Cine Peruano

[Entrevista] Festival de Lima: Núria Frigola, directora de «El canto de las mariposas»

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Luego de haber realizado algunos cortometrajes documentales, entre ellos «Cebiche y pa amb tomata» (2015), la realizadora catalana-peruana Núria Frigola Torrent (Besalú, 1981) incursiona en el largometraje con el film «El canto de las mariposas». En este documental, la realizadora acompaña al artista uitoto Rember Yahuarcani en su viaje de regreso a casa, partiendo de su taller en el corazón de Lima hasta su comunidad de origen, ubicada en Pebas, en el distrito Mariscal Castilla, en Loreto. La película apela a lo sensorial, a través de imágenes y sonidos que remiten a las pinturas del artista, siguiéndolo en búsqueda de una inspiración perdida, resumida en la voz de su abuela Martha.

La película destaca por su acercamiento respetuoso a la intimidad familiar del artista y la indagación en los orígenes de un creador, intentando no caer en la representación exótica de una comunidad nativa en el corazón de la Amazonía.

A propósito de su estreno en el Perú, en la competencia documental del Festival de Cine de Lima, conversamos aquí con la directora Núria Frigola:

Núria, ¿cómo llegaste al personaje protagonista de tu película, Rember Yahuarcani? ¿Qué te llevó a acompañarlo en su regreso a sus raíces? – Con Rember nos conocimos en 2014, en un café en el centro de Lima. Yo estaba buscando posibles protagonistas para la película, que todavía no tenía una forma concreta, pero ya estaba buscando personas indígenas amazónicas que vivieran en Lima. 

En ese primer encuentro, Rember citó a su abuela Martha y me dijo una frase que quedó reverberando en mi cabeza y que, espero, está en la esencia de la película: “Mi abuela Martha decía que un buen Uitoto es quien conoce su historia y sabe transmitirla”.

Siempre me ha interesado mucho el tema de la identidad cultural, saber de dónde venimos para ubicarnos en el mundo. Este fue un punto de encuentro con Rember, y por esto emprendimos el viaje –a la vez simbólico y literal- de retorno al origen. 

¿Cómo fue el proceso de producción en general? ¿Desde cuándo venías trabajando en esta película? ¿Cómo lo has ido financiando? – Hace un par de años, llevé un curso online de distribución de cine. Y el profesor, un profesional de la distribución, nos hizo definir nuestros proyectos en términos de la industria y “El canto de las mariposas” quedó resumido a: “documental independiente, de bajo presupuesto, sin talento conocido y tema de derechos humanos”. Así que comprenderás que atravesamos todas las vicisitudes del cine independiente, y en particular quedarnos sin financiamiento más de una vez. Esto alargó el proceso a más de cinco años: empecé la investigación en 2014; el primer rodaje fue en 2016 y el último el año pasado, y estrenamos este 2020. Pero como me decía Javier Corcuera, que acompañó creativamente el proceso desde 2017, “el tiempo juega a favor del documental”. Creo que todos los retrasos fueron para el bien de la película.

Al iniciar la película, conocemos a Rember como un artista migrante en medio de una ciudad ajena, con la mochila lista, alguien que parece estar siempre en tránsito, buscando inspiración y buscando sus orígenes. ¿Son estos elementos que tienen alguna resonancia con tu propia biografía? – Sé que puede sonar raro que yo, una mujer del sur de Europa, diga que encontré en Rember un espejo, siendo él un hombre amazónico. Pero en realidad así fue. Hay diferencias evidentes, pero también hay muchos puntos de encuentro: ambos somos migrantes, ambos tenemos un origen que nos da una identidad cultural y una raíz muy concreta, nuestras familias son de clase media y permanecen donde nacimos… Y un elemento clave es que ambos hemos recibido mucha guía de nuestros abuelos y abuelas, que arrastran historias tanto de felicidad como de tragedia; alegrías mezcladas con guerras.

En pleno proceso creativo, yo imaginaba cómo ambos –tanto Rember como yo- tratábamos de cumplir la misión de la abuela Martha de “contar y transmitir la historia”, a través de la creatividad y contando historias. Y espero que juntos lo hayamos logrado.

Visualmente la película parece inspirarse en las pinturas de Rember, en su ánimo reflexivo y cuestionador. ¿Cómo fue el trabajo de fotografía con Nicolás Landa? – Trabajar con Nico ha sido una colaboración hermosa. En primer lugar, intentamos que la fotografía tuviera mucho respeto hacia las pinturas de Rember y Santiago: retratar el trabajo de artistas plásticos requiere un cuidado especial.

