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[Crítica] «Priscilla» (2023): la posibilidad de transformarnos

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A diferencia de biopics recientes, como “Napoleón” y “Maestro”, el de Priscilla Beaulieu (Cailee Spaeny) –la esposa de Elvis Presley (Jacob Elordi)– se focaliza en la vida interior de su protagonista, destacando –en una época sin Internet y sin celulares– los momentos de encuentro consigo misma. Al mismo tiempo, la narración audiovisual presenta su vida en clave de un cuento de hadas que gradualmente va convirtiéndose en una especie de encierro dorado, ora solitario y silencioso, ora excitante y violento.

La película empieza en ambientes militares de una base estadounidense en Wiesbaden, en Alemania, durante los años 50. En la cafetería la jovencita Priscilla es abordada por un oficial e invitada, a nombre de Elvis Presley –entonces haciendo su servicio militar en esa base–, a una reunión social en su casa. Luego de gestiones formales para lograr el permiso de sus padres Paul Beaulieu (aviador de la Fuerza Aérea norteamericana) y Anna Iversen, Priscilla sería autorizada a asistir a esta y posteriores fiestas realizadas a lo largo de un par de años por la entonces estrella de rock. El único detalle es que Priscilla era una escolar de 14 años. 

En todo caso, su vida cambió de golpe. Su mente empezó a estar ocupada casi íntegramente por la relación –inicialmente “amical” y luego sentimental– con el famoso cantante y su entorno adulto; primero en Wiesbaden y luego en Graceland, la casa familiar de Presley en Memphis, Tennessee, a donde viajaría invitada. Allí conocería a la familia extendida de Elvis (su abuela, su ama negra, su padre, su madrastra) así como a sus amigos habituales; siendo muy bien tratada, aunque con ocasionales y discretas (aunque cortantes) advertencias y alguna reprimenda de su suegro. Finalmente se casarían en 1967, cuando ella cumplió la mayoría de edad.

La película no abunda en los hechos externos de la protagonista porque estas se limitaban a quedarse en casa mientras su novio (y luego esposo) realizaba conciertos, giras y actuaba en películas; y, salvo en alguna que otra oportunidad en que por propia iniciativa ella viajaba a averiguar las actividades de Elvis, Priscilla permanecía en una residencia por largas horas vacía. Desde que conoce a su futuro marido, vemos a la protagonista principalmente con ella misma, sin hacer mucho e incluso nada; tanto en la escuela como en las fiestas o en casa. Su fase escolar la pasó aburrida y estuvo con la cabeza en otra parte (Elvis y su entorno) y, ya casada, padeció el gradual declive mental de su esposo (expresado en violencia y adicciones); en lo que pareciera ser una vida marcada por la soledad, pese al acompañamiento y solidaridad de la servidumbre doméstica femenina de Graceland. 

El gran logro de la película es el tratamiento objetivo de la vida de Priscilla Presley, lo que implica mostrar varios de esos momentos de pura soledad del personaje. No son exactamente lo que llamamos “tiempos muertos” ya que su sentido es explícito tanto a nivel de las situaciones dramáticas específicas como en general. En la fase de “noviazgo” exhibe su tedio ante lo que deberían ser las tareas apropiadas para el final de la niñez, la pubertad y la adolescencia (especialmente, los estudios); lo cual es prácticamente imposible por su asimilación –mental y luego fáctica– a un mundo si bien juvenil ya en vías a la adultez. Mientras que en la etapa de vida en pareja, esos momentos de soledad se convierten en tiempos de reflexión sobre los serios problemas que padecía Elvis, algunos evidentes desde los primeros momentos de la relación (por ejemplo, su adicción a las pastillas), así como por la condición de adorno móvil maquillado que ella ocupaba en la vida de su marido.

Coppola no juzga a su protagonista, muestra su inmadurez pero también su evolución a partir de los hechos externos que la afectan; los que se van dosificando en forma puntual (o acotada) y de los que ella va tomando nota progresivamente. El filme muestra los inopinados arranques de violencia de Elvis contra Priscilla, para luego arrepentirse y disculparse; síntoma inequívoco del comportamiento de los varones posesivos y machistas, expresado hasta en indicaciones precisas de cómo debe vestirse o peinarse la protagonista. En este contexto, los momentos consigo misma son clave porque le permiten transformarse gradualmente, madurar y tomar decisiones por sí misma (lo que inicialmente y por mucho tiempo no fue capaz).  

Destaco estos momentos porque se dan en una época no mediada por el celular y las redes sociales, las cuales –si bien nos revelan cosas sobre nosotros mismos (y a terceros)–, al mismo tiempo, nos limitan a ese conjunto de percepciones que hemos construido socialmente, en comunidad con quienes piensan como nosotros. Es decir, podemos descubrir(nos) pero muchas veces sin poder cambiar ni mejorar, sin salirnos de esas fronteras que nos encorsetan a partir de la constante repetición –a manera de pensamientos circulares– de determinadas ideas, percepciones, creencias o hábitos de vida asociados en nuestras redes, a través de nuestros celulares.  

