[Crítica] «El conjuro 4: los últimos ritos» (2025): extrañaremos a los Warren


No es ningún secreto que la más reciente película de los Warren, El conjuro 4: los últimos ritos, es la última entrega de una franquicia que igual podría continuar con incontables spin-offs (como las cintas de Annabelle o La monja), o con otros protagonistas. El misterio de esta última entrega de la saga no gira en torno a la pregunta «¿se retirarán los Warren o no?», sino a la forma en que dichos cazadores de espíritus y demonios se jubilarán. Ahora bien, si algo saben de lo que sucedió con ellos en la vida real, seguramente irán a ver esta película con ciertas expectativas. Pero también tengan en mente que todas las entregas previas se desviaron de los eventos reales, por lo que esta última secuela no tendría porqué ser distinta.

Lo que sí podría afectar las expectativas de los fanáticos es la ausencia de James Wan en la silla de director, siendo reemplazado, una vez más, por Michael Chaves (La maldición de la Llorona, El conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo, y La monja 2). Al parecer, la gente de la productora Atomic Monster quiere convertir a Chaves en el sucesor de Wan, dándole oportunidad tras oportunidad con nuevas entregas de esta franquicia. Lamentablemente, no soy ningún fan de su trabajo previo, siendo la secuela de La monja su mejor entrega, sin llegar a estar a la altura, por supuesto, de lo que Wan hizo con las primeras dos películas de El conjuro. No estoy diciendo que Chaves sea un mal director; solo digo que no es ningún James Wan, lamentablemente.

Felizmente, todo profesional tiene la capacidad de crecer, y así como Chaves fue mejorando con cada nueva cinta previa a esta, puedo declarar con satisfacción que El conjuro 4: los últimos ritos es su mejor película hasta ahora. Presentándonos varias secuencias de considerable suspenso, y haciendo saltar al espectador de su asiento por lo menos unas cuatro veces, esta conclusión de la historia de los Warren termina siendo una experiencia emotiva, tensa, visualmente impresionante y algo inflada. No regresa al manejo imperioso del horror de los primeros dos filmes de la saga, pero al menos es considerablemente superior a la decepcionante tercera entrega. Pero más importante: se siente como la conclusión ideal para una franquicia que, nuevamente, dudo esté del todo muerta.

El conjuro 4 comienza con un prólogo en el que vemos a unos jóvenes Ed y Lorraine Warren (Orion Smith y Madison Lawlor, respectivamente) enfrentándose a un demonio encerrado en un horrible espejo, para que su trabajo sea interrumpido por el embarazo de la segunda. Es así que la pareja casi pierde a su hija, con la bebé naciendo muerta, y quedándose en ese estado por un minuto para felizmente revivir (aparentemente, con la ayuda de Dios). Aquel bebé, por supuesto, es Judy (Mia Tomlinson), a quien vemos ya de adulta en los años 80, y quien sufre de las mismas visiones y apariciones sobrenaturales de su madre.

Es en aquella década que la película entrelaza dos líneas narrativas para eventualmente unirlas. Por un lado, tenemos a Ed y Lorraine Warren ya adultos (Patrick Wilson y Vera Farmiga, respectivamente), retirados de la caza de demonios debido a los problemas cardíacos del primero. Y no solo tienen que lidiar con eso, si no también con el novio de Judy, Tony (Ben “el batero de Queen” Hardy), quien no tiene mucha idea de lo que sus padres hacen o de lo que su novia puede ver. Y por otro lado, tenemos a la familia Smurl, liderada por la madre de cuatro hijas Janet (Rebecca Calder), quienes comienzan a pasar por todo tipo de sucesos sobrenaturales y violentos en casa debido a la llegada de, bueno, ya saben, el espejo demoniaco del pasado de los Warren. No es necesario decir, entonces, como es que al final estas historias terminan combinándose y resolviéndose.

En términos generales, El conjuro 4 no se siente como una entrega súper novedosa de la saga, ni como una película que vaya a reinventar la rueda del terror o del universo creado por Wan. Más bien, el filme se siente como un Greatest Hits de la saga, tanto así que incluye apariciones por parte de personajes de filmes previos como el Padre Gordon (Steve Coutler) o Brad, el policía (John Brotherton), así como breves pero agradables cameos que no pienso revelar acá. Se nota a leguas que con este filme querían culminar para siempre la historia de los Warren, por lo que la experiencia se termina siendo bien “definitiva”, como para que no quede la menor duda de que dichos personajes no regresarán para una nueva aventura de terror.

