Festival de Lima: «1982» (Perú, 2025), de García JC


Inocencia interrumpida

La etapa de la niñez es un momento preciado que debe evitarse a toda costa interrumpir o dañar; sin embargo, el contexto en el que vive puede condicionar mucho cómo se va a formar, madura y emocionalmente. Es así como se presenta 1982 (2025), primer largometraje del peruano García JC (Juan Carlos García Pérez) sobre Tato, un niño de 12 años que se ve obligado a huir cuando su familia recibe amenazas en medio del conflicto armado interno.

Uno pensaría que el tiempo violento en que se sitúa la historia influye en los hechos de esta, como si la presencia de Sendero Luminoso o el MRTA fueran antagonistas del miedo en la población y los militares y causantes de las respuestas también violentas del ejército, pero García JC se aleja de esta característica para centrarse en la corrupción de las instituciones que aprovechan el terror para mezclar sus amenazas dentro de los ataques. Ahí la cinta se torna un poco torpe, porque las intervenciones violentas del fiscal (Alberick García), llevado a través de la venganza, alejan a la cinta del retrato potente que propuso al inicio. Si bien el desarrollo de estos antagonistas es crucial para la trama, su tratamiento suavizado no permite acercar esa mirada envilecida donde pareciera que el fiscal y las fuerzas armadas no encarnan este mal estructurado a través de la corrupción y el poder desmesurado, a diferencia de otros casos más directos como La casa rosada de Palito Ortega Matute.

Lo que sí se enfoca en cuidar más la cinta es el viaje interno de Tato (Jhordano Álvarez Huarcaya), quien, a través de una narración en off ya de adulto, expone su vida antes y después de un hecho fortuito. Al igual que otras películas desde la mirada de un niño, García JC se apoya en los juegos entre amigos, los primeros enamoramientos y la relación con la familia como los acercamientos iniciales a la experiencia de vida, en este caso, abruptamente cortados debido a la otra cara del paraíso artificial de este pueblo. Ese contraste funciona, pero se desgasta en muchas partes al intentar retratar de manera inocente la violencia, donde los conflictos son aligerados más de lo que deberían ser por su situación y que, por partes, logra capturar esta melancolía de la niñez interrumpida del inicio.

Este debut cinematográfico se acerca con cuidado a un momento complicado en la historia del país. Aunque el filme evita centrarse en los grupos subversivos y aborda más la corrupción institucional, este enfoque se convierte en una visión plana de algo más complejo. Su mayor acierto está en el fin de la niñez donde todo lo bello tiene su final y a veces de manera abrupta como sucede en Tato con el descubrimiento del mal y arruina lo que más aprecia.


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