[Crítica] “Anemone” (2025): trauma y perdón, en el regreso de Daniel Day-Lewis


Anemone no solo representa el retorno de Daniel Day-Lewis a la pantalla grande (o chica), sino también el debut en la silla del director de Ronan Day-Lewis, su hijo. De hecho, se puede considerar a la película como todo un proyecto familiar, ya que el guion fue escrito por ambos; claramente, si había un filme que motivaría a Day-Lewis padre a regresar a la actuación, sería aquel que pudiese desarrollar junto a su hijo. Y aunque el resultado final no es del todo satisfactorio, al menos nos permite reconfirmar lo que la mayoría de cinéfilos ya sabíamos: Daniel Day-Lewis es uno de los mejores actores que jamás haya vivido.

Porque a nivel narrativo, Anemone no hace nada particularmente interesante. Se trata de otra película centrada en el trauma y el perdón, con un protagonista que sufre de estrés postraumático y que se ha alejado de todo para escapar del dolor y de la gente que le hace recordar aquel dolor. Es decir, no es nada que no hayamos visto antes en otras (y mejores) producciones. Pero si el material es elevado, es gracias precisamente al trabajo de Daniel Day-Lewis, quien logra desarrollar a su personaje, Ray, como un hombre torturado y necio. Como alguien que tiene que lidiar con los elementos y su propia culpa y fingir ser fuerte todos los días, pero que al reflexionar sobre su vida, se va quebrando poco a poco.

Al comenzar el film, vemos a Jem (el gran Sean Bean) rezando en su casa. Resulta que está a punto de ausentarse por algunos días, lo cual no le hace gracia ni a su hijo putativo Brian (Samuel Bottomley) ni a su esposa, Nessa (Samantha Morton). Pero tiene que irse, ya que no ha visto a su hermano Ray (Day-Lewis) en años, y quiere convencerlo de regresar a casa. Es así que termina yendo a un bosque a buscar al recluso de Ray, y lo termina encontrando en una cabaña, viviendo una vida tranquila y solitaria.

Inicialmente, la llegada de Jem no parece afectarle mucho a Ray. No le habla mucho y simplemente lo alimenta y lo deja quedarse en su cabaña. Pero poco a poco, las interacciones entre los dos se van haciendo más intensas, y Ray va desenmascarándose, revelando detalles traumáticos de su pasado, algunos relacionados tanto a su hermano como a su abusivo padre, y otros no tanto. Mientras tanto, Nessa tiene que lidiar con Brian en la ciudad; resulta que el chico fue dado de baja temporalmente del ejército por haberse peleado con alguien, y está lidiando con sus propios traumas, la mayoría ligados a la ausencia de su verdadero padre: Ray.

Sí, al final del día, Anemone es una película sobre un hombre que termina formando una familia con la exesposa y el hijo de su hermano. Pero el filme no trata esta situación como si fuese algo raro o cuestionable, sino más bien como una decisión lógica por parte de Jem. Después de todo, Ray simplemente no aguantó vivir con su familia luego de pelear en Irlanda del Norte. No aguantó la culpa (vinculada a cierta decisión que tomó en plena guerra), ni el dolor, ni los recuerdos con los que tenía que cargar. Por eso se fue a vivir solo al bosque. Y por eso es que Jem tuvo que hacerse cargo de su hogar, lo cual, lamentablemente, no pudo evitar que Brian se convirtiera, hasta cierto punto, en una nueva versión de Ray.

Interesante, pues, que una cinta escrita por un padre e hijo tenga tanto que decir, justamente, sobre padres e hijos, y la forma en que los segundos heredan características de las personalidades de los primeros. Seguramente se podría hacer un análisis metatextual de Anemone; especialmente considerando que el personaje de Daniel Day-Lewis comienza la historia como un recluso, poco interesado en regresar a la luz, y tiene que ser convencido de retornar a casa (así como el actor tuvo que ser convencido de retornar al mundo del cine). Difícil saber qué clase de relación tienen los Day-Lewis en la vida real, pero resulta imposible no pensar que escribir este filme puede haber servido como una suerte de terapia.

Lo cual está muy bien, excepto que Anemone no nos dice nada particularmente nuevo o que no hayamos visto en otras películas. Muchos de los temas que trata son presentados de forma superficial, más como planteamientos que no parecen tener respuesta, que como cuestiones que podrían ser analizadas o convertirse en parte importante de los conflictos entre personajes. Sabemos que Ray es un personaje dolido y lleno de traumas que eventualmente tiene que aceptar la ayuda de su familia, pero la forma en que llega a su eventual redención es absolutamente previsible, casi un cliché. Nadie dice que esto no pueda pasar así en la vida real; solo que ya lo hemos visto antes en incontables otras producciones, y que una película actual se siente bastante flojo.

Lo que no es flojo, por supuesto, es el trabajo de Day-Lewis como actor. El afamado artista regresa al cine como si no hubiese pasado ocho años desde su aparición en la excelente El hilo fantasma, interpretando a Ray de forma magistral, convenciendo en un rol que, en el guion, es un poco estereotipado. Day-Lewis da todo de sí, tanto en los momentos de callada introspección, como en ciertas escenas de sueños metafóricos, y por supuesto, cuando tiene que combinar encanto con intimidad. Respecto a lo último, destacan dos monólogos en particular. En el primero, le narra a Jem una historia de venganza escatológica, y en el segundo, confiesa el crimen del que fue acusado mientras peleaba en Irlanda del Norte, y cómo este lo dejó traumado, cansado y lleno de culpa.

Anemone, entonces, termina siendo una película fácil de admirar pero complicada de disfrutar. Ciertamente luce muy bien, las locaciones reales de Manchester y Chester, Reino Unido, siendo aprovechadas al máximo para desarrollar una atmósfera lúgubre y opresiva, carente de humor (excepto durante el primer monólogo de Day-Lewis). Y por supuesto, el trabajo actoral es sublime, tanto por parte del protagónico como de Sean Bean y Samantha Morton. Pero a grandes rasgos y especialmente a nivel narrativo, el film se siente como una propuesta completamente convencional y previsible, que poco nos dice sobre el trauma, los padres e hijos y la culpa que no hayamos visto en varias otras películas. Anemone no es un desastre, pero considerando que representa el retorno del gran Daniel Day-Lewis al cine, no puedo evitar sentir que pudo (y debió) ser mucho más.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Focus Features.

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