¿Es acaso Helene una traidora de la causa? Esa es una interrogante que solo a principio deriva a una respuesta afirmativa, la que, ciertamente, podría atormentar por el resto de su existencia a la protagonista de La mort n’existe pas (La muerte no existe, 2025), miembro de un grupo de revolucionarios comprometidos con tumbar a una élite de poder. El director canadiense Félix Dufour-Laperriere nos introduce a un caso de culpa que será tratado no con un ánimo de recriminar, sino generar reflexión, algo que capaz el grupo político no logró concientizar del todo.
Es así como Helene, cargada de mucho remordimiento luego de sobrevivir a un atentado crucial que bien pudo ponerle fin a su guerra política, se extraviará en un escenario en donde lo real y lo alucinatorio se confunden. Esta es una película que expone a un personaje a una experiencia alegórica con el fin de que esta misma pueda evaluar su ideología, la que incluye los impactos de esta, desde un nivel personal hasta social.
La mort n’existe pas se inspira de los rituales mitológicos que nos presentaban a héroes agobiados por un extravío existencial, en tanto, su trayectoria por terrenos inhóspitos equivalía a la construcción de una sabiduría, el empoderamiento de sus fortalezas y, finalmente, el reconocimiento de su destino. Helene, luego de sobrevivir a la muerte segura, tendrá la oportunidad de pensar las cosas. La película de Félix Dufour-Laperriere es como un pase al limbo, un momento para que su heroína pueda observar y discernir sus pensamientos terrenales y así después retornar a la realidad para fundar su propio paraíso.
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