Ahora que Marvel Studios ha cumplido diez años con su Universo Cinematográfico y ha podido usar la licencia de Spider-Man compartiéndola con Sony, estos últimos no podían quedarse con los brazos cruzados. Sí, puede que el arácnido superhéroe esté compartiendo pantalla con los Avengers, pero eso no quiere decir que no tengan otros personajes que puedan explotar, ya sea porque se pueden desarrollar interesantes historias con ellos, o simplemente porque son inmensamente populares con los fanáticos de los cómics.
He ahí donde entra “Venom”. Aunque siendo justos, se trata de un proyecto que había estado en desarrollo por bastante años. Primero nació como un spin-off de la decepcionante “Spider-Man 3” de Sam Raimi —en donde fue interpretado, infamemente, por Topher Grace—, luego como una película aparte, luego como otro spin-off —esta vez de “El Sorprendente Hombre Araña 2”, la cual tampoco funcionó—, y por último, otra vez como una cinta aparte. Luego de tantos problemas, uno esperaría que los productores habrían tenido el tiempo suficiente para tener guion que cuaje bien y el proyecto salga adelante de manera exitosa…
De todas formas, “Venom” no es el absoluto desastre que muchos críticos norteamericanos afirman haber visto. No se trata del equivalente moderno a la “Gatúbela” de Halle Berry o al “Daredevil” de Ben Affleck. Yo lo compararía, más bien, a algo como “Thor: el Mundo Oscuro”, o “El Increíble Hulk” de Edward Norton. “Venom” se asemeja a cualquiera de los esfuerzos más flojos de Marvel Studios: es una película competente, entretenida, pero que no se diferencia lo suficiente de cualquier otro filme de superhéroes (o en este caso, de anti superhéroes). Tiene momentos muy divertidos, y se ve beneficiado por una actuación central atractiva, pero sus peores momentos… son bastante tediosos.
Tom Hardy interpreta a Eddie Brock, un intrépido reportero que, al inicio de la película, parece tener la vida perfecta: vive con su novia, Annie (una desperdiciada Michelle Williams) en San Francisco, tiene un exitoso programa de investigación, y parece llevarse relativamente bien con su jefe. Pero las cosas cambian cuando lo obligan a entrevistar a Carlton Drake (Riz Ahmed), una suerte de Elon Musk megalomaníaco, y Eddie, en vez de hacer preguntas relacionadas a su trabajo con cohetes espaciales, trata de indagar en sus supuestas actividades criminales.
Es por esto que lo botan del trabajo, y que Annie termina rompiendo con él (también se comporta bastante mal con ella de otra manera, pero se trata de un evento que prefiero no revelar en esta crítica). Seis meses después, Eddie vive solo y triste en un pequeño y sucio departamento, pero cuando una científica que trabaja con Drake, la Dra Dora Skirth (Jenny Slate) se le acerca pidiéndola ayuda, no se puede rehusar. Eddie se infiltra en el laboratorio de Drake, comienza a tomar fotos de sus sombríos experimentos… y es atacado por el Simbiote, una criatura espacial —una suerte de baba negra mutante— que necesita de un huésped para poder sobrevivir en nuestro mundo.
Y es así que Eddie se convierte en Venom, quien ahora tiene como misión detener a Drake antes de que continúe con sus experimentos y comience a matar a más gente. Lo cual es curioso, considerando las motivaciones iniciales del Simbiote, pero no importa. Acá lo más entretenido es, precisamente, la relación entre Eddie y el Simbiote: el primero escucha la voz del segundo en su cabeza a cada rato, lo cual resulta en escenas verdaderamente graciosas. El director Ruben Fleischer (“Zombieland”) aprovecha al máximo el ritmo cómico de Hardy para desarrollar de manera relativamente verosímil la suerte de amistad/codependencia de estos dos personajes.
