Entrevista a Augusto Cabada


1. Cine negro, humor negro, Andrea Montenegro: todo muy negro

Entrevista Augusto Cabada

En Muero por Muriel comenzaste haciendo el guión y terminaste en la dirección, algo que tengo entendido no te hacía sentir completamente a gusto. Pero siendo tú el que comienza a crear la historia, supongo que escribiste pensando en unas imágenes que el director no necesariamente llegaría a plasmar, ¿dirigiendo tú mismo lograste traducir lo que escribiste en imágenes y sonidos en la película?
Lamentablemente, no. Siempre que escribo un guión lo veo, lo siento: es como si soñara la película ya filmada. Pero hay una gran distancia entre la película soñada y la que uno es capaz de hacer en circunstancias muy específicas. En este caso, las graves limitaciones de la producción (de tiempo, presupuesto y equipo técnico), sumadas a mi limitada experiencia como director, fueron factores críticos.

Considera también que éste fue un guión de encargo, escrito para que lo dirigiera Luis Barrios. Harto de esperar a que se concretara el proyecto (desde el año 2000, cuando obtuvo un premio del Conacine), Luis aceptó un trabajo fuera del país y yo fui reclutado para reemplazarlo. A pesar de haberla escrito, nunca sentí la película como enteramente mía, ni me seducía mucho la idea de dirigirla.

En el rodaje, muy pocas cosas resultaron como las había imaginado: la gran mayoría de las veces tuve que encontrar soluciones prácticas sobre la marcha, para lidiar con la estrechez de la producción y cumplir con el apretado plan de rodaje. Creo que, a la larga, fueron esas razones tan mezquinas (además de mis errores de principiante) las que más influyeron sobre el aspecto formal de la película; más que cualquier intención expresiva planteada de antemano.

¿Fue complicado el trance de guionista a director para Muero por Muriel?
Muy complicado, porque como escritor (el guionista es, a fin de cuentas, un tipo de escritor) estoy acostumbrado a trabajar solo. Te decía que cuando escribo una escena la veo, la escucho y la siento, sé cómo debería lucir en la pantalla. Pero dirigir es algo muy diferente: estás siempre rodeado de mucha gente; tienes que orientar esa labor colectiva y, en lo posible, generar cierta mística. Supongo que hice lo que pude, pero creo que no encajo del todo en ese papel de “líder”. Pienso que no soy un director nato, porque la paso muy mal en el rodaje: sufro y me angustio demasiado (aunque trato de disimularlo para que los demás no lo perciban); la verdad es que no veo las horas de que todo termine para «volver a la normalidad». Para mí, el rodaje es un mal necesario: el precio que hay que pagar para ver la película terminada. En cambio, disfruté mucho de las etapas de edición, post-producción de sonido y composición de la música.

¿Por qué? ¿Tendrá qué ver con la posibilidad de repensar las decisiones y posibilidades tanto en la guionización como la post? En el rodaje, las decisiones, digamos, suelen ser más instintivas, más inmediatas.
No necesariamente. No me gusta llegar a una locación sin tener una idea aproximada de cómo voy a rodar la escena; no trabajo exclusivamente a partir de mi instinto. Pero estoy abierto a modificar ese punto de partida en función de los hallazgos (o las limitaciones) que surgen al contacto con las locaciones, los técnicos y los actores.

Lo que hace del rodaje algo ingrato y angustioso para mí es esa enloquecedora y desesperante lucha contra el tiempo, así como la pesada logística de los desplazamientos y las complicaciones técnicas; a todo ello se suma el factor psicológico, las tensiones y problemas de temperamento inevitables en todo grupo humano; entenderme con los demás y tratar de inspirarles alguna confianza es todo un reto para mí, debido a mi naturaleza reservada y solitaria.

Creo que viví esas angustias con tal intensidad porque este rodaje fue muy apretado y pobre. No teníamos mucho tiempo, dinero o equipos, y muchas veces las locaciones eran incómodas, difíciles de manejar. Cumplir con el plan del día manteniendo un elemental decoro me generaba una tensión enorme; recuerdo que mi estómago hacía más ruido que un motor malogrado.

La post-producción se parece un poco más a la etapa de escritura: se trabaja con poca gente, en una atmósfera más íntima y distendida, y se toma las decisiones con calma, con serenidad, sin esa presión tan agresiva.

