Festival Al Este: “Kneecap” (2024): rap, lengua y resistencia


En Belfast, dos jóvenes y un profesor de música (Liam Óg Ó Hannaidh, Naoise Ó Cairealláin y JJ Ó Dochartaigh) encuentran en el rap una vía para rebelarse contra el sistema, usando el idioma irlandés como forma de resistencia cultural. Lo que comienza como un acto de provocación se convierte en un fenómeno político y musical que desafía al poder, revitaliza su identidad y enciende una lucha por el reconocimiento de su lengua.

En abril pasado pude ver Pecadores (Sinners), la nueva película de Ryan Coogler. En dicha cinta, además de su evidente componente afro, también se percibe un interés por reivindicar otras culturas marcadas por la colonización, siendo la irlandesa una de ellas. Recordando uno de los diálogos del antagonista, se menciona que su cultura fue mermada por la fuerte presencia cristiana en su territorio. Parte de esa identidad podría estar ligada al idioma irlandés (gaélico), el cual, años después, se intentó desplazar en favor del inglés, obedeciendo el mandato de la Corona Británica. Sin embargo, ese reemplazo nunca se concretó del todo, y el gaélico se convirtió en una herramienta de resistencia y reivindicación frente a la opresión colonial.

Con este importante contexto arranca Kneecap, ópera prima de Rich Peppiatt, donde el idioma se convierte en un componente esencial de la identidad del trío de hiphop protagonista. Yo no conocía su música antes de saber de la existencia del largometraje, y escucharlos ahora no solo ha ampliado mis gustos musicales, sino que también me ha permitido entender mejor las luchas que enfrentan, y que la película refuerza. Más allá del valor personal que uno pueda encontrar en descubrirlos, resulta interesante ver cómo utilizan el cine para narrar los orígenes de su arte y mostrar que su lucha por destacar en la música comenzó desde el primer día.

Cada uno de los integrantes debe lidiar con distintos problemas, encontrando en la música una vía de escape en la que cualquier dificultad parecía desaparecer. Sin embargo, con el tiempo, entendieron que, debido al contenido de sus letras, su propuesta no podía limitarse al entretenimiento. Tomaron conciencia del alcance de sus palabras, incluso cuando estas llegan a oídos de quienes quisieran verlos caer. Ahí reside, creo yo, el mayor valor de la cinta: en la importancia de mantener vigente la lucha, sin importar la forma en que esta se manifieste.

En ese sentido, la figura de Arlo Ó Cairealláin (Michael Fassbender), el padre de Naoise (Móglaí Bap), resulta clave para redondear esa idea. La película, y por ende el grupo, reconoce que el activismo de su papá fue crucial, pero su forma de llevarlo tal vez ya no conecte con la gente como antes. Por ello se plantea una especie de pase de antorcha: ellos continúan con el estilo combativo, pero desde el hiphop y una forma de vida que los representa. No buscan ser ejemplo de nada, sino demostrar autenticidad. Al mismo tiempo, tampoco invalidan otras vías de reivindicación más diplomáticas, como la que persigue la pareja de DJ Próvaí al promover el reconocimiento del gaélico como lengua oficial.

Reconozco que quizá el único punto bajo de la película, y esto puede deberse en parte a mis expectativas, es que le habría venido bien ser más arriesgada a nivel formal. Hay algunos destellos en los momentos donde la música y los alucinógenos están presentes, pero son solo instantes. En su mayor parte, la película transcurre con una estructura convencional, lo que evidencia que es el primer largometraje de su director. Se opta casi siempre por lo seguro, evitando ensuciarse demasiado.

Esto no es un problema de la agrupación, que, sin ser actores profesionales, demuestra compromiso. Es más bien un tema de dirección, algo que no ocurrió, por ejemplo, en otro biopic musical reciente como Better Man: la historia de Robbie Williams (2024). Aun con esa innecesaria pulcritud formal, Kneecap brilla en sus ideas y discurso, lo suficiente como para considerarla una película destacable. Sin mayores pretensiones, es honesta y sencilla, lo cual permite que el mundo conozca a este singular trío y que su mensaje combativo llegue más lejos. Así como funciona como una gran carta de presentación, también transmite con claridad que las luchas nunca terminan, sino que deben adaptarse a los tiempos, sin perder el rumbo. La tradición debe ser respetada, pero la forma del mensaje puede evolucionar.


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