El gran concierto (2009)

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Arte, política y Chaikovski. Estas tres palabras definen esta divertida comedia del director rumano Radu Mihaileanu, que en realidad es una sátira devastadora de las consecuencias del socialismo real sobre la esfera de la música en el contexto de la transición rusa al capitalismo. Un otrora famoso director de orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú ha sido rebajado al cargo de jefe de limpieza al oponerse la represión antisemita durante la era de Brezhnev (la película está basada en un caso real; degradaciones similares ocurrieron en la ex URSS y países de Europa del Este y –masivamente– en China durante la Revolución Cultural). El director, Andrei Filipov (interpretado por Alexei Guskov), buscará vengarse aprovechando una invitación para presentarse en París, suplantando a la orquesta con otra que él reunirá con los viejos músicos expulsados tres décadas atrás.

De esta forma queda planteado un esquema de farsa que funciona por contraste, oponiendo el mundo formal y oficial de la música clásica con el contexto informal del mundo real en el que viven (o, mejor, sobreviven) los músicos judíos despedidos que han reorganizado sus vidas de las maneras más extravagantes posibles, en una sociedad que se cae a pedazos. De este contrapunto saldrán innumerables situaciones de humor grueso y eficaz, que se mantienen hasta el final; constituyendo el principal soporte del filme y garantizando risas e hilaridad constantes, y en ocasiones delirantes. Cierto que algunos chistes son obvios y que los personajes de la troupé musical están pintados con trazos gruesos, pero como conjunto nos revela los fenómenos propios del capitalismo salvaje: los ex jerarcas comunistas transformados en nuevos burgueses, emergentes y brutales, así como el florecimiento de los mercados informales y el contrabando. De esta manera, Mihaileanu se burla tanto del comunismo como también de sus víctimas, los músicos judíos, evitando caer en el maniqueísmo y mostrando el contexto social y cultural de la época; pero siempre en clave farsesca, divertida a rabiar y no pretenciosa.

Dentro de este marco cómico es que se desarrollará un segundo plano narrativo y es que el viaje a París no busca solo una reivindicación política, sino también una reconciliación humana. Tanto el personaje principal (Filipov) como su ayudante (el violoncelista Sacha) y el antiguo manager comunista (Iván) que los acompaña, tienen sus propios motivos para la visita a esa ciudad, los dos primeros personales, y el tercero, político. Se establece así un contrapeso dramático al humor general de la obra, basado en un relato sentimental que desentrañará el origen de la expulsión de Filipov 30 años atrás y lo conectará con la joven violinista Anne-Marie Jacquet (interpretada por Mélanie Laurent); este relato, planteado al inicio de la cinta en relación con el concierto para violín y orquesta de Chaikovski constituirá el hilo narrativo que mantendrá el interés del espectador hasta el esperado clímax, el concierto en París. Paralelamente, tendremos un tercer contrapunto, ideológico, que contrapondrá el egoísmo artístico (subyacente a la historia de Filipov y su interpretación de la obra chaikovskiana) y el egoísmo político de Iván, quien busca el reencuentro con el pasado comunista en la capital francesa, compaginando esta motivación con un rasgo nostálgico que encaja muy bien con el relato principal.

Como vemos, la cinta desarrolla elementos dramáticos e ideológicos que van más allá de la caricatura o la farsa superficiales; pero sin abandonar nunca ese carácter popular y masivo que atrae en esta película. El nexo entre estos asuntos y el carácter ligero el embalaje general del producto es el concierto de Chaikovski. No sólo por la justificación dramática de su inclusión en el filme, sino también porque la música del compositor ruso prolonga y sostiene el sentimentalismo del hilo narrativo central. A ello coadyuvan los flashbacks de la interpretación de la misma obra, tres décadas atrás (con sonido distorsionado), que nos conducen a la extensa secuencia del concierto en París. Aquí se muestran amplios fragmentos del primer movimiento hasta su conclusión, así como el final del tercer y último tiempo. A través del montaje paralelo entenderemos el origen de toda la trama, pero también la resolución de los conflictos drámaticos principal (Filipov con Anne-Marie) y secundario (Filipov con Iván). Y luego de todo esto aún tendremos más de la música del compositor ruso, ya la pura música y con un espectacular montaje final que remata todos los paralelismos previos.

En suma, El gran concierto es una entretenida película de divulgación sobre las relaciones entre arte y política en el contexto post perestroika, a partir de una obra de Chaikovski; todos temas “serios”, pero recurriendo a un formato de comedia eficaz. El complejo desarrollo de las líneas narrativas e ideológicas, así como el manejo efectivo de los paralelismos cinematográficos en torno a una construcción dramática impecable está a la base del éxito de esta película. La combinación entre asuntos relevantes y artísticos con un tratamiento de comedia ligera y chispeante constituye el principal logro de esta original cinta. Y muestra una vocación al interior del cine europeo por tratar sus temas habituales pero dirigiéndolos hacia todo público. Altamente recomendable y disfrutable.

Le concert. Dir. Radu Mihaileanu | 119 min. | Francia, Italia, Rumanía, Bélgica, Rusia.

Intérpretes: François Berléand (Olivier), Mélanie Laurent (Anne-Marie Jaquet), Alexei Guskov (Andrei Filipov), Dimitri Nazarov (Sacha), Valeri Barinov (Iván), Miou-Miou(Guylène).
Guión: Radu Mihaileanu, Matthew Robbins, Alain-Michael Blanc; basado en la historia original de Hector Cabello Reyes y Thierry Degrandi.
Música: Armand Amar.

Estreno en España: 12 de marzo de 2010
Estreno en Perú: 10 de febrero de 2011

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