Dir. Clint Eastwood | 132 min. | EEUU
Intérpretes: Ryan Phillippe (John “Doc” Bradley), Adam Beach (Ira Hayes), Jesse Bradford (Rene Gagnon), Barry Pepper (Mike Strank), Jamie Bell (Ralph “Iggy” Ignatowski), John Benjamin Hickey (Keyes Beech), John Slattery (Bud Gerber), Melanie Lynskey (Pauline Harnois), Neal McDonough (Capitán), Paul Walker (Hank Hansen), Robert Patrick (Coronel Chandler Johnson).
Estreno en Perú: 25 de enero de 2007
El episodio de la Batalla de Iwo Jima perennizado en la famosa fotografía de los soldados levantando la bandera triunfal es el motivo que dispara este ambicioso y cuestionador proyecto de Eastwood, quien fiel a sí mismo nos presenta la historia detrás de la creación del mito, del tan exaltado acto patriótico. Es el inicio de un film complejo y hasta cierto punto fracturado (como no veíamos en Clint desde Midnight in the Garden of Good and Evil), una nueva mirada melancólica y desencantada que somete a cualquier auténtico grito de romántica victoria. En su parte americana, la mirada que nos ofrece Eastwood sobre el enfrentamiento en la lejana isla, sus consecuencias en los participantes y la escritura de la leyenda para ser memorizada por el pueblo norteamericano guarda solamente una sombra decepcionante. He allí que el titulo original aluda a las dos banderas que se izan y que habrán de representar lo opuesto la una de la otra: la primera verdaderamente heroica y de breve ondeo mientras que la segunda es una representación, una farsa que habrá de quedar registrada ante la mirada de la gran mayoría como símbolo mismo de la perversión de las “grandes causas” y que marcará para siempre las vidas de los padres y la nación.
No es de extrañar que el tan esperado díptico sobre la segunda guerra mundial en sus dos polos opuestos se haya iniciado con este filme crítico de las primeras planas jubilosas y exageradas, pero conmovedor con las voces que se escuchan detrás, las de los testigos anónimos y los que lo son menos. Es nuevamente la mirada a la verdad pérdida, escondida lejos del alcance del niño (la gran masa) incapaz de comprender los motivos o mecanismos de la vida (a la vista del gran padre). No es de extrañar entonces que las expectativas por ver un filme al estilo de Saving Private Ryan (como tanto se cacareaba) se vean absolutamente frustradas (a pesar de la presencia del mismo Steven como productor). Acaso si el recuerdo de los sucesos en cuestión se vuelve más difuso así mismo la película se organiza como un reportaje que busca reconstruir el rompecabezas separado bajo el trueno conjugado de cañones, metrallas y gritos. El molde mayor de Citizen Kane es convocado pero de una manera todavía más oscura e inclemente. La imagen inicial del soldado corriendo por las negras (fúnebres) tierras de la isla nos lleva a su seno en el recuerdo de uno de los sobrevivientes en el tiempo presente de la película y de ahí al inicio de la búsqueda por esa verdad fragmentada en los espíritus de los envejecidos combatientes que nos devuelven a los esperados días en las vísperas al choque. El desconcierto generado ya en los espectadores permanecerá invariablemente a lo largo del metraje hasta cierto punto dejando la impresión deliberada de irregularidad (en un cineasta tildado de clásico a secas).
Estas imágenes en el campo de batalla serán alternadas con las de otra campaña a la cual la película le dedica mucho más espacio. Los tres compañeros convertidos en héroes (a su pesar) serán los portavoces y representantes mismos del significado de aquélla foto convertida en material de propaganda y negocio. Ya no tiene importancia alguna quienes fueron los que enfrentaron a la muerte para ganar la cima y colocar el símbolo patrio, sólo vale aquello que se pueda aprovechar o moldear para crear el espectáculo (crítica dura a la fuente misma del país del norte que no deja de tocar a los espectadores que esperaban algo más convencional). Así se inicia toda una gira alrededor del país en el que tendrán que asumir su lugar dentro de la ilusión, la mentira (la foto), como la misma bandera que levantaron nuevamente por capricho de quien ellos mismo ni saben. Dos momentos extraordinarios son la expresión misma de este implacable retrato del consumismo como mecanismo del poder: la ascensión a ese monte de utilería en medio del partido de baseball con fuegos artificiales y aplausos del populorum, que se repite como leitmotiv, en el cual irán también remontando en sus memorias las verdades ocultas y nada útiles a la causa. La otra es la secuencia de la recepción donde se reunirán con las madres de los ausentes, incómodo momento para los promotores del show ante expresiones como un sentido abrazo de dolor.
» Lee más sobre La conquista del honor
Esta web usa cookies.