Es por todo aquello que El conjuro 4 seguramente le resultará muy nostálgica a buena parte del fandom. Y que disfrutarán de ver de vuelta a Ed y Lorraine, quienes para estas alturas del partido se sienten como viejos amigos; como personajes a quienes conocemos bien, y a quienes da gusto ver ayudar a quienes más lo necesitan. Como siempre, Vera Farmiga y Patrick Wilson dan excelentes interpretaciones, convirtiendo a sus cazademonios en una pareja que se conoce al cien por ciento, y que está pasando por un período de transmisión a una nueva etapa de sus vidas. Es por eso último, de hecho, que se concentran a proteger a Judy, especialmente ahora que está viendo más apariciones horrorosas, incluso de día.

Interesante, pues, que para esta cuarta entrega de la franquicia se haga un mayor énfasis en la historia de Judy, cuya actriz acá es cambiada por tercera vez (el personaje ha sido interpretado en filmes previos por Sterling Jerins y McKenna Grace). Felizmente, Mia Tomlinson está a la altura de la tarea, desarrollando a Judy como una adulta hecha y derecha que quiere forjar su propio camino, pero que a la vez también quiere enorgullecer a su madre y ayudar a quienes lo necesitan, por más de que todavía no entienda exactamente porqué debe hacerlo. La química que maneja con Ben Hardy, además, el palpable, y las interacciones de este último con Ed, dicho sea de paso, resultan en algunos de los momentos más graciosos de la cinta.

¿Pero qué hay del horror? ¿Qué hay de los momentos que deberían dejarnos jadeando, con el pulso acelerado? Pues tengan en cuenta que El conjuro 4 no es la película más terrorífica que vayan a ver este año. Sí, la cinta me hizo saltar unas cuatro o cinco veces, pero en general, la sentí más como una experiencia de tensión bien manejada que una de horror puro. Hay sangre (quizás un poco más que en las entregas anteriores), y la narrativa está construida de tal manera que ciertos personajes la terminan pasando realmente mal. Pero al final del día, lo que esta película nos ofrece es similar a lo que hemos visto en las entregas previas: ruidos repentinos, rostros demoniacos, objetos que se mueven solos, y eso sí, un excelente uso de la oscuridad y sombras para esconder lo misterioso, desconocido y potencialmente satánico.

Hay, entonces, escenas y momentos que destacan por el buen nivel de suspenso que manejan. Está, por supuesto, el prólogo ya mencionado con los Warren jóvenes (intenso y emotivo), pero también el encuentro de una de las hijas menores de la casa con un espíritu; la incursión de Judy en el ático de dicho hogar; una investigación por parte de Lorraine en el sótano del mismo lugar, y claro está, un enfrentamiento final que no decepciona. El conjuro 4: los últimos ritos tiene la ventaja de que estamos tan encariñados con estos personajes, que la mayoría de estas situaciones generan un buen nivel de tensión. Puede que sepamos que los Warren no van a morir —al menos, siempre y cuando el guion se mantenga fiel a los eventos de la vida real—, pero mientras uno está viendo la película, eso no importa mucho. O al menos uno lo deja de lado mientras disfruta de lo que está en pantalla.

En todo caso, si la película cuenta con un defecto que no me fastidió mucho en las entregas previas, es el uso de imágenes digitales que no llegan a convencer del todo. Felizmente, la mayoría aparecen por tan poco tiempo, así que no es algo que termina por arruinar la experiencia en general. Y de hecho, si el film termina funcionando —ciertamente más que su predecesor inmediato—, es porque se hace un gran énfasis en el aspecto emocional de la historia. Al final del día, este trata mucho sobre la importancia de la familia y la confianza generada entre padres e hijos, así como el paso de la batuta a las nuevas generaciones. Apropiado, teniendo en cuenta que los Warren comienzan la historia retirados, y la terminan… bueno, mejor más que eso no revelo.

El conjuro 4: los últimos ritos es una conclusión satisfactoria y a la vez imperfecta para la historia cinematográfica de los Warren. Satisfactoria porque le da una gran importancia a la familia de nuestros protagonistas y a la relación entre Judy y sus padres, y porque en tono y estilo visual, se parece más a las primeras dos entregas que a la tercera (en particular, disfruté del uso de zooms lentos y planos largos para generar suspenso). Pero imperfecta, porque los sustos no son todos efectivos, algunas imágenes digitales no convencen del todo, y el producto final se siente algo inflado, especialmente por todo el tiempo que se toma al inicio para presentar a sus personajes nuevos. La pasé bien con este cierre, y hasta me resultó nostálgica por lo “concluyente” que se siente. Seguro que este universo continuará; ahora solo queda ver exactamente cómo lo hará.

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