La película transpira una cierta cinefilia, un conjunto de citas a otras películas y cortos. Podemos conversar algo de eso. Para comenzar hay una cita concreta a un cortometraje tuyo «El final» casi en un plano a plano, en la presentación frente al productor y en la relación entre Salvador del Solar y Cécica Bernasconi.
Supongo que hay un regusto cinéfilo en mucho de lo que hago, porque el cine siempre ocupó un lugar muy importante en mi vida. Pero no hay ningún afán consciente de citar El final: parafrasear ese viejo corto sería, creo yo, el colmo del narcisismo. Más bien te diría que tanto ese trabajo como las escenas de Muriel que mencionas se nutren de una fuente común: mis críticos años como guionista de telenovelas. En ambos casos se trata de una venganza, de un ajuste de cuentas con el pasado.

¿Qué clase de venganza?
Quería burlarme del mundo de las telenovelas, gobernado por la tiranía del ráting y los ocasionales caprichos de los productores; un mundo en el que nunca me sentí a gusto.

También hay homenajes al cine negro, está la escena de la piscina de Sunset Boulevard, algo de Sed de mal, quizás algunas más. ¿Double Indemnity?
Aunque parece una referencia muy evidente, la verdad es que no se me había ocurrido lo de Sunset Boulevard; la escena era muy diferente en el guión original, la rehice cuando vi la locación.

Me asusta que cites obras maestras como las de Wilder o Welles para referirte a una producción tan modesta y precaria como «Muriel»: jamás me habría atrevido -conscientemente, al menos- a citar clásicos de esa envergadura, que están tan lejos de mi alcance (y el de la gran mayoría de los mortales). Pero como la literatura y el cine negro siempre me apasionaron, es natural que algo de eso se cuele en la película.

El final tiene la forma de Hana Bi, la película de Kitano, ¿el cine oriental está dentro de tus referentes?
Ésa fue la única cita consciente y deliberada de la película. No tengo una particular debilidad por el cine asiático en su conjunto, pero Kitano sí es un director que me interesa mucho. Por alguna razón sentí que ese final «suicida» ante el horizonte marino le iba muy bien al tono de la historia; y al mismo tiempo, era una venia de reconocimiento hacia un autor y un género a los que admiro.

¿Qué otras filias están en la cinta?
Me es bastante difícil responder eso, porque uno no es tan lúcido con respecto a lo que está haciendo. Pero a ver… podría decir que, cuando escribía el guión, pensaba mucho en los Coen, por el sentido del absurdo que domina sus tramas policiales, en las que el destino siempre juega un papel caprichoso y generalmente trágico; y también por sus personajes imperfectos, nada heroicos, casi en el límite de la caricatura. Claro que sus películas están admirablemente filmadas… entonces, ahí se terminan las semejanzas.

Cuando vio la película, Gianfranco Annichini me preguntó si había pensado en Chabrol al hacerla, y tenía razón: salvando las abismales distancias, también tuve presente al maestro francés, sobre todo por la observación, a veces sarcástica, de costumbres e idiosincrasias de los tipos sociales que presenta en sus historias criminales.

Volviendo al tema del film noir, Muriel, se trata de inscribir dentro de esa tradición, haciendo casi un estudio de la femme fatale, pero es un caso especial, parece que la película explora el despertar de Muriel como femme fatale, como si comenzara a entender y crecer con ese poder, como un viaje iniciático hacia ese lado oscuro.
A decir verdad, nunca vi a Muriel como una mujer fatal típica; ésa fue una de mis mayores discrepancias con el productor de la película, quien en algún momento trató de imponerme su propia concepción del personaje: una mujer fría como el hielo, siniestra y cerebral, que lo tiene todo planeado desde un principio y manipula a los hombres como peones sobre un tablero (una visión, a mi juicio, bastante arquetípica y manoseada). Ese personaje ya lo interpretaron a la perfección Barbara Stanwyck y Kathleen Turner, y no me interesaba acuñar una versión criolla. Para mí, Muriel es una mujer ambiciosa pero llena de inseguridades, siempre decepcionada por los hombres que frecuenta; en su afán de supervivencia (y muy a su pesar) descubre su vocación depredadora.