Además, nos permitió algunos juegos, como intentar buscar en los paisajes de la selva los mundos retratados en los cuadros. Esto fue muy divertido: hacer scouting de árboles y de ríos con la familia de Rember, que eran parte del equipo de producción en los rodajes, buscando referencias en las pinturas. Luego también teníamos la premisa de una fotografía cercana a los personajes, muy horizontal; e intentar alejarnos de preciosismos muy tentadores en la selva, para dejar que la belleza se revelara de forma más sutil.

Hay escenas grabadas por Carlos Sánchez y por Rodolfo Arrascue, dos grandes fotógrafos de documental, que han aportado mucho a la película.

Rember Yahuarcani, junto a la directora Núria Frigola, durante el rodaje del documental.

¿Tuviste algunos referentes al momento de la realización del documental? Películas, directores u otras obras que te hayan servido de inspiración. – Sí, varios y, en verdad, bastante eclécticos. En primer lugar, yo vengo de la escuela de producción Guarango, donde trabajé 4 años, que a su vez es heredera de Chaski. Luego, como mencioné, Javier Corcuera acompañó el guion y edición desde 2017, y nos ha ayudado mucho a orientar la historia. Y durante el proceso creativo he podido conversar con creadores que en pequeñas charlas me han regalado grandes consejos, como Mary Jiménez o Everardo González.

En edición, algo muy gracioso que hacíamos con Nicolé [Hurtado] es que, cuando estábamos estancadas en alguna escena, re veíamos algún fragmento de “Nostalgia de la luz” o de “El botón de Nácar”, de Patricio Guzmán y decíamos: “a ver, veamos un poco de lo que hace el gran maestro”, y al ver todos los recursos que él usa, los sonidos, música, material de archivo… y cómo los mezcla con libertad total, nos ayudaba a buscar salidas creativas, y solía desatascarnos. Obviamente, salvando las distancias…

Así como este es tu primer largometraje, lo es para Nicolé Hurtado, la editora del film. ¿Cómo trabajaste con ella ese proceso tan complejo y vital, sobre todo en una película documental? – El montaje, que fue entre 2018 y 2019, fue la fase de mayor disfrute. Empezamos a editar solo con la mitad de la película rodada, pero ya había encontrado el camino de la película (algo que en los primeros rodajes, que eran más de investigación, no tenía tan claro). Además, pudimos participar en dos labs de edición, en el Festival de Guadalajara y en DocsMx, que enriquecieron mucho el proyecto.

Con Nicolé trabajamos sin juzgarnos y con la premisa de “no hay malas ideas, e incluso lo que no funciona puede llevarnos a algo que sí”. Ha sido tan bonito que seguimos trabajando juntas ahora en la Plaza Media, el área de cine y audiovisual de Teatro La Plaza. 

Siendo una película que apela mucho a lo sensorial, a la fuerza de las imágenes y los sonidos de la naturaleza y del idioma originario, la música es también un aspecto importante. ¿Cómo trabajaste la banda sonora con Karin Zielinski? Quien sí tiene una experiencia ya algo más extensa en el cine. – Sí, Karin tiene ya muchos títulos en su filmografía, ¡y se nota! Trabajamos conceptualmente, queríamos que el universo sonoro y musical reflejara los dos mundos de la película: el más cotidiano y el más mágico. Siempre supimos que la música tenía que ser sutil y a la vez alejada de lo “ancestral”. Queríamos representar sonoramente el espíritu de la abuela Martha, más allá de su voz. Fue un proceso bastante rápido y fluido, nos pusimos de acuerdo con facilidad y en dos meses se cerró la banda musical.

La película estuvo seleccionada en el Festival de Guadalajara, pero este se canceló al iniciarse la pandemia. Luego, logró tener su estreno digital en el Hotdocs Festival. ¿Cómo ha sido esta experiencia tan singular de estrenar tu primera película en medio de tanta incertidumbre, y en un formato online? – Así es: entramos en cuarentena a pocos días de viajar a Guadalajara a estrenarla. Ese festival se ha pospuesto hasta que pueda ser presencial, y HotDocs nos propuso una versión online, y aceptamos. El productor Rolando Toledo y yo, creemos por un lado que hay que seguir adelante en este circuito online, al menos para festivales, porque no sabemos cuánto tiempo durará la pandemia. Y por otro lado también tenemos claro que sí queremos esperar a poder hacer una buena difusión presencial en Perú, para presentar la película en las comunidades loretanas junto a los protagonistas, y en Lima junto a una exposición. Esto será a fines de 2021 o quizás 2022… quién sabe, cuando se pueda.

