“Fue solo un accidente” (2025), de Jafar Panahi: el pasado que regresa


¿Qué harías si te encontraras, años después, con la persona que alguna vez te torturó? ¿Y qué pasaría si no la pudieses reconocer inmediatamente? ¿Harías algo al respecto? ¿Actuarías o te quedarías callado e inmóvil? Estas son algunas de las preguntas que plantea Fue solo un accidente (It Was Just an Accident, 2025), concebida por el director iraní Jafar Panahi (No Bears) cuando estuvo en la cárcel, encerrado por un gobierno que considera a su voz como la de un criminal, tanto así que la mayoría de sus películas previas han tenido que ser realizadas en secreto, a escondidas, e incluso mandadas a festivales como si se tratasen de un secreto de Estado.

Esta, su primera película de ficción narrativa tradicional en años, tuvo que ser grabada sin permisos, lo cual resultó en un par de momentos incómodos con las autoridades durante el rodaje. Pero no importa. Porque Fue solo un accidente termina siendo una de las experiencias más interesantes que puedan tener en el cine este año. Mezclando elementos de una comedia negra con el drama de una narrativa que nos otorga respuestas incómodas a preguntas complejas, esta película se siente tanto personal como universal; tanto explícita en lo que quiere criticar, como obtusa en los resultados que nos da. El filme es, pues, imperfecto pero nunca tedioso y ciertamente reflexivo.

Al inicio, vemos a un hombre de familia llamado Eghbal (Ebrahim Azizi) manejando en la carretera con su esposa embarazada y su hija. De pronto se escucha un ruido y la familia se da cuenta de que ha atropellado a un perro. Es así que Eghbal se baja del vehículo y, mientras la cámara se queda enfocando su rostro, se deshace del cuerpo del animal. Luego sigue manejando, pero no por mucho rato. El carro se descompone justo afuera de un taller mecánico, y un tipo se ofrece a ayudarlos a repararlo.

Mientras tanto, adentro del taller, Vahid (Vahid Mobasseri) se da cuenta de algo. Ve a Eghbal entrar, buscando una caja de herramientas, y se pone nervioso. El ruido que Eghbal hace con su pierna artificial es algo que ha escuchado antes y que lo ha estado atormentando en sus sueños. Es por eso que, una vez que la familia se va en su auto reparado, decide seguirlos. Y al día siguiente, cuando Eghbal se encuentra ya solo, lo golpea y lo secuestra. Resulta, pues, que está casi seguro que se trata de «Pata de palo»: aquel desgraciado que, en nombre del gobierno, lo aprisionó y torturó años atrás, de forma tan cruel que lo dejó con problemas en la espalda y los riñones.

¿Pero de verdad será Eghbal «Pata de palo»? Luego de que este último niega serlo y hasta le dice que sus heridas en la pierna son demasiado recientes, Vahid comienza a dudar. Es por eso que termina poniéndose en contacto con otra gente que fue también torturada por agentes del gobierno, para confirmar la identidad del prisionero de Vahid. Primero está Shiva (Mariam Afshari), una fotógrafa de bodas y un alma igual de gentil que nuestro protagonista. También tenemos a Goli (Hadis Pakbaten), quien está a punto de casarse con Ali (Majid Panahi) y se pasa la película entera en su vestido de novia. Y finalmente, está Hamid (Mohammad Ali Elyasmehr), un tipo violento y sediento de venganza. Juntos, tendrán que darse cuenta de si están a punto de asesinar al hombre que les arruinó la vida, o a un tipo inocente.

Lo que hace Panahi magistralmente a lo largo de la película es hacer dudar al espectador. Por un lado, Eghbal parece ser una buena persona; parece amar a su familia, e incluso se muestra eventualmente a su esposa dando a luz y a su pequeña hija siendo adorable y astuta, como para que empaticemos con ellas. Pero por otro lado, las probabilidades de que haya un tipo con heridas tan parecidas a las del torturador del gobierno y con exactamente la misma pierna artificial son casi nulas. Es a través de las investigaciones de Vahid y las interacciones con sus compañeros que Fue solo un accidente incluye suficientes pistas falsas y verdaderas, como mantener adivinando al espectador hasta el final.

¡Y qué final! Evidentemente no incluiré spoilers en este texto, por lo que solo diré que la cinta concluye de forma potente, dejando bien claro que, a pesar de tomar las decisiones correctas, al final el pasado siempre puede regresar para torturar y retorturar a la gente buena. Después de todo, Vahid y sus compañeros tienen todos diferentes ideas sobre lo que hay que hacer con Eghbar. Algunos lo quieren matar; otros simplemente lo quieren asustar. Y otros quieren algún tipo de catarsis, como escucharlo confesar todo lo que les hizo a todo pulmón. Entre un futuro cercano vengativo y la posibilidad de poder cerrar el círculo, Tan solo un accidente nunca se torna previsible, más bien desarrollando un desenlace satisfactorio y chocante.

Panahi dirige su película con estoicismo y moderación, resolviendo muchas escenas con un solo plano y movimientos estables, enfocándose tanto en el lenguaje corporal de sus personajes como en sus expresiones y reacciones. La iluminación, además, depende bastante de la luz natural y nunca se torna demasiado estilizada, como si estuviese presentando las situaciones tal y como pasaron, sin depender de recursos exageradamente expresivos. No obstante, destaca el uso de la luz roja, tanto al inicio durante el accidente del título, como hacia el final durante una escena narrativamente importante y satisfactoriamente catártica.

Al final, lo mejor de Fue solo un accidente es que lo deja a uno esperanzado en la humanidad. No porque no seamos capaces de hacer cosas terribles, sino más bien porque no se deleita en presentar la venganza como algo bueno y satisfactorio, sino más bien todo lo contrario. Puede que el inicio sea algo confuso, dependiendo de un contexto que recién queda claro varias escenas después, pero una vez que nos centramos en las situaciones francamente absurdas en las que se meten Vahid y los demás, la película toma rumbo para nunca mirar hacia atrás. Esta cinta es absurdamente graciosa, poderosamente dramática y gratamente revoltosa. Es decir, es todo lo que a estas alturas deberíamos esperar de Jafar Panahi, especialmente ahora que, se supone, puede hacer cine con menos restricciones que antes.

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