Crítica: “La Gran Apuesta», o cómo hacer una película entretenida sobre la crisis financiera del 2008

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La Gran Apuesta es una película inesperada, de un director (Adam McKay) que previamente se había concentrado en hacer comedias ridículas con Will Ferrell (Anchorman, Step Brothers, The Other Guys) o blockbusters de súper héroes (el guión de Ant-Man, de Marvel). La Gran Apuesta, sin embargo, es un animal totalmente diferente: una adaptación con tono satírico del libro de Michael Lewis sobre la crisis financiera de 2008. Impecablemente actuada, inteligentemente escrita, y enérgicamente dirigida, la cinta es convincentemente entretenida a pesar de tratar sobre un tema potencialmente soso.

Los protagonistas son cinco: Michael Burry (Christian Bale), un genio financiero con escasas habilidades sociales; Mark Baum (Steve Carrell), un agente de bolsa amargado pero moral; Jared Vennett (Ryan Gosling), un inversor intenso y ambicioso; y el duo de Charlie Geller (John Magaro) y Jamie Shipley (Finn Wittrock), dos amateurs a los que se les presenta una oportunidad sin precedentes.

Es Burry quien descubre por primera vez la manera en que los bonos financiados por hipotecas de alto riesgo han sido subvaluados. A pesar de que trata de advertirle a todo el mundo sobre el próximo colapso del mercado inmobiliario, nadie le hace caso, por lo que termina “apostando” que esto, efectivamente, sucederá, sin importarle que la mayoría de bancos piensen que está loco. Vennet y Baum llegan a la misma conclusión poco tiempo después, y Geller y Shipley reciben la ayuda del ex agente Ben Rickert (Brad Pitt) para unirse a las grandes ligas.

El estilo de la cinta es similar a la de un documental; varios personajes le hablan frecuentemente a la cámara (rompiendo la “cuarta pared”) y el personaje de Gosling incluso sirve como una suerte de narrador de la historia. Además, la mayoría de personajes están basados en personas que efectivamente exigieron durante esta etapa en la historia de Wall Street—muchos nombres han sido cambiados, sin embargo, para proteger la identidad de estas personas, y como toda “cinta basada en hechos reales”, algunos eventos han sido modificados para que funcionen mejor dentro de la estructura de un guión (por más que esté basado en un libro de no ficción).

Predeciblemente, al ser McKay un director principalmente de comedias, la película es bastante graciosa. El diálogo es rápido e intenso, lleno de líneas memorables y frases sarcásticas que me arrancaron más de una sonrisa, y el tono es lo suficientemente ligero (pero sin llegar a ser ridículo) como para que la película no se torne demasiado densa. Un recurso particularmente bueno, utilizado con innegablemente efectividad por McKay, es el de usar celebridades (interpretándose a sí mismas) para explicar algunos de los conceptos económicos más complicados relacionados a la historia. Prefiero no arruinar las sorpresas que la cinta tiene bajo la manga—solo basta con decir que un cameo en particular no ayudó a que me concentre en la información que estaba siendo explicada.

Tanto Christian Bale como Steve Carrell aparecen casi irreconocibles. El primero subió de peso para el papel (como deben saber, gracias a sus roles en El Maquinista, Batman o El Peleador, el actor galés suele someterse a cambios radicales para muchas de sus películas), quitándole todo el glamour a su persona para poder desarrollar un personaje creíble; poco sociable y descuidado. El segundo no sufre un cambio físico tan radical, pero sin embargo logra presentarnos a un Baum siempre al borde del colapso. Es un personaje algo exagerado, pero Carrell logra otorgarle suficiente humanidad como para que no se convierta en una caricatura. Ryan Gosling es deliciosamente sarcástico como Vennett, y otros actores de renombre, como Brad Pitt (también productor del filme), Melissa Leo, Maria Tomei, Rafe Spall, Jeremy Strong y Max Greenfield (¡Schmidt de la serie de televisión New Girl!) tienen apariciones importantes.

Visualmente, McKay trata de complementar el estilo seudodocumental inherente del guión. La mayoría de las escenas están filmadas con cámaras en mano y favorecen los primeros planos, lo cual le otorga verosimilitud a la historia, y la dirección de fotografía es cumplidora, dándole un look realista y poco glamoroso al filme. El uso de la música en «La Gran Apuesta» es excelente, sirviendo no solo para situar la acción en una época muy específica, si no también para aligerar una historia potencialmente seria y dramática (después de todo, recordemos que millones de personas perdieron sus hogares como consecuencia de la crisis de 2008).

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La Gran Apuesta me recordó mucho a El Lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Sin ser igual de excesiva e irreverente, logra contar una historia sobre la corrupción y la irresponsabilidad financiera en los Estados Unidos con mucho humor.

Existen otras cintas sobre temas parecidos, como la genial Margin Call, que tratan el material con mayor seriedad, pero lo que hace que «La Gran Apuesta» sea especial es precisamente el perfecto balance que logró alcanzar entre humor y drama.

Quizás no haya entendido buena parte de los conceptos explicados en el guión (después de todo, los números jamás fueron mi fuerte, y de economía sé poco o nada), pero gracias al excelente trabajo realizado por McKay y sus actores, puedo declarar a La Gran Apuesta como una de las mejores películas actualmente en la cartelera local. No dejen de verla.

Esta entrada fue modificada por última vez en 11 de enero de 2016 21:13

Sebastián Zavala

Cineasta, docente, y crítico de cine. Miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica y la OFCS - Online Film Critics Society. Cofundador y editor en FotografíaCalato.com y NoEsEnSerie.com, y crítico de Cinencuentro.com, MeGustaElCine.com, y Ventana Indiscreta.

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