El cine soviético tiene una etapa crucial en la década del 20, tras el asentamiento de la revolución de la década anterior, y pasada la primera guerra mundial, la paz permite un crecimiento cultural que los líderes en Moscú usarán para afianzar su mensaje mediante distintos medios. El cine se convierte de esta manera en una forma de propaganda y se crea el Instituto del Cine, que dirigió inicialmente Kuleshov, de donde emergieron importantes directores como Pudovkin.
La luminaria de este período fue, sin duda, Sergei Eisenstein: el director de La huelga tuvo una azarosa vida que lo llevaría después, por causa de una absurda visión errónea de su obra por parte de Stalin, a U.S.A. y México, en donde dejó huella con su inacabada pero formidable ¡Que viva México!. En la obra de Eisenstein destacan junto a La Huelga: El acorazado Potemkin, Octubre, Alexander Nevsky e Iván el Terrible, otra obra inacabada y censurada por el régimen.
En La Huelga además de los fundamentos teóricos característicos de la vanguardia soviética del 20 es posible observar una interpretación colectiva, mas acorde con las normativas del Prolekult, es decir, no existe un personaje principal, sino que es la masa en su conjunto quien asume ese papel. Otro aspecto importante es el uso de lo extradiegético en lo visual: imágenes fuera de la realidad de la película metaforizan alguna acción, el ejemplo mas patente está en la escena de la masacre, se suporponen imágenes de la multitud fusilada y de un camal que no tiene relación física con lo que ocurre, sino que sirve para ilustrar mejor la acción.
La vanguardia soviética es un referente importante en la teoría cinematográfica, y sus aportes invaluables forman parte de la base de la cinematografía misma.
Esta web usa cookies.
Ver comentarios