[Crítica] «Tres amigas», de Emmanuel Mouret


Esta es una deliciosa  y encantadora película, tributaria de lo más fresco y creativo  de la nueva ola  francesa de los años 60 y bajo cierta influencia de Éric Rohmer. Dirigida por Emmanuel Mouret ,Tres amigas (Trois amies, 2024) constituye todo un estudio sobre el amor o, mejor dicho, sobre las distintas clases de amor y sus relaciones con la amistad y la (in)fidelidad de pareja o conyugal entre parejas de mediana edad.

Desde un punto de vista dramático el tratamiento combina la ligereza de las acciones externas con una relativa profundidad de los conflictos internos; aunque se produzcan hechos fatales o traumáticos, toques sobrenaturales y haya cierta dosis de tensión que se supera con una visión comprensiva y tolerante de las relaciones amorosas; entre tres amigas (dos de ellas docentes) y sus respectivas parejas masculinas.

En este entorno de relaciones más bien fluidas se van manifestando los distintos conceptos de lo que es el amor. Así, la definición de amor podría considerarse como un afecto intenso (enamoramiento) que se satisface con la felicidad del ser amado, así ello ocurra junto a otra persona. El amor platónico, por su parte, es un amor absoluto con prescindencia de relación alguna y sin tendencias posesivas.

La amistad, en cambio, es el afecto compartido no amoroso, ni sexual. El amor como amistad es la relación (co)dependiente de pareja cuando ha pasado el amor (en tanto enamoramiento). Mientras que el amor libre es una relación amorosa abierta y el amor promiscuo podría interpretarse como la ejecución de relaciones sexuales constantes en búsqueda del… amor; con lo que volvemos al inicio. Todo según las peripecias e interacciones sentimentales en esta maravillosa película.

Las historias y sus vaivenes se podrían organizar en dos grandes líneas de acción constantemente entrecruzadas. De un lado, en torno al rechazo del amor como amistad por parte de Joan (India Hair) contra el amor que todavía siente su esposo Victor (Vincent Macaigne) por ella. Joan buscará recuperar el amor (léase, enamorarse) a lo largo de la película, mientras que Victor evolucionará hacia el amor platónico.

Por otro lado, se desarrolla en paralelo el triángulo amoroso entre Alice (Camille Cottin), su esposo Eric (Gregoire Ludig) y Rebeca (Sara Forestier), la amante y una de las tres amigas. Alice defiende el amor como amistad, mientras que su esposo enfrenta el dilema de romper con esa relación (que aparentemente no le satisface) y unirse con Rebeca, aunque su concepto de amor –libre y, por derivación, promiscuo– le generará dudas e inseguridad.  

Rebeca tiene, además, una función “articuladora”, ya que –mediante la promiscuidad– en el fondo estará permanentemente buscando el amor, dentro y fuera del triángulo, pero también busca ser fiel –a su manera– con la amistad. Su fidelidad a esta última la llevará a sacrificarse, aunque finalmente encontrará una solución que –como en los casos anteriores– siempre será provisional.

Aunque se trata de una película coral, es decir, gira en torno a un grupo de personajes podríamos considerar a Joan y Víctor  cómo la pareja “conductora” de la acción. Ella buscará  un amor que, como deseo, se volverá inalcanzable; conduciendo  final y aparentemente –y tras varios intentos– al amor como amistad, aunque siempre en el marco de un desenlace temporal y abierto a otras posibilidades. Mientras que Víctor evolucionará  desde una relación posesiva y dependiente con Joan al puro amor platónico de la única forma en que éste puede mantenerse como tal.  Además  se convertirá en una voz en off que señalará a su relación como la principal de la película y anticipará  episodios entre alucinatorios y sobrenaturales; aunque no exentos de ironía.

Trois amies

Por el lado del triángulo amoroso, tenemos a la pareja de casados Alice y Eric, ambos asediados por la infidelidad. Ella, enfrentada con  la posible infidelidad de su marido y luego de un trance de infidelidad onírica de ella misma, descubrirá que un aparente (re)nacimiento del amor por su marido Eric será la única forma de salvar su matrimonio (pero definido como amor en tanto amistad). 

De esta forma, Alice evolucionará en sentido inverso al de Joan: de la dependencia emocional al enamoramiento, mientras su amiga, buscando el enamoramiento (renacimiento amoroso), parece retornar a la idea de la dependencia emocional en la pareja (¡aunque en el último momento todo queda en suspenso!).

Eric, por su parte, vive en una situación de infidelidad, pero parece no aceptar que su amante, partidaria del amor libre, también pueda serle infiel (con cualquier otro que se le cruce en el camino, por su afición al amor libre). Al reconocerse en cierta medida en el comportamiento de Rebeca, entra en duda; más aún, se desanima de una separación, considerando que esposa y amante son amigas entre sí.  

En cuanto a Rebeca, contagiada por las dudas y dilemas de Eric, seguirá el camino de defender esta amistad, mientras que su búsqueda de otras relaciones la llevará, en cierto momento, a buscar un reemplazo: Thomas (Damien Bonnard); quien está más interesado… ¡en Alice! Por lo que no logrará su objetivo; no obstante, el azar le proporcionará un inesperado reemplazo. Así, con lo que llegará a la misma conclusión de Joan; o sea, que la única forma de llegar o mantener el  amor (y quizás hasta la fidelidad) sería el amor como amistad. Conclusión factual, pero a la vez temporal. 

Estas transformaciones inversas en el desarrollo de los personajes, evidentemente irónicas, se combinan con la acción del azar, que –aunque soluciona las necesidades de los personajes (especialmente, de Joan y Rebeca)– proporcionan en el último momento parejas inesperadas que ponen en duda estas evoluciones (y creencias). 

Lo mismo ocurre con las (in)certidumbres (en realidad, inseguridades) a las que llegan Alice y Eric; gracias a los sueños de Alice y la decisión de Rebeca, coherente con la fluidez de sus relaciones. El toque de misterio subyacente a todos estos intercambios entre amor, amistad e (in)fidelidad, corre a cargo de Victor.

Dentro de este marco fluido de relaciones, los diálogos resultan más directos que, por ejemplo, los que encontramos en los filmes de Rohmer, a veces algo discursivos y reflexivos. Y, al igual que las situaciones y conflictos, estos oscilan entre la comedia y el drama (e incluso la tragedia), pero sin que los sentimientos sean demasiado profundos.  Mientras que las músicas que acompañan las diversas situaciones dramáticas cumplen con eficacia sus funciones. 

Gran película, altamente disfrutable y que merece más de un visionado.

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