¿Has podido recibir algún feedback luego de ese pase en Toronto? – Esta es la parte triste de la difusión online: se recibe muy poco feedback, porque no se da el momento mágico de compartir colectivamente la proyección y sentir las reacciones del público. Pensábamos viajar a Toronto con Rember, y todo quedó trunco. De Canadá, el poco feedback que tuvimos fue de periodistas que nos entrevistaron y de los programadores, pero no sabemos cómo fue la reacción del público más general, porque cada persona vio la película en su casa…

¿Qué planes a continuación con la película, luego de su pase en el Festival de Lima? – Seguiremos buscando un circuito de festivales online, hasta mitad de 2021. Y luego, reservaremos el estreno presencial en Perú para cuando se pueda, y poder hacer acciones bonitas que combinen exposición de arte y pases comunitarios. Iremos viendo.

Quisiera pedirte tu opinión respecto al momento actual que vive el cine peruano, golpeado en sus bases por la pandemia, una comunidad cinematográfica que intenta reorganizarse, a la vez que busca navegar a través de la inevitable burocracia del Ministerio de Cultura. – Se ha criticado mucho, creo que con razón, la inacción del Ministerio de Cultura en los primeros meses de pandemia para cuidar al sector. La reacción ha sido tardía e insuficiente. Pero más terrible me parece el descuido que ha habido por parte del Viceministerio de Interculturalidad hacia las naciones amazónicas para protegerlas del COVID. No se anticiparon medidas para evitar lo que lamentablemente ha acabado ocurriendo: que los contagios y muertes han llegado a comunidades muy vulnerables, algunas incluso en peligro de extinción, en el norte, centro y sur de la Amazonía. Lo mismo ha pasado en Colombia: en La Chorrera, donde grabamos, hay varios muertos, incluso de personas que salen en la película. Durísimo y terrible.

Espero que un aprendizaje colectivo para el Perú sea que el Estado sí es necesario, y que fortalecer lo público es esencial para la calidad de vida. Hemos perdido la oportunidad de hacerlo mejor en los años de crecimiento económico.

Por último, ¿estás trabajando actualmente en nuevos proyectos? – Además de cine, trabajo en teatro, y en estos tiempos de pandemia estos dos lenguajes se están encontrando. Han aparecido formas de contar historias en vivo por plataformas audiovisuales y, justo este viernes 21 de agosto, estamos estrenando junto a Daniel Vega y Adrián Saba -dos colegas cineastas que admiro mucho- una obra de teatro para Teatro La Plaza, a través de la plataforma Zoom. Se titula “Tres historias de amor” y son como tres cortometrajes que suceden en vivo. ¡El elenco es de lujo! 

Con mi colega de La Plaza Alejandro Clavier estamos también trabajando en el desarrollo de una serie de animación 2D, infantil, “Simón, el topo”, que aborda el bullying y la homofobia. La animación es un terreno nuevo para todos y nos entusiasma, además que es a prueba de pandemias.

Y, por otro lado, tengo otro proyecto cinematográfico de tipo más personal en fase de desarrollo. Desde hace tiempo quiero explorar el tema de la maternidad y ahora, que estoy a punto de dar a luz a mi primer hijo, estoy investigando cómo abordar el tema del parto –con todos sus tabúes- en un documental.

David Acevedo (sonidista), Nicolás Landa (director de fotografía) y Núria Frigola (directora), filmando una escena con la madre de Rember Yahuarcani.

Sobre la directora

Nacida en 1981, es catalana y peruana. Vive en Lima, donde trabaja como documentalista, productora y actriz. Sus obsesiones como cineasta son la identidad y la memoria. Trabajó durante años en Amnistía Internacional hasta que, en 2012, descubrió que el cine era su pasión. Produjo el largometraje documental Hija de la laguna (Tito Cabellos, 2015), y dirigió el cortometraje de autoficción Cebiche & pa amb tomata (2015). Actuó en la comedia Los helechos (Antolín Prieto, 2019). En 2020 ha estrenado «El canto de las mariposas», su primer largometraje como directora. Actualmente dirige La Plaza Media, el área de audiovisuales y contenidos transmedia de Teatro La Plaza, una asociación peruana con más de 16 años de recorrido. Es licenciada en Comunicación Audiovisual, magíster en Desarrollo Humano y está cursando una maestría en filosofía.

El canto de las mariposas (2020)

Ficha técnica:
Color – 2020 – 65 min
Dirección: Núria Frigola Torrent
Idioma original: Español y Munuka
Guion: Núria Frigola Torrent
Fotografía: Nicolás Landa Tami
Edición: Nicolé Hurtado Céspedes
Sonido: Raúl Astete
Música: Karin Zielinski
Producción: Lali Madueño Medina y Fany Kuiru
Intérpretes: Rember Yahuarcani López, Martha López, Santiago Yahuarcani López y Nereida López Gutierres

Esta entrada fue modificada por última vez en 26 de agosto de 2020 8:52

Laslo Rojas Contreras

Editor de Cinencuentro.com. Miembro de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica, APRECI.

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