Viendo «Muriel» en perspectiva con tus otros trabajos, veo relaciones con Bajo la piel y Sin compasión por el tema del crimen impune, en uno se logra y en el otro se castiga, pero se plantea por igual. ¿Podemos hablar del «gran tema» que te atrae, como guionista, como realizador?
Encuentro cierta relación entre «Muriel» y Bajo la piel, al que considero mi guión más personal y satisfactorio (Muriel fue, a fin de cuentas, un encargo). En las dos películas aparece el motivo del crimen impune, que me atrae por razones que no tengo del todo claras; me fascina el proceso que impulsa a una persona aparentemente «normal» a cruzar el límite, a saltarse la valla de la ley o la moral; y me atrae la idea de mostrar ese proceso desde una mirada ambigua, para que el espectador saque sus propias conclusiones. Sin compasión (uno de mis guiones menos logrados) no fue una elección mía; la idea de adaptar la novela surgió de Pancho Lombardi.

Hablando del guión, hay dos temas interesantes, primero el metacine, el personaje principal es un guionista. ¿Por qué? ¿Hay una reflexión intrapersonal? Una vinculación personal con los temas, no creo que con asesinatos, pero sí en las relaciones personales.
Así es; no con los asesinatos (afortunadamente, todavía no he matado a nadie, sólo a algunos personajes). Hablando en serio, quise proyectar en el protagonista, a quien veía como un tipo muy frustrado, algunas de mis propias ansiedades como guionista (exagerándolas, naturalmente); el hecho de no ser dueño de lo que escribes, de estar siempre supeditado al gusto y la aprobación de otros, cuya sensibilidad muchas veces no tiene nada que ver con la tuya. Se trata, como te decía antes, de una especie de venganza o exorcismo: sacar algún provecho de algo ingrato.

En las relaciones interpersonales hay un cinismo inherente, nadie es totalmente sincero o leal con el otro, con los amigos o las parejas.
Es verdad, y ésa es casi una de las constantes del género (aunque Raymond Chandler se las ingenió a veces, como en El largo adiós, para forjar motivos románticos, de nobleza y lealtad, en sus novelas negras). Por algún motivo que no me he puesto a analizar, en «Muriel» predomina una negrura de tono y espíritu, hasta en los toques de humor. Cine negro, humor negro, Andrea Montenegro: todo muy negro. Debí rodar en blanco y negro…

Entrevista a Augusto Cabada

  1. Cine negro, humor negro, Andrea Montenegro: todo muy negro
  2. Yo no muero por Muriel
  3. Augusto Cabada: Breve reseña autobiográfica

Una respuesta a “Entrevista a Augusto Cabada”

  1. De hecho uno entiende todo lo explicado por Augusto. Él lo deja todo en claro para bien y para mal, pero aún así tengo que decir que «Muero por Muriel» me ha gustado bastante y la considero como la mejor película peruana desde «Días de Santiago». Yo no quiero hablar de las carencias y defectos (que de hecho toda obra peruana tiene (desgraciadamente) en mayor o menor medida), sino de las virtudes y sorpresas que uno encuentra. Y es que pese a ser de encargo y todo, el guión es realmente bueno, con un excelente ritmo y personajes y situaciones bien planteados. El giro de la mitad es más válido que nunca y condiciona a la perfección lo que se buscaba lograr.
    El reparto funciona bastante bien. Andrea Montenegro se muestra más actriz que nunca y logra un buena participación en el rol protagónico. Su personaje sigue una progresión realmente palpable y en los momentos más dramáticos sale más que airosa. Además que se agradece lo bellísima que sale (y que se ha sabido aprovechar, a diferencia de otras actrices que se desnudan siempre por gusto, ja, ja).
    Ricky Tosso sorprende con una actuación bastante contenida con la que se roba sus escenas. Realmente notable su elección y que él mismo haya aprovechado tan buena oportunidad para revelarse como una verdadero actor.
    Del Solar y Bertie cumplen pues se adaptan bastante bien a sus papeles. Mucha gente los critica, pero a mi parecer se adecuan bastante bien a lo que la historia exigía (sí, incluso con una que otra sobreactuación).
    Incluso el resto de actores, por efímeros que fuean, cumplen.
    La música también es muy buena.
    Y pese a los dfectos técnicos y de dirección artística, la película logra equilibrarse para dar como resultado algo positivo.
    De hecho uno espera con bastante convicción una nueva cinta del Cabada guionista y director que, con el mínimo necesario, puede sacar adelante algo más que bueno.
    Da gusto poder volver a recomendar a los amigos una pela que sea buena y sea peruana.

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