Festival de Lima 2014: «Climas» de Enrica Pérez


Climas: el colegio y la Iglesia

La significación no es recetario de postres y ningún significado es algo cocinado. Al arte cinematográfico, como a cualquier otro, no le corresponde desenvolverse excluyentemente en el campo de la significación sino en sus fronteras. Pero la carga cultural, apoyada por el constructo educativo, bien puede limitar la imaginación y, como el caso, la aproximación a una contribución estética de un creador. La directora Enrica Pérez debió haber terminado el colegio «sabiendo» que el Perú es Costa, Sierra y Selva. Que en el Perú, casi como en guetos, vive gente muy disímil, si acaso, conviviendo un poco. Y qué lindos son los ríos de la selva, las casas de playa de Asia y los cerros de la sierra. Seguramente en Lima muchos deben aplaudir el concepto. No es mi caso.

Podríamos ceder a la reducción geográfica del concepto región que Climas arrima: Pucallpa, Huaraz y Lima como abanico del Perú. Mas el cómo apuntar al enmarcamiento de su regionalización tiene la sutileza de una ballena ciega y sorda. A cada región le sobran puestas de cámara que en realidad sólo están ahí no en función de un uso narrativo de la panorámica sino del mero muestrario de locaciones de publicidad turística. Es como si hubiesen salido los asistentes de producción a buscar el cliché más resolutista al cuestionamiento de qué es una sierra –un manojo de montañas y unas casas adustas–, una selva –un montón de casas adustas, ríos y árboles–, y Lima –un conjunto de casas de catálogo, una ciudad moderna y el mar–. Y luego se rueda con lentes anchos, se filman paisajes, y se conforman con el beneplácito y buscado halago de tener «lindas tomas del Perú». Pero aun lo infantil de esta intención, donde los grises no podrían reclamar espacio, coincidir con ello no tiene por qué conllevar sus reducciones a una suerte de ordenamiento de clases, razas y actitudes culturales.

A mí no se me va a pasar por alto que sea solamente en la Costa, en Lima, donde se perciba una nulidad de carencias económicas en los protagonistas de su historia, o que además sean todos blancos. No se me va a pasar que sea en la historia de la sierra donde hay un ladrón. Y tampoco puedo aplaudir que sea en la selva donde una adolescente quiere tener sexo lo más pronto posible, o que sea allí donde sus mujeres carezcan de prendas largas: no puedo disculpar las infelices coincidencias que la película de Enrica Pérez tiene sobre los arquetipos reaccionarios de la sociedad de clases en el Perú. ¿En tiempo de Añaños en la sierra siguen en la edad de piedra? ¿En tiempos de reggaeton en la selva siguen bailando (porque claro, allá la gente siempre anda bailando) cumbia? El problema de abrazar los paternalismos limeños cobran la factura en la prolongación de los significados en los adjetivos serrano, selvático, o pituca limeña, por ejemplo; y luego el papel de Climas es el mismo que el de una producción televisiva de la capital sobre las regiones en el Perú. Un informe, no una obra, que filma bien sus exteriores–día en paisajes donde es bastante difícil que salga mal la imagen, pero que no sirve para poner en crisis nada y cuyo fin parece ser que uno salga de la sala pensando en el Perú según PromPerú.

Pero Pérez dirá que su película además ha decidido abordar la visión de la mujer. En la primera historia pone a una adolescente que quiere tener sexo hasta que lo hace, la segunda a una mujer que tiene miedo de volver a abortar, y la última a una madre que perdona al hijo ladrón. En Climas la visión de la mujer en todos los casos tiene más que ver con la potencialidad del sexo que con la condición del ser humano de género femenino. Y ahí vuelve a ocurrir lo que le pasa con su visión del Perú. La concreción del sexo puede resultar en la muerte del feto, o se puede tener al hijo y éste puede resultar ser un ladrón, gente abominable y sin espíritu según este corsé, pero habrá que seguir amándolo, o finalmente, el sexo puede ser vacío.

Esta visión Mujer casos de la vida real es grave cuando es condenatoriamente moralista, como lo es concretamente en la primera historia, cuando después de haberlo perseguido y conquistado, la adolescente finalmente convence a su tío de fornicar, pero en este plano secuencia, el más largo de la película, ocurre que se tiene sexo, fuera de campo para efectos de no quedar mal con nadie como parece gustarle a Pérez, y al tenerlo poco parece haber de goce, para finalmente, acabado el acto, dejar la sensación de haber hecho algo incorrecto mientras sostiene una mirada aturdida y descompuesta de su protagonista. Si no ha sido suficiente martirizar al personaje por su impulso sexual haciéndola pasar vergüenzas por su desnudez o exhibiendo las intrigas que le plantea su mejor amiga por haberse calentado por su tío (personaje ultra sexualizado), en un último momento se propone al sexo como un camino al vacío espiritual, borrando la palabra placer como le encantaría a la Santa Iglesia Católica. Y luego a todas las historias les invade cierta culpa por la consecuencia de una relación sexual. El psicoanálisis no es lo mío, pero solía creer que fijar culpa en las relaciones sexuales de las mujeres era una herramienta del machismo de nuestra sociedad, como también lo es aquel discurso donde la mujer es ante todo una potencial madre.

