Luego de la decepcionante El Depredador (2018) -película de la que fui fan cuando la vi en su momento, pero que lamentablemente ha envejecido como un tarro de leche vencida-, Shane Black por fin regresa con una nueva película que se asemeja más a lo que nos tenía acostumbrados. Ahora bien, Juego sucio no está al nivel de algo como la excelente Kiss Kiss Bang Bang (2025) o la hilarante Dos tipos peligrosos (2016), pero como película de acción absurda y giros repentinos, funciona bien. No obstante, no puedo evitar pensar que, al estrenar la cinta en un servicio de streaming como Prime Video, la voz de Black ha sido opacada un poco por algo ligeramente más genérico y espectacular de lo que me hubiese gustado.
Juego sucio comienza con un prólogo en el que vemos al maestro criminal Parker (Mark Wahlberg, aquí bastante decente) cometer un asalto a una bóveda junto a su equipo, en el que se encuentra la peligrosa Zen (Rosa Salazar, orgullo peruano) y el bromista Philly (Thomas Jane, con un personaje menos problemático que el que tenía en El Depredador). Aunque las cosas salen más o menos bien, una vez que llegan a su escondite, Parker y compañía son traicionados por Zen, quien les dispara a todos, dejándolos por muertos.

Un tiempo después, un evidentemente vivo Parker encuentra a Zen, y antes de que pueda cobrar venganza —especialmente por la muerte de su amigo Philly— y recuperar el dinero que esta se robó, ella le propone una suerte de alianza. Resulta que la chica está trabajando a nombre de su país (sudamericano y al parecer sin nombre), que está siendo oprimido por una dictadura a la que poco le interesa la gente común y corriente. Por ende, ha decidido robarse un tesoro de la época de la Conquista, que incluye no solo un montón de oro y joyas, sino también una invaluable estatua, parte de un barco español. La idea sería regresar todo aquel tesoro al país, para dárselo a la gente.
Parker acepta, y para eso, forma un nuevo equipo, en el que se encuentran el ladrón y actor de teatro experimental (¿?) Grofield (el siempre excelente LaKeith Stanfield); la pareja Ed (Keegan-Michael Key) y Brenda (Claire Lovering); y el despistado Stan (Chai Hansen). Pero nuestros protagonistas tendrán competencia. Resulta que el tesoro será llevado a Nueva York, ciudad que es controlada por una organización liderada por Lozini (el gran Tony Shalhoub), quien años atrás hizo un trato con Parker para que este nunca regrese a la ciudad. Por ende, Parker y los demás tendrán que encontrar la manera de robar la estatua y el oro antes que Lozini y su mano derecha, Kincaid (Nat Wolff), y ciertamente antes de que se lo puedan vender todo al multimillonario Phineas Paul (Chudwudu Iwuji).
Lo que propone Juego sucio, entonces, no deja de ser interesante, aunque algo inconsistente. Por un lado, se trata de una nueva adaptación al cine del personaje de Parker (originalmente creado por el novelista Donald E. Westlake), a quien vimos antes en filmes como Revancha (1999) o Parker (2013), interpretado por Mel Gibson y Jason Statham, respectivamente. Pero por otro lado, se trata también de un filme bien al estilo Shane Black, con bastante humor absurdo, líneas de diálogo graciosas, y un contexto navideño que, sin bien es cierto no es súper importante para la trama, al menos le permite al filme incluir algunas escenas en el frío, como una persecución nocturna bastante divertida entre unos carros y un soplador de nieve.

Lo que debería haber resultado en un producto bastante entretenido y memorable, sin embargo, terminó siendo ligeramente decepcionante. Para comenzar, el balance de tonos no termina de funcionar. Tenemos violencia sangrienta y muertes repentinas por un lado, y por el otro, personajes que actúan como idiotas, líneas de diálogo que no se sentirían fuera de lugar en una película de Marvel, y hasta un poco de slapstick. Entiendo lo que Black y sus dos coguionistas querían hacer —de hecho, es lo mismo que Black hizo en las ya mencionadas Kiss Kiss Bang Bang y Dos tipos peligrosos, y en esos casos funcionó muy bien—, pero no les sale del todo bien. El final, en particular, el cual es inesperadamente melancólico, lo deja a uno con un agridulce sabor de boca.
Lo cual no es ideal, considerando que se supone que Juego sucio es entretenimiento puro. No es un filme que pretenda decirnos nada nuevo sobre la condición humana, ni uno que desarrolle temas particularmente emotivos. De hecho, si algo transmite la historia, es que cada persona tiene la capacidad de hacer el bien, pero también que la venganza es a veces algo necesario, útil tanto para la vida personal como para la profesional. En ese sentido, Parker es desarrollado como un antihéroe; buena gente cuando quiere serlo, pero a la vez, capaz de matar a gente a sangre fría aparentemente sin vacilación alguna.

Ahora bien, como espectador y crítico peruano, no puedo dejar de mencionar que el tratamiento de cierto aspecto narrativo me resultó interesante. El personaje de Zen no deja de mencionar que quiere robar el tesoro “para su país”, y hasta le dice a Parker que “debería visitar su país, que es hermoso”. Salazar es una actriz de ascendencia peruana, y aunque en ningún momento los personajes mencionan al Perú, hay un solo plano (de la portada de un periódico) que sí nos dice que es el Perú el que quiere recuperar el tesoro que todos buscan. Interesante, entonces, que se muestre, aunque sea sutilmente, a un Perú aparentemente oprimido por una dictadura; donde un militar fascista está matando de hambre a medio mundo, y donde Parker, aparentemente, podría vivir de lo lindo con poca plata. Obviamente la situación sociopolítica actual del país no es la ideal, pero la forma en que es retratada en Juego sucio es, en el mejor de los casos, anticuada, y en el peor, terriblemente estereotipada.
En fin, no es que sea un punto importante de la trama ni mucho menos; de hecho, pareciera incluso que el filme a propósito nunca dice en voz alta el nombre del “pequeño país sudamericano” precisamente para no herir sensibilidades. Y fuera de eso, Juego sucio es bastante entretenida, aunque algo larga (yo le hubiese quitado unos 15 minutos de duración): los personajes son algo sonsos pero memorables, la mayoría de gags y diálogos absurdos dan risa, y las escenas de acción son apropiadamente brutales (aunque cierto choque de tren se siente bastante fuera de lugar en su espectacularidad digital). Además, Mark Wahlberg no desespera acá, y más bien es opacado (felizmente) por Rosa Salazar, una excelente actriz de mucho carisma que pensé luego de protagonizar Alita: la última guerrera llegaría a tener más roles principales. Juego sucio no representa un retorno a la grandeza para Black, pero al menos me hizo recordar a algunas de sus mejores propuestas.
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