Pero la directora también incorpora estos momentos a su propia mirada, objetiva y un tanto analítica, sobre la protagonista y su relación de pareja. Esto le añade densidad y significado tanto a estos momentos como a toda la película, que –mediante ese tratamiento contenido e intimista– deviene en una sorprendente ilustración del patriarcalismo más rancio. De hecho, casi al inicio de la cinta Priscilla es abordada por un sargento del ejército para invitarla a una fiesta en casa de Elvis, sin que antes ni después se sepa quién, cómo y –considerando su edad– porqué fue escogida o invitada. 

Pero, como es obvio, solo pudo haber sido seleccionada por el famoso cantante, en base a sus gustos y patrones de belleza, para convertirla más adelante en su esposa; más aun, para acostumbrarla a su forma de vida y moldearla desde temprana edad de acuerdo con su visión consistente con la familia patriarcal a la que pertenecía. Durante la infancia y adolescencia de Priscilla, Elvis fue muy respetuoso de las creencias católicas de la familia Beaulieu y su relación con ella fue en general afectuosa y relativamente correcta (salvo por su adicción a los somníferos). El creciente control y la violencia vendrían después, especialmente durante el matrimonio. 

Otros factores interesantes son el contraste entre el hecho de que Elvis viviera inmerso en una familia conservadora (patriarcal) y provinciana, y la provocadora imagen de sex symbol del personaje, además de los escándalos mediáticos generados por sus infidelidades.

A ello se añade la profunda distorsión de la vida y relación de pareja de Priscilla a partir de su abrupta incorporación –físicamente marginal, pero mentalmente intensa– a un ambiente marcado por la fama y el dinero en abundancia (lo que también afectó, aunque de otras formas, al popular cantante). En este contexto, su vida se vio limitada por el relativo aislamiento y sobre todo por la cosificación que le impuso Elvis. El creciente control de sus suegros y, luego, de su marido –quien le exige que acepte sus amoríos– carcome gradualmente la relación; lo que, junto al aumento de sus adicciones, generaría el acelerado desgaste del matrimonio.

El proceso que reseñamos es presentado bajo esa mirada objetiva –entre espontánea y estudiada– de la directora, en el que se contrapesan la soledad doméstica con las ocasionales fiestas y los estallidos de violencia con las situaciones de relax en la pareja; pero siempre dejando “respirar” la acción dramática para dejar espacio al (y evidenciar el) punto de vista de la protagonista sobre lo que ocurre. De esta manera, los momentos introspectivos que marcan el tempo pausado del filme soportan sutilmente la construcción y evolución del personaje. 

De otro lado, esta película es una suerte de complemento alternativo a “Elvis”, de Baz Luhrmann. En esa cinta, Priscilla está casi invisibilizada y es una presencia fugaz, sin mayor importancia en la trama. A diferencia del filme que comentamos, en el que Sofia Coppola ha visibilizado a la esposa y, a la vez, ha mostrado otra faceta de Elvis, omitida en el citado biopic, que complementa y cuestiona fuertemente su visión del famoso cantante. 

No deja de ser interesante que “Priscilla” se centre en la (ir)responsabilidad emocional de Presley en su relación de pareja y marital, en vez de solo victimizarlo al convertirse en un peón del “coronel” Tom Parker, su manager; el que –en esta ocasión– es el invisibilizado (apenas se le menciona). De igual forma, el padre del cantante también aparece marginalmente a cargo del control de las finanzas familiares. Aquí es posible observar cómo el patriarcalismo se reproduce afectando también a varones, como el propio Elvis, quien fue explotado económicamente por su padre y su manager (en modo padre-sustituto); luego él reproduciría esos patrones de poder sobre su esposa. 

En suma, “Priscilla” es una película tan y quizás más interesante que otros biopics recientes, realizados con mayor producción, presupuesto y relativa abundancia de acción externa (y poco o nulo conflicto interno), como “Napoleón” y “Maestro”. Con un tratamiento objetivo, sobrio, intimista, relativamente introspectivo y con recursos más modestos, Coppola consigue hacer una buena película, apoyada en los componentes narrativos más insólitos imaginables sobre un personaje en su momento ninguneado: Priscilla Presley.

Esta entrada fue modificada por última vez en 21 de enero de 2024 20:21

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  • Parece que la Academia difiere de su opinion, dandole 7 nominaciones a los Oscares del 2024 a "Maestro" y ninguna a "Priscilla". Una debio realmente llamarse "La inexplicable Felicia" y la otra "El inexplicable sufrimiento de la esposa de Elvis Presley". Felicia quien es mi pariente lejana., murio de cancer, a una muy injusta edad. Priscilla, por el otro lado, ha vivido feliz libre y especialmente super sana de cuerpo y de mente desde 1973, a saber por 51 años SEGUIDOS o sea digamos el triple de los años de "Tortura" que paso con Presley. (1959, luego de 1962-a 1973, suman 12). No necesito esplayarme, o cree Usted que no fui claro?

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