Luego, Climas es machista.


5 respuestas

  1. Avatar de José Sosa
    José Sosa

    A mi en lo personal no me atraen este tipo de películas, pero comenzar una crítica asumiendo como es que pensaba el director/a al terminar el colegio (y encima asumiendo algo totalmente despreciativo) me parece una muestra de arrogancia y poca seriedad descomunal.

  2. Avatar de Karina Silva
    Karina Silva

    Qué pena realmente los comentarios de este señor. Se nota que no entendió NADA de la película. Yo fui a verla el lunes pasado con un grupo grande de amigos y nos fascinó. Nos pareció realmente maravillosa, tierna, sutil, visualmente potente, humana y con grandes actuaciones. No es común tener una película peruana de esta calidad en los cines. La crítica que se le hace es totalmente injusta. Ojalá se estrene pronto en la cartelera comercial. Ojalá el público la pueda ir a ver y ojalá la gente que lea esta crítica no se deje influenciar por estos comentarios tan tristes.

  3. Avatar de Ana María Murrugarra
    Ana María Murrugarra

    Quisiera dar algunas opiniones sobre su comentario de la película «Climas»
    En el primer párrafo se siente una aversión hacia la persona en sí, por la procedencia del colegio en el que estudió. Eso denota cierto resentimiento del comentarista, más aún cuando hace referencia a las playas de Asia, que no tienen nada que ver con la historia de la costa. Parece que no entendió al decir que hubo un aborto y no una niña muerta en un accidente, que es lo que sucede en la narración. Es comprensible en personas que se nublan cuando tienen una idea preconcebida.
    Sobre el segundo párrafo, su mirada sigue siendo de ángulo simplista. Vió los paisajes, no las miradas de las protagonistas. No sus anhelos, sí su vestimenta. No su dolor, sí su casa. No su amor, sí al hijo ladrón. Es una pena, se perdió lo mejor de las emociones, en aras de los paisajes que eran complementarios.
    El tercer párrafo, ni comentar. Sigue enfocado en la lucha de clases, desigualdades sociales, reivindicaciones , etc, etc , etc.
    Cuarto párrafo, el machismo es definido, como la falta de conexión con lo femenino. La falta de comprensión hacia las angustias de la mujer y parece que el comentarista no entiende nada de estos asuntos. Donde hubo un despertar lleno de intriga e ilusión, él vio sólo búsqueda de sexo. Donde hubo dolor por la pérdida, él vió sólo disyuntiva de aborto. Donde había paz, amor por su entorno y los suyos, él vió, hijo ladrón, entorno pobre..
    Pero así es el arte, subjetivo.
    La sensibilidad no es igual en todas las personas.

    1. Avatar de Carlos

      Gracias por leerla y por tomarse el tiempo de compartir sus opiniones.
      No sé si sobre la segunda historia sea necesaria la desambigüación de la razón del miedo a la reproducción cuando la protagonista concentra su pesar en ello más que en el motivo, pero claro, es posible mi error de interpretación. Pero la casa aquella en la playa bien podría ser una de esas de Playa Blanca, más fuera de ello: mi crítica es sobre la instrumentalidad de los decorados. Plantea usted que estos corresponden a una subjetiva del espacio en relación de los protagónicos: es una asociación caprichosa, no veo en el montaje una herramienta que aspire a esa intención.
      Fuera de la «ilusión», «dolor» o «amor por los suyos» que menciona, tiene mucha razón al decir que la sensibilidad no es igual en todos. Agregaría que tampoco lo es la sensibilería. Sobre que entienda o no a la mujer, por supuesto el tema me quedará grande, como a muchos, pero si usted trata de justificar a una obra por discurrir en las «angustias de la mujer» haría lo que el feminismo más hueco ha planteado por décadas: contribuir a una causa reinvindicatoria de un grupo y extender un sesgo entre los hombres. Se equivocaría usted al pensar que todo es subjetivo. Los elementos de estas historias están ahí, y aunque tratemos de despreciar unos sobre otros, lo cierto es que la sumatoria explicita un punto de vista moral trillado y opaco, y no creo que estemos en un contexto dónde podamos obviar esto alegre, y quizá, solemnemente.
      Saludos.

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