Moonage Daydream: Solo un esperanzador documental

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En una parte de «Héroes» de Ray Loriga se encuentra esto: “Somos la banda de Ziggy y nunca te dejaremos solos”. Así como el protagonista de la novela del autor español, muchos de nosotros hemos sentido un fuerte vínculo con David Bowie, lazo que a medida que han pasado los años (adolescencia, juventud, adultez) se ha hecho más fuerte. Tal vez esto haya hecho que varios hayan caído de forma abrupta luego de ver Moonage Daydream (2022), documental dirigido por el estadounidense Brett Morgen

La mirada que se nos comparte de Bowie en este documental es la de un hombre que tiene que pasar dificultades, siendo la principal, la relación fría y distante que tiene con sus padres, para convertirse finalmente en ese mito que muchos de nosotros adoramos. Sin embargo, creemos, al mismo Bowie no le hubiese agradado ser psicoanalizado a más no poder como se hace en esta propuesta, así como tampoco le hubiera encantado posicionarse como un maestro zen del arte dentro la música. Y, para esto, solo tenemos que recordar las líneas de Blackstar, por ejemplo. Algo que la cinta olvida, ya que, incluso, comparte escenas de dicho videoclip. Se percibe, por lo tanto, un punto de vista conservador, una rebeldía que tuvo que dar paso a los cambios que atravesó el protagonista. En lugar de brindarnos la imagen del Bowie iconoclasta en todo el sentido de la palabra, nos ofrecen a uno nostálgico, evaluador de sus arranques de furia. Se aprecia mucho la forma en que se presenta esta entrega, es más, es lo que la hace psicodélicamente atractiva: invitarnos a sentir lo que el propio artista plasmó a través de sus manifestaciones (pintura, videoarte, música, escritura), aunque encontramos ese cliché por tratar de comprender, de racionalizar lo que es inefable. Resulta llamativo que dos figuras que han tenido recientes biopics, como Marilyn Monroe con Blonde y, ahora, Bowie, acaben siendo tratados con un abrazo paternal. 

El documental tiene propuestas que pudieron haberse explotado mejor: como ese límite que tienen las palabras para significar lo que emocionalmente tenemos dentro. El querer asirse de los significantes, innecesario intento como lo estipulaba Lacan, pudo haber brindado un mayor interés en esta cinta, puesto que constantemente Bowie quiso atrapar y plasmar su concepto de arte en diferentes propuestas, tal vez todas fallidas en juicio de él mismo, y que lo ha llevado a entregarnos todo su potencial musical que conocemos. Camaleónico, por lo tanto, como se lo describe hasta el hartazgo, esa palabra termina siendo un animal que cambia de color no por el solo hecho de hacerlo o para pasar desapercibido, sino porque se ve acorralado o amenazado. En más de una ocasión, él mismo ha manifestado que se sentía aterrado o atemorizado por no ser lo que se propuso. En esta parte podemos decir que, finalmente, es el significante en busca de sí mismo, el que a falta de un significado al que rehúye, opta por otros varios. De ahí los diferentes heterónimos que nos regaló y que vemos desfilar en varias secuencias. Esto queda mejor (peor para un buen número de aficionados) en la entrega independiente de Gabriel Range con su Stardust (2020), en el que se ve a un Bowie ya a punto de caer en la esquizofrenia.

Queda, por consiguiente, el sinsabor de habernos topado con una idea que auspiciaba sensaciones mayores. Lo auditivo y visual no acaban por entroncarse con el contenido no tanto porque no haya coherencia entre sus partes, sino porque estos dos factores pudieron haberse potenciado más con un tratamiento camaleónico, teniendo en cuenta el sentido que aquí queremos compartir, es decir, no optando por un mecanismo de defensa, sino de ataque frontal. Un collage, esa técnica que consiste en superponer imágenes con un sólido criterio, pudo haber sido una mejor manera para retratar a este personaje tan posmoderno como lo es David Bowie. La linealidad narrativa a la que volvemos de tramo en tramo en el documental (hemos partido desde el recordado Ziggy y luego ya estamos en Berlín para oír lo que será Heroes, o en Asia para tararear, internamente, China Girl o Let’s Dance) solo confirma lo que aquí hemos tratado de compartir: esteticismo que no confronta, sino que calma. Terminar el documental con el Bowie de los 2000 puede parecer un pleonasmo. Recordemos Thursday Child o Never Get Old, temas que, en distintos discos (Hours y Reality), marcan una línea distinta de esas otras canciones que aun transitan por el mantenerse ileso ante los ataques de la vida. Qué es si no Lazarus, uno de sus últimos videos musicales. Manicomio es una palabra que vincula a Bowie antes de su éxito. “Oh, I’ll be free”. 

En resumen: Ya «Moonage Daydream» estuvo condensado en Ashes to Ashes (1980). Ya todo está en las líneas de ese tema musical y que aquí nos las extienden a lo largo de dos horas.

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