[Crítica] “El esquema fenicio” (2025), de Wes Anderson


Al cine de Wes Anderson se le quiere o se le odia. En mi caso solo empecé a considerar lo segundo a partir de algunos episodios de La crónica francesa (2021). Con Asteroid City (2023) ya sentí que al mago tejano se le habían agotado sus trucos, y que quizás había perdido la capacidad de plasmar el mínimo tacto humano en sus historias y personajes delirantes. Mis temores sobre la pérdida de su magia y empatía afortunadamente se despejaron con la serie de cortometrajes más sosegados que dirigió para Netflix, en particular El cisne (2023). A primera vista El esquema fenicio (The Phoenician Scheme, 2025) parece seguir la vena de sus proyectos más ostentosos y menos reconfortantes, pero en el balance exhibe más motivos para quererlo incluyendo ciertos aspectos inéditos en su filmografía como el insospechado protagonismo de Benicio del Toro

Anderson aquí vuelve a cruzar el charco para contar la historia del empresario y traficante de armas Zsa-Zsa Korda (Del Toro), que sufre constantes y meticulosos intentos de homicidio. Ante su elevado riesgo de muerte, Korda convoca a su hija mayor, Liesl (Mia Threapleton), para que abandone el noviciado y se convierta en la única heredera de su imperio industrial. Acompañados del curioso tutor noruego Bjorn (Michael Cera), ambos emprenden una expedición hacia la utópica república de Fenicia para pactar una serie de acuerdos clandestinos con socios tan inescrupulosos como el protagonista con el fin de cerrar una gruesa brecha deficitaria antes de recurrir al perverso Tío Nubar (Benedict Cumberbatch). 

Como parodia de magnate corrupto y padre negligente, Korda no es el protagonista más complejo ni profundo pero es uno de los más transparentes y carismáticos. Está hecho a la medida de un Benicio del Toro que se desenvuelve cómodamente en un universo andersoniano que requería un cambio urgente de repertorio. Mia Threapleton también aporta un nuevo rostro y demuestra estar a la altura de sus compañeros más experimentados. Lo único frustrante de su Liesl es que no puede desmarcarse de la sombra del protagonista, pero esto solo confirma la estrechez creativa de Anderson con personajes femeninos. Michael Cera logra robarse ciertas escenas como un académico nórdico algo chiflado. Aunque la trama implica un desfile de personajes predeciblemente ridículos y potencialmente insufribles, el foco narrativo permanece en los tres primeros personajes. Más que una novedad, esto representa el retorno de un componente narrativo que era clave en el éxito de la etapa inicial del realizador tejano. 

Si bien la película comienza en el viejo continente, la mayor parte transcurre en un contexto nuevo en la filmografía del director tejano: un Medio Oriente independiente y próspero cuyos recursos y “esclavos” sin embargo están dominados por oligarcas europeos y estadounidenses. Aunque su Fenicia sea utópica, Anderson evoca en ella elementos históricos y culturales pertinentes a la región y a los años 50. No sorprende pues que la visita al club de un capo marsellés se vea interrumpida por la invasión de una guerrilla marxista. La estética orientalista del diseño de vestuario y producción sería problemática si no fuera porque se pone al servicio de una sátira evidente sobre el legado colonial del Norte global. El lente satírico se percibe desde la división por capítulos de la trama, un clásico de Anderson que aquí responde a una serie de cajas con los nombres de los diversos proyectos industriales de Korda en Fenicia y que representan sus fuentes de riqueza a costa de una nación del Sur global.

Al margen de esta inesperada crítica anticolonial, El esquema fenicio no deja de ser una comedia andersoniana que se nutre principalmente del absurdo y la ironía, con algunos toques de humor físico. Su guion tiende a favorecer momentos más lúdicos como las caídas de aviones, las representaciones del paraíso, o la secuencia de pelea entre Del Toro y Cumberbatch. En algún momento aparece una bomba de dinamita que parece extraída de un corto de los Looney Tunes. El efecto hilarante de estas escenas solo podría mejorar si Anderson por una vez permitiera que sus personajes reaccionen de manera un poco más expresiva como en las comedias de Charles Chaplin. 

Aparte de renovar y diversificar su elenco con secundarios como Riz Ahmed y Richard Ayoade, este título implica un cambio notable en la filmografía del autor tejano con la incorporación del fotógrafo francés Bruno Delbonnel. Aunque mantiene en gran medida la plantilla concebida por el estadounidense Robert Yeoman, Delbonnel aporta algunos cambios necesarios como la secuencia de créditos iniciales que amplía el potencial de los planos cenitales. En general es posible percibir ligeros movimientos de cámara esporádicos y una mayor variedad de encuadres que buscan modernizar el lenguaje visual de Anderson sin alterar su esencia.

Puede que las novedades de El esquema fenicio no sean suficientes para que se coloque a la altura de El Gran Hotel Budapest (2014), y que su historia no sea tan entrañable como las de los cortometrajes de Netflix, pero considero que representa un paso decisivo fuera de la conformidad que han representado sus últimos largometrajes. Es una prueba de que el viejo Wes todavía puede pensar fuera de las cajas de siempre, aun cuando luego decida reciclarlas como utilería en su siguiente proyecto. En ese sentido todavía se le puede seguir queriendo.

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