Crítica de «Under the Skin», con Scarlett Johansson

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Si la presencia de enfermas mentales reales fue el “gancho” de Camille Claudel 1915 (el filme de Bruno Dumont), el anuncio de desnudos de la actriz Scarlett Johannson es el “gancho” de Bajo la piel, la cinta del director Jonathan Glazer. Y así como en la película de Dumont, en la de Glazer el público (o una buena parte del mismo) también verá frustradas sus expectativas, aunque por razones más atendibles que en la cinta francesa.

En efecto, Johansson aparece claramente desnuda y de cuerpo entero en suficientes momentos del filme para que podamos apreciarla tal como vino al mundo. Sin embargo, ha sido filmada con notorios distanciamiento y objetividad, generalmente en planos muy abiertos o en primeros planos, donde la actriz destaca por su contención interpretativa y una analítica inexpresividad, no carente de sutileza; de tal forma que Johansson queda despojada de toda el aura de sensualidad y hasta voluptuosidad con la que suele ser asociada. De hecho, los muy escasos momentos en los que la cámara se solaza con su cuerpo es para mostrarnos sus costillas o su omóplato.

Johansson se separa un tanto de su imagen habitual de femme fatale.

Además, personifica a una extraterrestre que –oh, ironías del destino– seduce a seres humanos marginales para luego hundirlos en una especie de lago o pantano virtual hasta desaparecerlos. Y así como no hay sensualidad en su comportamiento, tampoco hay mucho de terrorífico en su accionar. Ella desarrolla su trabajo como una labor casi rutinaria, no se relaciona con prostitutas –como podría pensarse– sino que más bien tiene la apariencia de una asistenta social; apariencia que se disipa, claro, cuando vemos el destino final de sus víctimas.

Por consiguiente, quienes acudan a ver esta película incentivados por el morbo de observar a una sex symbol en su desnudez más cruda se verán frustrados por este comportamiento frío y, por momentos, robótico del personaje. Más aun si consideramos que sus “conquistas” iniciales son pastrulos que pululan en las discotecas en busca de algún afortunado encuentro que satisfaga deseos carnales del tipo choque y fuga; lo que no ayudará a la identificación de ese tipo de espectador que sueña en seducir o ser seducido por la diva. Posteriormente, sus víctimas, siempre escogidas al azar, tendrán características distintas (que llegarán a sugerir relaciones) que van más allá de lo sexual. De esta forma, la actriz puede burlarse de quienes la encasillan como una femme fatale y, a la vez, desmarcarse del estereotipo, aunque sin dejar de mantenerlo ya que su papel le exige serlo, pero de manera muy distinta a lo que pudiera imaginar inicialmente esa clase de espectador (¿quizás tú, hypocrite lecteur?).

Muy distinta porque –a diferencia de Camille Claudel, que no ofrece nada a cambio de su gancho marquetero, salvo la notable interpretación de Juliette Binoche– Glazer sí presenta una obra coherente y con varios aspectos artísticamente relevantes. Quizás el más importante sea el hecho de que la narración sea puramente visual y se manifieste por las acciones y el comportamiento de los personajes, antes que por sus diálogos o dichos. Esto, por sí solo, provoca verdaderos orgasmos entre los críticos; orgasmos intelectuales (porsiaca), los que generan alabanzas que van de entusiastas a desmesuradas, y que en este caso no convencen del todo, como detallaré más adelante.

Pese a cierta desafección, Under the Skin logra una narración consistente.

Un segundo punto a favor es un cierto minimalismo en la producción, empezando por ser un filme de relativamente bajo presupuesto. Transcurre mayormente en exteriores, al interior de vehículos donde la protagonista sale de “cacería”, en el centro y en barrios marginales de Glasgow, y, finalmente, en localidades rurales escocesas. Las escenas en interiores ocurren en viviendas precarias o semi abandonadas, discotecas y otras locaciones apenas mejores que las anteriores. Prima la noche sobre el día, la opacidad frente a la (pobre) luminosidad, los espacios cerrados sobre los abiertos. Se construye en este contexto una sensación de extrañeza que se apoya en el recurso al tempo lento y un casi abuso de los tiempos muertos, varios de los cuales llegan a ser hipnóticos (gracias al buen trabajo de cámara), aunque otros… mmmpf. A ello debe añadirse una banda sonara que explota el sonido ambiental y el silencio, además de una apropiada partitura musical; produciéndose así una cierta tensión que busca sostener la intriga durante la mayor parte del metraje. En tanto, los diálogos son pocos y al inicio repetitivos, no nos dicen mucho del trasfondo mental de la protagonista, no hay motivaciones ni explicaciones explícitas, y así Glazer consigue un “misterio” mucho más logrado que el fallido intento de Dumont en Camille Claudel.

También colabora a ello los efectos especiales, que comparten esa austeridad que caracteriza la dirección artística y en general la puesta en escena. Así como se elude el glamour en la interpretación de Johannson (por cierto, ataviada y maquillada de manera un poco vulgar), el director evita también la espectacularidad y nos ofrece más bien momentos de inquietante intimidad, los que no son óbice para incluir algún sugerente paralelo con los efectos especiales de la monumental 2001 Odisea de espacio, de Kubrick. Hay también un personaje físicamente deforme cuya presencia resulta más justificada que las enfermas mentales en la cinta de Dumont; y con su breve papel en Bajo la piel, Glazer alcanza lo que el director francés no consigue: una grieta por donde se filtra algo de emoción en esta distante y fría narración audiovisual.

