[Crítica] “Siete semillas”: una película de autoayuda predecible y desprovista de emociones

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Siete semillas es la quinta colaboración entre Tondero Films y su actor más rentable, Carlos Alcántara, quien protagonizó anteriormente las comedias «Asu Mare», «A los 40», «Asu Mare 2» y Lusers. Esta vez apuestan por un drama con ciertos toques de comedia que intenta sembrar edulcorados mensajes de autoayuda, sin embargo todo en un terreno infestado de clichés e incoherencias, en el que nada llega a florecer.

Ignacio (Carlos Alcántara) es el gerente general de una empresa textil que está a punto de ser vendida por sus accionistas a unos empresarios chinos. Por las tensiones de su trabajo, Ignacio tiene relegada a su familia, lo que genera una crisis con su esposa (Gianella Neyra). Después de un preinfarto que lo lleva a la clínica, su hermano Lucho (Marco Zunino) le aconseja que acuda a un gurú (Javier Cámara), quien le da un tratamiento basado en la plantación de unas semillas.

Un atribulado Carlos Alcántara en «Siete semillas»

El director Daniel Rodríguez Risco ha realizado una adaptación del libro “El secreto de las siete semillas” de David Fischman, un gurú de la literatura de autoayuda. Como la obra en la que se basa, la película utiliza la figura del ejecutivo exitoso pero infeliz como un pretexto para preguntarse en qué radican la felicidad y la realización personal.

Sin embargo, la trayectoria de autodescubrimiento de Ignacio es completamente predecible y desprovista de sorpresas, emociones o al menos un remoto brote de espontaneidad. Por ejemplo, para explicarle a Ignacio que no sabe delegar y que él se carga innecesariamente todo el peso de la responsabilidad, el maestro lo invita a echarse y cargar una barra a la que le va subiendo cada vez más el peso. Y así como esta, todas las lecciones son obvias, repetitivas, insulsas, poco imaginativas.

Carlos Alcántara no llega a convencer en su interpretación de un gerente en medio de una crisis personal, pues en varias escenas cambia de registro abruptamente y saca a relucir sus tics cómicos, seguro pretendiendo suavizar la tensión del relato. De igual modo, Marco Zunino tampoco resulta convincente como un supuesto hippie ludópata, mientras que Bernie Paz y Katerina D’Onofrio son villanos totalmente unidimensionales.

El español Javier Cámara, que ha logrado actuaciones notables en cintas como Hable con ella o Truman, intenta en su primera incursión en el cine peruano despercudirse de los clichés que lo rodean. Debajo de su espesa peluca, deja asomar por momentos ese carisma que lo caracteriza. Su actuación, sin ser extraordinaria, es el principal (si es que no el único) motivo para ver «Siete semillas».

Casi irreconocible Javier Cámara en «Siete semillas».

Como ya es costumbre en las producciones de Tondero Films, el product placement es intrusivo y manejado sin la más mínima sutileza. En medio de una acalorada discusión de pareja, Ignacio y su esposa aprovechan para hacerle publicidad al centro comercial que los auspicia. Y en el feliz desenlace también aparece la universidad que los auspicia y que, faltaba menos, fue fundada por el escritor y productor Fischman.

Pero más descarada aún resulta la última escena, que pretende hacer publicidad al libro en el que se basa la película. Esto entra en contradicción con el bienintencionado mensaje de renunciar al ego que se repite a lo largo de la película, pues termina sirviendo de homenaje al ego del escritor David Fischman, cuyo imperio de negocios relacionados con la autoayuda hoy se diversifica con la incursión en el cine. La plantación de sus semillas recién empieza…

Juan Carlos Ugarelli

Periodista cinematográfico y crítico de cine. Miembro de la APRECI - Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica. Editor del blog de cine Las Horas Rojas.

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