Hardy interpreta a Brock como un hombre al borde de un ataque de nervios. Sus primeras escenas como huésped del Simbiote son incómodas; suda todo el tiempo, y no parece tener la más mínima idea de cómo utilizar sus nuevos poderes. Es incluso cuando, por fin, se convierte en el antihéroe que todos estábamos esperando, Hardy le otorga cierto nerviosismo, cierta permanente inseguridad al personaje, como para que no se convierta en una total caricatura. Su postura jorobada y su acento casi indescifrable contribuyen a dicha caracterización. Se trata de una interpretación que, en teoría, no debería funcionar, pero que en la práctica, disfruté bastante.
Michelle Williams no la pasa igual de bien. Tiene el papel ingrato de la ex novia que no tiene mucho qué hacer en la historia, y aunque uno tiene la sensación de que será mejor aprovechada en las secuelas —especialmente gracias a una sorprendente escena durante el tercer acto—, en este primer filme, se le ve algo aburrida. Riz Ahmed interpreta a Drake como un villano de motivaciones claras: quiere salvar al mundo, hasta cierto punto, pero quiere hacerlo a través de los métodos equivocados. Es un hombre que no puede ver más allá de sus propias ambiciones, y aunque hacia el final se convierte en un villano megalomaníaco del montón, el trabajo del talentoso Ahmed es lo suficientemente sólido como para que se mantenga como una figura medianamente interesante.
En un principio, pensé que “Venom” sería una experiencia más oscura, más intensa, con influencia del cine de body horror de Cronenberg, por ejemplo. Y aunque quedan elementos de ese tipo en el corte final, no son el foco de la historia —lo que tenemos acá es un blockbuster regularón, algo gracioso (más que nada gracias al trabajo físico de Hardy y a sus interacciones con el Venom digital), pero carente de mucha tensión. Es una pena; no es una mala película de Marvel, pero considerando las declaraciones de Hardy —aparentemente, sus treinta minutos favoritos de la cinta fueron eliminados del corte final—, uno no puede evitar sentir curiosidad por ver la supuesta versión para mayores de 18 años. El “Venom” que podemos ver en el cine se siente censurado, desgraciadamente. Esto se hace notorio, por ejemplo, en la manera en que están editadas las escenas en las que el Simbiote le arranca la cabeza a algún criminal.
Los efectos visuales, al menos, son competentes, especialmente en lo que se refiere a Venom en sí —el diseño es tal cual lo que uno encontraría en los cómics, y sus movimientos, aunque algo exagerados por momentos, lo convierten en una criatura formidable. Las secuencias de acción son medianamente emocionantes, pero el clímax, el cual involucra una pelea que abusa de los efectos digitales, no podría ser más decepcionante. No hay suspenso ni emoción, y está filmado con cámaras de movimientos demasiado rápidos y con cortes muy frecuentes. Considerando lo sólido que es el segundo acto de “Venom”, el tercero definitivamente se siente más como un anticlímax que como un desenlace verdaderamente satisfactorio.
Los fanáticos del personaje de seguro disfrutarán con este “Venom”. Se trata de una película que interpreta bastante bien al Simbiote —ciertamente mejor que “Spider-Man 3”— y que incluye varios momentos de humor (tanto voluntario como involuntario) y violencia poco explícita. Lo mejor de la cinta, en todo caso, es que no lo hace a uno extrañar al Hombre Araña; el origen de Venom es explicado con suficiente eficiencia, y la historia se desarrolla de manera independiente, sin necesidad de conectarse con futuros spin-offs o secuelas (al menos hasta la primera escena poscréditos). “Venom” es un blockbuster correcto y punto; no le llega ni a los talones a lo mejor de Marvel Studios, pero tampoco es el desastre impresentable que muchos esperábamos ver.
Nota: “Venom” tiene dos escenas poscréditos. La primera emocionará a más de un fanático de los cómics y las caricaturas. La segunda no es más que una publicidad para algo que, francamente, se ve mejor que la película que uno acaba de ver.
Esta entrada fue modificada por última vez en 15 de octubre de 2018 14:05
Esta web usa cookies.