[Crítica] «Una batalla tras otra» (2025), de Paul Thomas Anderson


Los problemas sociales y políticos que han surgido en Estados Unidos en los últimos años han sido tema de interés en la ficción, ya que la combinación de ridiculez, excesos y violencia ha sobrepasado su propia realidad. Este año aparecieron dos retratos de la cultura estadounidense: Highest 2 Lowest de Spike Lee, sobre la identidad afroamericana en tiempos de un capitalismo depredador de la civilización artística, y Eddington de Ari Aster, donde la pandemia mostró una cara absurda y egoísta de una tierra dividida por intereses y aceptación en los nuevos medios.

Ahora, tras explorar distintas épocas de la historia de su país en anteriores largometrajes, Paul Thomas Anderson dirige su mirada al presente con Una batalla tras otra (One Battle After Another, 2025), un relato semi futurista que sigue a un grupo de ex revolucionarios enfrentados al sistema de control migratorio mientras son perseguidos por un obstinado coronel, manipulado a su vez por la carismática líder de la resistencia. Más allá de la confrontación política, la cinta indaga en la resaca de la vida post militancia: un territorio donde los ideales y la pasión se transforman en amargas cicatrices.

La película se centra en un personaje que conduce las situaciones de la historia: “Ghetto” Pat Calhoun/Bob Ferguson (Leonardo DiCaprio), quien vive esta disyuntiva en tono de sátira sobre la juventud contracultural y una adultez (inmadura) llena de inacción y conservadurismo frente a los cambios políticos. Pat no llega a ser un motor narrativo pese a ser protagonista, sino que es arrastrado por las circunstancias de su ex pareja, el coronel antagonista, sus ex compañeros y su hija, lo que lo obliga a recuperar esa pasión de rebelde político, ya no por sus ideales, sino para proteger lo único que le queda.

One Battle After Another también posee un equilibrio narrativo entre dos personajes situados en extremos distintos, pero que comparten mucho a través de su dogma: Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor) y el coronel Stephen J. Lockjaw (Sean Penn) son el yin y el yang de esta película, en la que sus acciones, guiadas por sus ideales, dañan a sus allegados y a ellos mismos al creer que saben lo que es mejor para el país. El egoísmo que plantea Paul Thomas Anderson a través de una militancia casi religiosa, encarnada en Perfidia y Lockjaw, se refleja sobre todo en el personaje de Sean Penn, quien es una constante contradicción por sus ideales supremacistas y sus gustos diversos.

Por otro lado, hay corazón en esta historia, representado en el punto medio de estos extremos: Willa Ferguson (Chase Infiniti), hija de Pat, quien encarna el pasado y el futuro del relato. Ella sigue las reglas y formación revolucionaria, pero encuentra cierta independencia a través de su decisión de supervivencia. Aquí es que el director no subestima a las nuevas generaciones, sino que inclina la balanza a su favor. El choque entre grupos de edad se pone a prueba en medio del peligro, donde los jóvenes resultan pieza clave e incluso figuras más importantes que los viejos.

En conjunto, One Battle After Another funciona como una interpretación incómoda y satírica de la política estadounidense contemporánea, donde la represión militar y los gestos heroicos terminan convertidos en paradojas constantes. Sin embargo, mientras Anderson expone en clave de humor la fragilidad de una nación atrapada entre mitologías revolucionarias y obsesiones reaccionarias, también hay una búsqueda de bondad en sus personajes, que todavía luchan por algo concreto: Pat en la búsqueda de su hija, y los movimientos de inmigrantes en su lucha por sobrevivir frente a las redadas. Al final, no hay cierre definitivo en esta guerra. Todo sigue, ya que para Paul Thomas Anderson la vida es una constante batalla tras otra.

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