Al ver un film como «Baby Bump», resulta imposible no identificarse con su personaje principal, Mickey House (Kacper Olszewski), un niño de apenas 11 años que vive solo con su madre y que está pasando por el desvarío y todas las cuestiones físicas, psicológicas y hormonales que acarrea la pubertad con el paso del tiempo. A esto se le suma el rechazo a esta transformación, buscando su intimidad y su espacio, a pesar de la constante presencia de su madre, y de su pequeño amigo imaginario, Jerboa Mouse, un ratón en blanco y negro, que resulta ser una suerte de alterego, guiando a nuestro personaje en su toma de decisiones.

Desde un primer momento entramos en los parámetros del director polaco Kuba Czekaj y nos resulta difícil escapar de ellos. Esta combinación de elementos narrativos que puede verse arriesgada en un primer momento, no termina por desviarse ni perder su sentido; todo lo contrario, la superposición de diversos tonos entre realidad e imaginación a lo largo de la película refuerzan una dinámica visual que genera ritmo, tensión y que mantiene, con el virtuosismo del director, imágenes frescas que llegan a estremecerte por su fuerza visual, imágenes capaces de perturbar a cualquiera.

Czekaj rehúye a cualquier estructura clásica y nos introduce al diseño modernista de la mente de un niño, acostumbrado a los diferentes espectáculos visuales y a su fácil accesibilidad por los medios de comunicación masiva. De ese modo, el director, toma elementos del videoclip, los cómics y la televisión, en su búsqueda de un formato auténtico, que ya ha marcado un estilo en sus obras precedentes.

Esta es la propuesta del director para escabullirnos en la mente de este niño: un espectáculo visual de pantallas divididas como en los videoclips de Jemek Jemowit (banda sonora del film); letras rojizas que acompañan muchas escenas del film como en los cómics o como en las letras del mismo color en el videoclip “Ja cie nie lubie” de Gówno; y la fatal influencia de la televisión en imágenes recargadas de violencia.

Lo interesante en la propuesta visual de Baby Bump son los contrastes. Todo se convierte en una sucesión de escenas bastante simétricas que, con gran maña estética, nos revela un universo reforzado por lo grotesco, una gama de colores saturados y atmósferas de tonos pasteles que nos hace recordar la cualidad artística de las películas de Wes Anderson. Sucede lo mismo con la música a lo largo del film; la excelente banda sonora varía desde el más denso electro del grupo “Cipe Drap Skuad”, pasando por la encantadora “Do Ciebie Mamo” de la soprano de origen polaco Violetta Millas, hasta lo más clásico de Tchaikovsky y Johann Sebastian Bach.

Pese a que por momentos sentía que esta secuencia de imágenes creativas y excelentemente filmadas eran una sucesión de ideas vagas, de un lenguaje engorroso por parte de los personajes y que el film divagaba sin tener un objetivo claro, pensaba también que la película maduraba al mismo nivel de Mickey House y que era un continuo proceso, en el que el film tomaba forma a partir de la mitad, donde todo resultaba más claro. Es interesante, además, revisar la filmografía de Kuba Czekaj, cortometrajes enmarcados desde el punto de vista del niño, muy cercanos al cine experimental; y de tal modo conocer su estilo, muy peculiar por cierto, de mirar el mundo.