Que se haga su voluntad: donde nace la furia
La producción francesa-polaca Her Will Be Done (Que se haga mi voluntad, 2025) tuvo su estreno en la Quincena de Cineastas del último Festival de Cannes. Es el segundo largometraje de la directora francesa Julia Kowalski y sigue la historia de Nawojka, una joven que vive con su padre y sus hermanos en una granja que funciona como negocio familiar. Nawojka sueña con escapar de esa realidad y vivir libremente en un espacio distinto. Lo que en un inicio puede sonar como un anhelo adolescente por romper con lo conocido adquiere otra dimensión cuando descubrimos que la protagonista está perseguida por una maldición—o al menos así lo interpreta ella—, heredada de su madre muerta, una mujer que su padre “no pudo salvar”.
Ambientada en un entorno rural, agreste y profundamente natural, Kowalski se apoya en antiguos mitos de brujería para establecer el tono de la historia: hay castigos sobrenaturales para quienes sienten lo que no deben sentir. Estos se entrelazan con mitos contemporáneos sobre los comportamientos que se esperan de una mujer «tradicional», generando una atmósfera opresiva de la que la protagonista busca desesperadamente liberarse. A esto se suma la aparición de una vecina empoderada, una figura femenina disruptiva que despierta tanto la curiosidad como la ira de la comunidad, y que desestabiliza profundamente a Nawojka.

Un subtexto particularmente valioso, en la coyuntura mundial actual, es la representación de la inmigración. La familia de Nawojka es de origen polaco; hablan polaco en casa y francés en público. Esta dualidad, esta condición de extranjería, se cuela en sus rituales cotidianos, en sus gestos íntimos y en el secreto que rodea la maldición. Frente a la crueldad de una comunidad extremadamente conservadora, lo que la protagonista interpreta como una maldición termina por convertirse en una herramienta de justicia, una forma de afirmar lo que ella considera correcto.
La fotografía atrevida y algunos planos que resuenan emocionalmente aportan fuerza al retrato de la feminidad y de la ira, elementos que perfilan con claridad la voz autoral de Kowalski. Algunas pausas interpretativas marcan un ritmo particular que invita a una lectura más densa del largometraje, y sugieren la posibilidad de un segundo visionado más enriquecedor.

Kowalski tenía todos los elementos para hacer una película de terror clásica, y sin embargo el resultado final escapa a esa etiqueta. A partir del feedback recibido tras la proyección—al cual tuvimos la fortuna de asistir—comenzó a construirse una lectura más rica: Her Will Be Done se revela como un híbrido de géneros. Aunque remite al cine de terror de los años 70, con sus grandes zooms y planos de una crudeza notable, su tratamiento del outsider, las dinámicas amicales entre los miembros de la comunidad, e incluso el compañerismo que surge en situaciones extremas, nos acercan más a un drama con tintes de terror.
Julia Kowalski está en camino de consolidarse como una autora con voz propia en la industria, y la cálida recepción de Her Will Be Done en esta edición del Festival de Cannes no hace más que confirmar ese rumbo.
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