Los primeros minutos de la ópera prima de Delphine Girard me recuerda a The Guilty (2018), tensa película danesa que consta básicamente en un oficial de policía atendiendo con perspicacia una particular llamada de emergencia. Aquí también tratamos con una mujer que se las ingenia para hacer un llamado de alerta al 911, sin despertar la sospecha del presunto secuestrador quien se encuentra cerca de ella. El hecho es que en esta película belga la receptora de la llamada, ciertamente, carece de una agudeza para lidiar con ese tipo de improvisación. Ahora, pueda que esa deficiencia no tanto tenga que ver con la destreza de la oficial. Posiblemente, la mujer que atiende este tipo de auxilio se está dejando llevar por las emociones que emite la desconocida que está del otro lado del teléfono. Percatarse de este detalle será esencial para comprender por qué los protagonistas de esta historia se comportan ante la situación de tal o cual manera. Quitter la nuit (2023) narra la historia de Aly (Selma Alaoui), una mujer que ha denunciado a Dary (Guillaume Duhesme) por violación y secuestro. Hay una detención y un juicio pendiente, pero en medio muchas interrogantes. Sucede que los implicados nos niegan la información vital de lo que aconteció, y, en su lugar, nos obligan a dudar o cuestionar sus acciones y actitudes.
Esta es una película inteligente. La directora sabe que el reservar el testimonio de Aly o Dary abrirá la puerta de las interpretaciones, lo que implica el filtrado de posibles prejuicios. Estamos ante el caso de una denuncia de abuso sexual en tiempos en que se está concientizando la no normalización del acoso del hombre hacia la mujer y, asimismo, se han gestado casos de mujeres sacando ventaja de ese escenario. Por tanto, no es de extrañar que el espectador se vea tentado a dejarse persuadir a que cualquiera de esas dos sendas pueda corresponder a la pugna entre Aly y Dary. Pero cómo afirmar cuál es la situación que corresponde si ambos no “colaboran” a seguir con el protocolo, sea aportando detalles previos a la detención o completando el examen médico pertinente para sostener la denuncia. En su lugar, tenemos antecedentes que alimentan correspondientemente una imagen discordante. Por un lado, Aly es la denunciante y madre recién divorciada que tiene relaciones furtivas con otros hombres. Por otro lado, Dary es el denunciado y bombero que tiene un carácter reprimido y violento. Es una balanza que no hace más que mecerse, eso a pesar de que a medida que transcurre la etapa judicial, vamos viendo algunos flashbacks de lo que aconteció la noche de la denuncia.
El drama de Quitter la nuit depende mucho de la deducción personal, aunque es seguro que hasta cierto punto ese cálculo bien podría trasladarnos a la arena de la brecha de género. De pronto, vemos a Aly que cuenta con aliadas, mientras que Dary parece no tener un respaldo en concreto, pues su única “aliada” visible parece insegura de su defendido. Incluso el modo cómo expone Girard al círculo de Aly trasluce un ambiente conspiratorio, como si las mujeres tuvieran algo entre manos, tal vez algún pacto que está al margen de la jurisdicción de la denuncia. A eso suma la intervención del personaje del principio, la mujer que atendió a la llamada de denuncia de Aly, pero poco o nada tiene que ver en el asunto. ¿Estamos ante el caso de una alianza acondicionada por el género y que pasa por alto los hechos tangibles? Capaz sea eso lo que quiera hacernos pensar Delphine Girard al exponer una situación que pone a prueba nuestro juicio, el cual, habitualmente, pasa por alto detalles como el shock que padecen los implicados de una denuncia. Es una interpretación que, definitivamente, depende de una empatía emocional y no de los antecedentes o testimonios. De ahí por qué resulta importante tomar en cuenta cómo es que una persona capaz en su oficio pueda a veces desequilibrar su desempeño producto de la empatía hacia una víctima que bien podría recordarle una situación vivida.
Esta entrada fue modificada por última vez en 4 de septiembre de 2023 12:40
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