Festival de Lima 2015: En «Aurora», el chileno Rodrigo Sepúlveda recrea una metáfora sobre la memoria


En un principio Aurora (2014) se manifiesta como un drama extravagante: la historia de una mujer obstinada con la adopción de una recién nacida hallada muerta en un vertedero.

Parece apuntar a ser la crónica de una obsesión absurda. Desde que Sofía (Amparo Noguera), una profesora de edad madura, se ha enterado que el cuerpo de la menor no ha sido reclamado, ella se ha empecinado en solicitar sus restos a fin de otorgarle los derechos que, dadas las circunstancias, las oficinas públicas no le adjudican; el de brindarle una identidad y una posterior sepultura al cadáver.

La mujer para esto tendrá que hacer vigilia a un protocolo. Es la burocracia legal, la misma que comienza a ponerle diversas trabas, obstáculos que por cierto no decrecen el ánimo de la educadora, sino todo lo contrario. Es como si el engorroso trámite la motivara.

En base a esto, se va generando una fractura: una mujer que va fundando un perfil anormal a medida que los personajes que la rodean han puesto en duda su salubridad mental.

El director Rodrigo Sepúlveda parece provocar adrede una lectura fallida de su protagonista. Durante su iniciativa, la maestra irá asumiendo una naturaleza anómala. Su sesgo perfila un aire sombrío y enfermizo. Su obsesión de pronto ha comenzado a perturbar su rutina laboral e íntima. Su frecuencia a una morgue y a un juzgado es hostigante.

Lo que a inicio simulaba una petición personal, la mujer lo va difundiendo a nivel comunitario. La actitud de Sofía, sin embargo, va más allá de un empecinamiento producto de una demencia. «Aurora» poco a poco va desembocando a un mensaje reflexivo sobre la condición humana.

Este filme chileno es consciente al momento de plantear una mujer inclinada a un carácter mesiánico, uno que es observado por algunos personajes con indiferencia o como un acto de demencia. La historia de Sofía, desde dicha perspectiva, simula convertirse en una versión derivada de algún pasaje bíblico.

En una secuencia final de la película, su atmósfera deprimente se deja de lado para ser reemplazada por una melodía triunfal. Más que una marcha fúnebre, una breve multitud asciende por una colina dando señas de victoria. El verdor de la misma hace contraste con la paleta de grises que habitualmente lucía impreso dicho balneario chileno.

Sepúlveda recrea una metáfora sobre la memoria, la que recientemente se ha examinado en documentales como La imagen ausente (2013) o The Look of Silence (2015). Aurora, sin embargo, no apela a un carácter histórico. La protagonista del filme avala a un compromiso innato. Así como existen deudos de conflictos armados en búsqueda de sus desaparecidos, Rodrigo Sepúlveda funda a un personaje utópico que está consciente de esos “otros” desaparecidos anónimos.

Funciones:
Sábado 8, 7:30pm, Cineplanet Alcázar
Domingo 9, 2:30pm, CCPUCP Sala Roja
Viernes 14, 2:30pm, Cineplanet Alcázar
Sábado 15, 7:30pm, Cineplanet Primavera


Una respuesta

  1. Información Bitacoras.com

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