Falleció el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, autor de «2001, odisea del espacio»

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Hace unas tres horas se informó que el escritor de ciencia ficción y divulgación científica Arthur C. Clarke, autor del libro 2001: odisea del espacio, que inspiró a Stanley Kubrick para hacer una de sus mejores obras, ha fallecido a la edad de 90 años en Sri Lanka, país en el que radicaba desde 1956 y donde se había convertido en un extranjero célebre y reconocido oficialmente por las autoridades.

Clarke ha sido desde hace mucho tiempo una celebridad del cine sin serlo propiamente. Ello debido a su profética novela sobre el viaje al infinito, insólito blockbuster que le valió tal estrellato, el cual su reservado carácter sólo pudo sobrellevar en su lejano y exótico hogar asiático. ¿Acaso había previsto esto también?

La utilidad que le dio a la atención de sus aglomerados fans se concentró en dar a conocer sus teorías y aficiones por el futurismo y lo paranormal. Reflexiones filosóficas que muchas veces se ampliaron más allá de la literatura, y que gracias a las tentadoras editoriales de los 80 alargó su misteriosa aventura del monolito. Tal afán se extendió en una serie irregular que no dejó de coquetear con el cine en todos estos años. Pero el culto al misterioso Clarke pudo sobrevivir a estas concesiones y a otros traspiés como una acusación de pedofilia en 1998 a las vísperas de ser convertido en caballero de la corona británica.

Queremos quedarnos con la imagen de ese pensador sereno y sabio que imaginaba al hombre como un ser en constante cambio, pero conservando siempre su esencia. Desde aquel que contemplaba las estrellas desde el ras de la tierra, con los rugidos de sus depredadores tras él, hasta aquel que lo hacía desde la mágica y aparente levedad del exterior. Ambas son sobrecogedoras imágenes grabadas en la mente de todos aquellos que recuerdan los pasajes de 2001. Reflexión sobre nuestra verdadera misión todavía no resuelta y que se resume en esta parte final de la introducción de la novela, la cual escribiera junto a Stanley Kubrick:

No tenemos medio alguno de conjeturar cuántos de esos cielos e infiernos se encuentran habitados, y con que clase de criaturas: el más cercano de ellos está millones de veces más lejos que Marte o Venus, esas metas remotas aún para la próxima generación. Más las barreras de la distancia se están desmoronando, y día llegará en que daremos con nuestros iguales, o nuestros superiores, entre las estrellas.

Los hombres han sido lentos en encararse con esta perspectiva; algunos esperan aún que nunca se convertirá en realidad. No obstante, aumenta el número de los que se preguntan: ¿Por qué no han acontecido ya tales encuentros, puesto que nosotros mismos estamos a punto de aventurarnos en el espacio?

¿Por qué no, en efecto? Sólo hay una posible respuesta a esta muy razonable pregunta. Más recordad, por favor que ésta es sólo una obra de ficción.

La verdad, como siempre, será mucho más extraordinaria.

En diciembre pasado había cumplido noventa años. Échenle un vistazo a sus reflexiones en el marco de ese acontecimiento.

Esta entrada fue modificada por última vez en 6 de abril de 2008 1:17

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