Festival de Lima 2010: Lascars y Bedevilled

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Hay días pésimos que el cine nos tiene reservados, los mismos que de inmediato se vuelven de antología porque son imposibles de olvidar. Indefensos, tan sólo dependerá de nuestros reflejos y nuestras intuiciones darnos cuenta por dónde nos lleva las películas en esos malos días. Sobándome aún, cuento que tuve un día de paliza. De los aparentemente confiables Francia y Corea del Sur vinieron los golpes que me cogieron desprevenido y mal almorzado: el jab de izquierda lleva por nombre Lascars y el derechazo de knockout firma como Bedevilled.

De Francia, Lascars

Lascars, de Albert Pereira Lazaro y Emmanuel-Klotz, es una película [adult swim] por su contenido y temática; por su calidad, descartable y un grueso despropósito para el cine de animación. Es ideal para borracheras de adolescentes, que quieren carcajearse con chistes de junkies y de sexo explícito, risibles sólo para quienes poco y nada han visto de eso. En el recuerdo quedará como el compendio de toda la chabacanería de la urbe marginal francesa; en Lascars, ninfómanas con traseros grandes, vagonetas de jerga hiphopera y narcos sadomasoquistas pasean sus perversiones sin restricción, cuales peligros ambulantes. Ni el espectador se salva de sus chapucerías.

Desde el 2000, en Canal+, se emite su programa de TV de un minuto de duración. Dada su popularidad, nueve años después dio el salto al largo, de 93 minutos, llegando a Cannes para presentarse en la Semana de la Crítica, cuyo cartel nos permitió conocerla y después odiarla. Para concluir sin mayores detalles dolorosos, hagamos el ejercicio mental de fusionar a los Animaniacs con El Príncipe del Rap. Nada más que decir. Para entonces ya estaba groggy.

La surcoreana Bedevilled

Es una película bizarra hecha con mucha plata, lo que es casi una contradicción. Esta larga tortura trata muchos temas, aplica muchos estilos, visita muchos géneros y en todos se equivoca progresivamente, uno nunca se explica cómo Bedevilled, de Jang Cheol-soo, puede empeorar cada vez más y cómo puede gustar con sus pretensiones de discurso universal en clave torpe. La protagonista Hae-won es inútil, antipática, fácilmente suprimible, es la masacrada pueblerina Bok-nam la que se lleva la atención del director desde su aparición, siendo ella la protagonista de todos los subtextos de la película: barbarismo familiar, machismo a ultranza, venganza gore y denuncia social a la indiferencia frente a la violencia. Todo separadito, ordenado, para abordarse por turnos según cronómetro.

La calidad estética de Bedevilled es impecable, su fotografía respeta los tonos ocres en lo sórdido y los pasteles en lo campestre, las panorámicas proyectan la lejanía de la isla y la belleza del paraje. También las actuaciones son cabales, sin embargo, la película se desarrolla al tempo del despelote; los profesionales técnicos están bajo el mando de un apurado sabelotodo que no sabe nada. Las escenas dramáticas no son siquiera sensibleras sino maniqueas, tan trágicas y ralentizadas que irritan, y los momentos gore que más gustan son sólo chispazos que complacen ciertas perversiones muy cinéfilas (están ahí para hacerla pasar piola frente a los duros). Este engañamuchachos quiere salir bien librado de su descalabro y absurdo.

Es explotación pura, cierto, pero todo está muy calculado, muy producido. No es esta película serie B ni por error, mucho menos bizarra de espíritu, con su mucha plata y mucho metraje pretende gustar a todos un poquito, y en el peor de los casos divertir con su torpeza. Muchos fueron indulgentes con ella, por eso recorrió tanto. Y todavía quiere que la guiñe cual cómplice de sus mamarracherías después de hacerme sufrir tanto. Habráse creído.

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