El verdadero infierno no está en el inframundo, sino más bien en la Tierra. O, en otras palabras: no es necesario morir para ir al infierno; lo estamos viviendo. Aquellas son ideas que han existido por décadas, pero que son transmitidas de forma particularmente dolorosa en Sirât (2025), la nueva película del español Oliver Laxe. Lo que tenemos acá es una travesía por el infierno terrenal, representado por el desierto de Marruecos. Árido, caluroso y carente de gente —a excepción de algunos ravers que se dedican a organizar fiestas en medio de la nada—, se trata del lugar perfecto para poner a nuestros personajes principales a sufrir.
El film comienza de forma curiosa, mostrándonos a un grupo de personajes armando una serie de parlantes en medio del desierto, para luego mostrar a los asistentes de un rave bailando como si no hubiese un mañana. Y bueno, resulta que la película en realidad está postulando que quizás no habrá un mañana. Es a través de informes radiales y comentarios de personajes secundarios que nos enteramos de que el planeta está a punto de entrar a una Tercera Guerra Mundial, razón por la que los militares eventualmente llegan al desierto a evacuar a todos los ravers. Se ha declarado un estado de emergencia, y no pueden estar ahí.

Pero hay por lo menos dos personas que sí deben estar ahí. Luis (Sergi López) y su pequeño hijo Esteban (Bruno Nuñez Arjona) han llegado a Marruecos no para irse de fiesta, sino más bien porque están en busca de la hermana mayor de este último, a quien no han visto en los últimos cinco meses. Es ahí que se dedican a repartir flyers y preguntarle a todos si es que la han visto… hasta que se encuentran con Jade (Jade Ouikid). Ella está viajando por el desierto en una caravana junto a otros ravers, y le dice a padre e hijo que están moviéndose a otra fiesta al sur, en la que, quizás, podrían encontrar a su hija.
Y es así que comienza una suerte de excéntrico road trip, en la que vemos a los dos españoles interactuando con sus nuevos amigos franceses (o al menos francoparlantes), intercambiando comida, armando carpas en medio de la nada y salvando a sus perros de comer restos de drogas que encuentran en el piso. A menos durante su primera hora, Sirât se lleva a cabo de manera relativamente relajada, casi como un sueño surrealista, en donde los personajes deambulan por uno de los parajes más áridos de la Tierra, sobrellevando obstáculos y haciendo todo lo posible para que el carro de Luis pueda pasar por encima de piedras, lodo y hasta pequeños ríos.
No obstante, algo sucede durante la segunda mitad del filme. Algo trágico, repentino, desgarrador. Un suceso que debería dejar en shock al espectador más experimentado, y que ciertamente dejó impactado a vuestro servidor. Evidentemente, no quiero incluir spoilers acá, por lo que solo diré que Laxe no cree en nadie, y que es a partir de este momento que mete a sus personajes en un infierno no tan metafórico, sino más bien cada vez más literal. ¿Quieren ver a personajes sufrir? ¿Sufrir las consecuencias de la guerra y de un fin del mundo que parece estar cada vez más cerca? ¿De un Dios que quita y da, pero luego quita más? Pues, están en el lugar correcto.

Es así que va quedando claro por qué la película se llama Sirât: este es un término árabe usado para describir un delgado puente que une el cielo con el infierno. Más apropiado no podría ser para esta experiencia, que no sigue las convenciones del cine comercial tradicional, poniendo a prueba la paciencia del público, pero también incluyendo secuencias verdaderamente tensas. Consideren, por ejemplo, la escena climática, que debería poner nerviosos a todos los miembros del público, y que se siente tan absurda como peligrosa. Si antes de aquellos momentos había quedado claro que Sirât no tiene miedo de matar a sus personajes, el final de la historia termina por sellar el estilo y propósito de esta cruda propuesta.
La muerte, pues, es repentina y despiadada en esta película. No cree en nadie —ni en la edad, ni en el género ni en la bondad de sus personajes. Y como no podía ser de otra forma, Laxe presenta los momentos más impactantes de la historia de forma absolutamente cruda y repentina, pero a la vez, sin hacer que llamen la atención a sí mismos. A falta de una mejor expresión, los sucesos más terribles de Sirât se llevan a cabo de manera absolutamente casual e inevitable. En una película comercial normal, algunos de estos acontecimientos podrían ser previstos, incluso resueltos. Pero no aquí.

Lo cual quiere decir, por supuesto, que esta es una película muy incómoda de ver. Tanto letárgica en su ritmo como inesperadamente intensa en ciertos momentos. Cínica, sí, especialmente en la percepción que parece tener de la humanidad y de cómo nos metemos en conflictos, pero también ligeramente esperanzadora a la hora de mostrarnos ciertos momentos de bondad y conexión humana. En ese sentido, se puede argumentar que Sirât es un filme que entiende bastante bien al ser humano, por más que parezca concluir de forma deprimente; nuevamente, situando a Luis y compañía (o bueno, los que quedan de su compañía) en un infierno sobre la Tierra.
Sobre las actuaciones no puedo decir absolutamente nada malo. Desde los actores profesionales como Sergi López (el recordado Vidal de El laberinto del Fauno), hasta la mayoría del reparto, cuya primera experiencia actoral es esta, todos son absolutamente convincentes en un contexto desesperante, inquietante y extrañamente cercano. Evidentemente, Sirât no será para todo el mundo; es demasiado metafórica, despiadada y de ensueño como para que pueda conectar con un público mainstream (por supuesto, si se demuestra lo contrario, yo seré el primero en alegrarme). Pero quienes se animen a verla, se encontrarán con una experiencia completamente distinta a cualquiera que puedan tener este año. Solo consideren que terminarán sintiéndose bastante mal.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de NEON.

![[Crítica] “Difference & Repetition, 2020” (2025), de Mav Block](https://cdn.cinencuentro.com/wp-content/uploads/2025/11/difference-repetition-2020-950x611.webp)

Deja una respuesta