El paisaje y la caracterización de la actriz principal reflejan la opacidad imperante en la obra.

Otro aspecto interesante es el uso del paisaje natural escocés, en el tramo final de la obra. No se despliega aquí el toque turístico que suponen los riscos al pie del mar, tan típicos de ese país, ni las extensas planicies propicias para el pastoreo de vacas y ovejas, tan caras a la flemática parsimonia campestre británica. Se nos muestra, en cambio, el interior de un bosque más bien agreste y compacto, continuación natural de las locaciones sombrías, oscuras y claustrofóbicas que vimos antes en las zonas urbanas. (A ello añadiría, ya de manera absolutamente personal, que estos ambientes escoceses resultaron ser los mismos en los que transcurría un cuento de Alice Munro«Agárrame fuerte, no me sueltes»– que estaba leyendo en los días que vi la película; lo que resultó sorprendente ya que esta escritora normalmente ubica sus historias en Canadá. En todo caso, esos exteriores rurales me ayudaron a complementar la sutileza y encanto que caracteriza la narración de Munro).

Estamos, pues, ante una película más que interesante y con varios elementos disfrutables dentro de un enfoque artístico homogéneo. Entonces, ¿por qué no nos convence del todo, qué es lo que falla?

Un primer problema sería que la sensación de extrañeza que tan eficazmente construye Glazer se prolonga más de lo debido, de tal forma que cuando empieza la transformación del personaje y ocurren los incidentes que conducirán al clímax, lo tomamos como una prolongación o sucedáneo de ese efecto: a lo extraño se añaden nuevas situaciones (más) extrañas, cuando en realidad se trata ya de otra cosa, de un cambio fundamental para la protagonista. Esta sensación de puro extrañamiento se refuerza con el tratamiento objetivo (desdramatizador) en el que se mantienen las escenas finales de la película, las que muestran un desborde dramático relativamente inesperado y una ligera aceleración del tempo, en relación con lo acontecido hasta entonces en buena parte del filme.

Scarlett Johansson y Jonathan Glazer en la Muestra Internacional de Arte Cinematográfico de la Bienal de Venecia en 2013.

El resultado de esto es que recién al final, en el desenlace (y, en mi caso, en el bello plano conclusivo), es que nos enganchamos emocionalmente con esta película. Pero ya muy tarde. Los ganchos efectivos por lo general aparecen al inicio y se reproducen al medio, no al final de la obra; además, no hay un efecto retroactivo, que (des)cubra emocionalmente la amenazante dureza que ha implantado un tratamiento casi totalmente frío y distante. En suma, para sentirse “tocado” por unos escasos momentos en el cierre de un filme, mejor ver cualquier tráiler de películas de Malick.

Otra posible debilidad es preguntarse de qué va esta película, qué es lo que quiere decirnos. No es un asunto fundamental, ya que lo importante son los valores artísticos y cinematográficos con que la historia ha sido contada, y que en esta obra son relevantes. No obstante, es pertinente hacerse tal interrogante por tratarse de una obra de ciencia ficción, género que muchas veces nos remite a una reflexión sobre lo humano (o lo social). No puedo discutir este tema con mayor amplitud para evitar el spoiler, pero sí puedo adelantar que se trata de una alegoría sobre la imposibilidad (de la consumación) del amor, en este caso, por razones físicas; siendo, sin embargo, una alegoría muy simple, liviana, que finalmente resulta también un poco obvia. Por tanto, ese “misterio” que Glazer se había esmerado tanto en construir termina evidenciándose cuando las desventuras de los humanos se trasladan al campo de la extraterrestre (aun así, Bajo la piel sigue siendo superior, también en este aspecto, a la cinta de Dumont).

Lo cual es consistente con ese cierto minimalismo que apuntábamos más arriba, esa austeridad de la puesta en escena, que en este plano narrativo se expresa como una metáfora ligera y hasta un poco manida. Estamos ante una obra pequeña, no pretenciosa, bastante intimista y casi camerística. Quizás la calificación apropiada sea light, una cinta muy ligerita en lo emocional y, a la vez, en su capacidad de generar un sentido que trascienda el lugar común de tantas películas sci-fi.

No obstante, estas atingencias no llegan a desbalancear la cinta ni tampoco pesan tanto como para anular sus indudables valores artísticos. Gustará a aquellos que disfrutan de las películas experimentales (o sea, de festival), no convencerá del todo a algunos (como quien suscribe) y resultará insoportable para los que buscan entretenimiento sexy, llevados de las narices por el aura de sensualidad angelical atribuida a la actriz protagonista.

Under the Skin
Reino Unido, 2014, 107 min.
Dirección: Jonathan Glazer.
Intérpretes: Scarlett Johansson. Guion: Walter Campbell y Jonathan Glazer, basado en la novela de Michel Faber. Producción: Nick Wechsler y James Wilson. Música: Mica Levi. Fotografía: Daniel Landin. Montaje: Paul Watts. Diseño de producción: Chris Oddy.

Ver comentarios

  • No entiendo por qué el señor Beteta escribe tan extenso texto sobre una película que no se ha estrenado en Lima. Debería concentrarse en los estrenos de cartelera.

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