[Crítica] Festival de Lima: «Hatun Phaqcha, tierra sana», de Delia Ackerman

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Muy bien realizado e instructivo documental que alienta a la conciencia sobre la biodiversidad en el Perú desde la preservación de los productos alimenticios originarios. Hatun Phaqcha, tierra sana (2020) no se acoge a un mensaje nacionalista o pretende explotar a partir de una mirada exótica el discurso místico de la cosmogonía andina o amazónica. El mensaje es puntual: se está desaprovechando la biodiversidad del territorio peruano. La directora Delia Ackerman emprende la labor de una exigente investigadora que se filtra en los campos de distintas especialidades inclinadas al conocimiento de la tierra, el de la variedad de productos naturales que existen desde tiempos milenarios, pero que en la actualidad ni se conocen ni se difunden, gesto que podría poner en riesgo su sobrevivencia. Se escucha mucho de miles de tipos de papas en el Perú, sin embargo, son apenas diez tipos de estos tubérculos los que se distribuyen entre los supermercados y los hogares. Ahora, y aquí viene lo alarmante de la situación, la extinción de una especie no solo implica la desaparición de esta.

Así como se reza que la desaparición de un animal generaría un gran impacto en un ecosistema, lo mismo sucede con un producto natural. Si un fruto de la selva desaparece consecuencia, por ejemplo, de la tala ilegal, se provoca una reacción en cadena. La lista es larga. La pérdida de un producto podría implicar: un insumo menos que salvaría familias de la desnutrición, un estudio obstruído de una materia que podría contener elementos importantes para la medicina natural, el olvido de un conocimiento comunitario que ha trascendido por generaciones, el riesgo de que un animal de cualquier clase no sobreviva ante la falta de ese nutriente o comida que está a su alcance y lo que conllevaría a que una nueva especie se ponga en riesgo, y así sucesivamente. Es como en The Matrix (1999) o en Avatar (2009), la variante o ausencia de un elemento que forma parte de la red alteraría a todo el escenario y se perdería una valiosa información. Hatun Phaqcha, tierra sana nos expone una carencia de conciencia que acumula capas y capas de conflictos, y lo más irónico es que el atender ese efecto no solo resolvería esos conflictos, sino que además otros que son identificados como problemas nacionales más inmediatos.

Otra ironía. El Perú, a pesar de ser un país rico en su biodiversidad, padece de una alta tasa de desnutrición y en menor grado de obesidad. ¿Cómo es posible que un territorio rico en insumos le haga falta alimento y a su vez otro sector se sobrealimente de insumos transgénicos o que incluso podrían tener un origen de exportación? Es con esta interrogante que nos percatamos que son varias las oficinas, específicamente las ministeriales, las que deben orientar una nueva política del consumo que aproveche lo que está a nuestro alcance, que de paso es natural y rico en nutrientes. Obviamente, estos son argumentos y soluciones que sugiere el filme de Ackerman, ello gracias a la convocatoria de campesinos, chefs, antropólogos, nutricionistas y tantos buenos elementos que están al pendiente de revertir esta realidad. Hatun Phaqcha, tierra sana instruye a medida que dispone ideas para prevenir futuros colapsos, preocupaciones no exclusivas del escenario peruano. Ahí están temas como el cambio climático, la deforestación, la erradicación de tribus aborígenes, la gastronomía responsable y comprometida, el necesario consumo de alimentos estacionales o el problema de los monocultivos. Adicionalmente, es un filme que registra una estética naturalista. A cada entrevista que está al contacto con la naturaleza, Delia Ackerman aprovecha para atrapar los rayos del sol filtrándose entre los árboles o un ocaso saludando desde algún ventanal. La directora es cazadora de fondos prodigiosos.


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