas de la publicación de su libro ilustrado, su embarazo, su complicada relación con su hermano y madre, y con su pareja, son circunstancias que se manifiestan a modo de ecos que remueven su pasado.

«La idea de un lago» se gesta en base a la memoria y las relaciones filiales. El recuerdo de lo frustrado ha generado síntomas que se reflejan en el presente y han sensibilizado los lazos familiares, además de las emociones personales. Lo reprimido, la devoción por cohabitar con el dolor en silencio, son actitudes que se repiten entre los deudos. Inés, sin embargo, ha comenzado a dar pautas de una intención por cerrar las heridas y reconciliarse con su pasado, a través de su publicación y de una acción que de alguna forma está en búsqueda de un cierre “real” respecto al tema del ausente.

La directora pone a su personaje principal a evocar continuamente los últimos recuerdos de su padre, y otros instantes que dan pauta de la lealtad de una esposa y la privación de un hermano, ello reflejado en el presente en un estado de preservación.

El filme aquí no hace más reminiscencia que el de la ausencia, el del dolor personal y familiar, no haciendo alusiones a cualquier ideología que pudiese haber sido la promotora de esa desaparición humana. «La idea de un lago» se empeña por sugerir lo emocional, esto desde una retrospectiva de la ensoñación. La visión del pasado del personaje de Inés se relaciona continuamente a estados alucinatorios que grafican o resarcen la carencia, tal como sucede en la emotiva secuencia de juego entre un auto y la versión infantil de la protagonista en el lago vacacional. Muy a pesar, Milagros Mumenthaler opta por un asedio simbólico, esto al punto de generar una poesía en exceso. De pronto la oda es repetitiva, aunque suceda con otras figuras o alucinaciones.


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