“Valor sentimental” (2025), de Joachim Trier: intentado conectar


Incluso más que su propuesta anterior, la excelente La peor persona del mundo, el nuevo film de Joachim Trier, Valor sentimental (2025), es una historia sobre personas complejas que no se comportan de la misma forma que otros personajes de películas. El filme no intenta desarrollar melodrama a través de situaciones exageradamente sentimentales. Más bien, lo que hace es decirnos que diferentes personas tienen distintas maneras de expresar sus emociones, y que por más que a veces estén presentes y a veces ausentes, pueden llegar a encontrar algo en común con sus familiares. Es decir, nadie es ni completamente malo ni completamente bueno; todos habitamos una zona de grises, complicada y desordenada.

Valor sentimental comienza con un prólogo que establece inmediatamente los temas que la historia terminará desarrollando. En él, se nos narra cómo a una niña le pidieron en el colegio que cuente una historia desde el punto de vista de un objeto, y ella eligió su casa. Una casa que ha pasado por buenos y malos tiempos; que quizás prefiere estar vacía o estar llena de gente y vida, y que podría hasta sentir cuando la tocan y la arañan y le destruyen partes. Luego de eso, se nos presenta a Nora Borg (Renate Reinsve, protagonista de la mencionada La peor persona del mundo), una actriz que está pasando por un ataque de pánico antes de entrar a escena en un teatro en Oslo.

Resulta, pues, que su madre acaba de fallecer y está tratando de lidiar con aquella pérdida junto a su hermana Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), quien cuenta ya con su propia familia. Pero las cosas se complican incluso más con la llegada de su padre ausente, el director de cine Gustav Borg (Stellan Skarsgard), quien además tiene una propuesta para Nora. Le dice para salir a tomar un café, y le propone actuar en su nueva película, interpretando un papel escrito especialmente para ella. Pero cuando Nora se rehúsa, Gustav termina contratando a la conocida actriz hollywoodense Rachel Kemp (una excelente Elle Fanning), a quien conoce en un festival de cine. Pero mientras va trabajando con ella, se va dando cuenta de que quizás no es la actriz indicada para la película. Y mientras Nora va evitando a su padre, se va dando cuenta de que tiene algo pendiente de resolver con él.

Resulta fascinante ver una película poco interesada en los arquetipos del cine dramático comercial y más bien preocupada por desarrollar personajes que son tan imperfectos como cualquier ser humano común y corriente. El Gustav de Skarsgard podría haber sido presentado como un clásico padre ausente, irresponsable y frío. Y aunque hasta cierto punto lo es, uno se va dando cuenta de que no es un hombre terrible, necesariamente. Es una persona vulnerable, alcohólica, que solo sabe expresarse a través de su arte, fallando completamente cuando intenta conectar de otra forma con sus hijas. Consideren, por ejemplo, el que la mejor época que tuvo con Agnes fue cuando actuó —de niña— en una de las películas de su padre.

Gustav es alguien que respira cine no solo porque se trata de su vocación o su pasión, sino también porque es la única forma que tiene para expresarse. Es por eso que ofrecerle el papel a su hija es tan importante, por más de que ella se rehúse a siquiera leer el guion. Es por eso que contratar a Rachel no funciona, por más que su presencia en la producción ayude a que su productor, Michael (Jesper Christensen, de Casino Royale) pueda conseguir financiamiento, así como la oportunidad de coproducir con Netflix. Lo bueno es que la misma Rachel eventualmente se da cuenta de esto, diciéndole al director que algo está mal con su presencia en la película.

Es ahí, también, donde Trier incluye algunas referencias a historias de personajes que intentan ser otros, especialmente cuando Gustav le pide a Rachel que se pinte el pelo, casi transformándose en una versión norteamericana de Nora. Y por su parte, esta última va demostrando a través de sus ataques de ansiedad y faltas al trabajo que es una mujer dañada, en muchos aspectos similar a su padre, aunque le cueste trabajo admitirlo. De hecho, en cierto momento Gustav le dice que se reconoce a sí mismo en ella, y con justa razón. Ambos son artistas muy talentosos que sin embargo están emocionalmente dañados, y que en su arte —ya sea la actuación teatral o la dirección de cine— encuentran tanto angustias como pasión; tanto ansiedad como felicidad.

Reinsve, por supuesto, ofrece una magnífica actuación interpretando a Nora, y Skarsgard brilla como Gustav, interpretándolo como un hombre que ocasionalmente demuestra vulnerabilidad, conectando con sus hijas a través de su trabajo, y en pocos momentos, durante momentos en los que ni es necesario hablar. Inga Ibsdotter Lilleaas está muy bien, también, interpretando quizás al personaje menos vistoso del filme. En particular, disfruté de su pequeña subtrama de investigación, en la que se dedica a recolectar documentos antiguos sobre su abuela —la madre de Gustav—, quien fue torturada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Esto es cuando ella sospecha que la nueva película de su padre podría tratar sobre su abuela, pero resulta que esto no es verdad.

Bueno, hasta cierto punto. Porque la película de Gustav es en realidad sobre varias personas —sobre su madre suicida, sobre su hija actriz, sobre su alegre nieto, y hasta sobre sí mismo, alguien superficialmente carismático y muy bueno en su trabajo, quien sin embargo no parece haber nacido para ser padre —al menos no de la manera convencional. Hay quienes han dicho que Valor sentimental parece querer perdonar a un padre irresponsable y ausente, pero no creo que ese sea el caso. Más bien, pienso que lo que Trier hace con la cinta es intentar entender al padre, dejando en claro que no es un villano de caricatura ni una persona abusiva, sino más bien alguien que comete errores muy graves sin darse cuenta. Su arte le permite expresarse, pero a la vez, le impide conectar con su familia de formas más tradicionales, lo cual causa muchísimo daño.

Valor sentimental se parece a pocos otros dramas de similar corte. En vez de convertirse en un predecible baño de lágrimas, va desarrollando situaciones emocionales de forma gradual, dejando que sus personajes puedan respirar y considerar su situación con relativa calma. Y a través de la historia que nos narra, mucho nos dice sobre las complejidades de las relaciones entre padres e hijas, el arte, la autoexpresión, la ansiedad y hasta el suicidio. Es un filme bellamente fotografiado, favoreciendo cámaras en mano y planos largos que siguen de cerca a sus personajes, enfatizando sus expresiones faciales y reacciones. Esta película es muchas cosas, y aunque creo que sigo prefiriendo La peor persona del mundo, igual demuestra que Joachim Trier es uno de los cineastas más interesantes del momento.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de NEON.

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