Basado en la historia real de la fundadora de la secta religiosa de los Shakers en Inglaterra y los Estados Unidos, El testimonio de Ann Lee es un drama atípico con toques musicales, donde lo real y lo ficticio se unen para desarrollar un universo de fervor religioso y fanatismo. Lo que tenemos acá, pues, es un filme narrado de forma subjetiva, donde el espectador duda constantemente sobre la credibilidad y cordura de su protagonista, entendiendo, a la vez, por qué necesita hacer lo que hace y por qué la gente termina siguiéndola. Puede que no sea para todo el mundo, pero El testimonio de Ann Lee igual funciona como un curioso estudio de lo que un culto puede llegar a generar.
El filme se desarrolla en la segunda mitad del siglo XVIII y tiene como protagonista a Ann Lee, del título (una formidable Amanda Seyfried), quien, tras ser testigo de una misa atípica, con música y mucho movimiento, en su natal Manchester, decide fundar un nuevo movimiento católico. Es así que comienza a profesar ser la Segunda Llegada de Cristo en el cuerpo de una mujer, y que la única forma de llegar al cielo y ser verdaderamente puro es a través de la castidad y el movimiento corporal en masa. Por ende, funda la secta de los Shakers (o Agitadores), un grupo religioso pequeño pero ruidoso.

Junto a ella, se encuentran su hermano William (Lewis Pullman); su mano derecha y la narradora subjetiva de la historia, Mary Partington (Thomasin McKenzie, de Jojo Rabbit); los líderes de la iglesia original en la que se basó Ann, Jane (Stacy Martin) y James Wardley (Scott Handy); y el esposo de Ann, Abraham (Christopher Abbott, de la reciente Hombre lobo). No obstante, luego de ser perseguida e incluso encarcelada, Ann tiene una visión (de varias) y decide “cruzar el charco” e ir a América, donde se supone podrá fundar su nueva iglesia. Pero como cualquier travesía, aquella misión termina siendo mucho más difícil y peligrosa de ejecutar de lo que se hubiese imaginado.
Desde un inicio, queda claro que El testimonio de Ann Lee no debe ser considerada de forma literal, sino más bien como la historia que Mary les cuenta a otros miembros de la iglesia. De hecho, de cuando en cuando, la chica menciona leyendas vinculadas a su lideresa o diferentes interpretaciones de lo que sucede en pantalla. En la escena, por ejemplo, en la que Ann se libra públicamente de unas acusaciones, Mary nos dice que “algunos testigos dijeron que Ann habló en 15 idiomas en aquella situación, y otros que habló en 75”. Por ende, nada de lo que sucede en el filme se siente como un hecho —dentro de lo que puede considerarse “hecho” en un contexto de ficción—, sino como la exageración de una narradora apasionada.
Esto, más que dañar al producto final, le permite al espectador considerar los eventos del filme de distintas maneras. Por ejemplo, Ann tiene visiones constantes: algunas, asumimos, producto de un extenso ayuno, y otras, de las condiciones generales en las que vive. Sin embargo, la película también postula que muchas de sus visiones terminan siendo ciertas o al menos precisas, permitiéndole a Ann adivinar, por ejemplo, en qué lugar debería quedarse a dormir cuando llega a América, o a su patrocinador, Richard Hocknell (Jamie Bogyo), decidir exactamente dónde se asentarán junto al resto de fanáticos.

Por ende, como espectador, uno va dudando de lo que es real y lo que no. ¿Funcionan las enseñanzas de Ann? ¿Tiene sentido lo que dice o no hace más que difundir textos incoherentes? El hecho de que sea analfabeta —tal y como Abraham le recuerda en cierto momento— ciertamente no ayuda, pero por más que sus métodos sean cuestionables y hasta absurdos, al menos no le hace daño directo a nadie. Es por eso que resulta fácil empatizar con ella cuando es perseguida y acosada por quienes la consideran una bruja —algo todavía más ridículo—o simplemente piensan que está mintiendo. Si Ann no es percibida como mala persona, es porque el filme nos muestra que, dentro de todo, está siendo honesta —de verdad cree en lo que profesa.
Además, Seyfried nos otorga una de las mejores actuaciones de su carrera como Ann, interpretándola como una mujer intensa, apasionada, que ciertamente carga con traumas del pasado que la obligan a actuar como actúa. El asco que le tiene al sexo, por ejemplo, viene de sus experiencias de niña y hasta se podría argumentar que su apropiación del Shaking viene de su analfabetismo y de lo impresionable que es. No obstante, Seyfried la interpreta como una mujer perspicaz que, al parecer, solo quiere ayudar a la gente a través de lo que ella considera que está bien.

Tengan en cuenta, además, que El testimonio de Ann Lee es un musical… hasta cierto punto. No se trata de una experiencia comparable a Mamma Mia! o Better Man, pero sí de un filme donde los personajes cantan y bailan constantemente, ya sea para expresar lo que están sintiendo o como parte de rituales religiosos. Los cantos y bailes son diegéticos y parte de lo que los Shakers hacen para rezar y tener una conexión más cercana a Dios, ignorando cualquier tipo de pecado de la carne. Seyfried es, por supuesto, una excelente cantante, por lo que resulta agradable escucharla, pero felizmente el reparto secundario también hace un buen trabajo en estas secuencias.
El testimonio de Ann Lee es una cinta excéntrica, que por un lado intenta retratar de forma realista la vida de la gente regular en el Reino Unido y América en el siglo XVIII, pero que por el otro incluye secuencias musicales que podrían alejar a ciertos espectadores. Nos pide entender a la lideresa de un culto —que pasó de tener 6000 seguidores en aquella época, a solo dos (¡!) en tiempos contemporáneos— que se obsesiona con difundir su palabra, humanizándola y presentándola como alguien extremadamente fallida y hasta un poco demente, pero honesta. Y nos adentra en un mundo surrealista y complejo, donde la religión es parte importante de la vida de todos, dictando su comportamiento, su moral y sus costumbres. Nuevamente, esta película no es para todo el mundo, pero igual resulta inusual e intrigante.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Searchlight Pictures y Disney.



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