Festival Lima Alterna: “The Death of Dracula» (2025), resucitar una sombra


Creo que no solemos dimensionar la gran cantidad de cine clásico que se ha perdido. Hoy convivimos con una realidad en la que el cine del pasado parece inabarcable, pero incluso dentro de esa vasta cantidad de opciones debemos tener en cuenta que hay una gran parte de películas que nunca podremos ver porque han desaparecido. Siempre queda la duda de cómo eran, qué sintió el público en su momento. Aunque existen registros de impresiones o alguna imagen sobreviviente, para mí siempre será fascinante hablar de ese cine que ya no existe, ni física ni digitalmente.

En ese contexto aparece The Death of Dracula (Drakula halála, 2025), un proyecto que podría entenderse como una suerte de remake de una película austriaca hecha en 1921, dirigida por Károly Lajthay, que actualmente está perdida. Lo que vemos hoy es una reinterpretación creada a partir del material original que se conserva: el guion, uno que, por cierto, fue coescrito por nada menos que Michael Curtiz, el director de Casablanca (1942). Más allá de qué tan lograda pueda ser como obra independiente, lo interesante es cómo este grupo de cineastas (Attila Gödri, Gyopár Buzási, Flóra Kovács, Szabolcs Sztercey, Orsolya Orbán, Boglárka Angéla Farkas, Nóra Miklós y Zsófia Makkai) se unió para reconstruir, en distintos capítulos, el modo en que se hacía cine en aquella época. Esa estructura fragmentada es una de las virtudes más notables del filme.

Además, este proyecto resulta doblemente significativo porque surge incluso antes de que se estableciera la concepción clásica del vampiro en el cine. Se estrenó un año antes de Nosferatu (Nosferatu – Eine Symphonie des Grauens, 1922), de F. W. Murnau, y mucho antes del Drácula (1931) de la Universal protagonizado por Bela Lugosi. En aquel entonces, al ser la primera aparición cinematográfica del personaje, no existía una imagen definida del famoso conde, y aquí ya se perciben algunos rasgos característicos que veríamos mejor en el futuro: un personaje amenazante, de mirada penetrante, uñas largas y un aire sobrenatural que concentra su poder sobre la joven protagonista, una chica indefensa que busca a su padre hospitalizado.

Es curioso intentar analizar la película sin revelar demasiados detalles, ya que hacerlo podría arruinar parte de la experiencia. Solo diré que, así como precede a Nosferatu, también puede considerarse una obra hermana de otro clásico del terror: El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920), de Robert Wiene, que se estrenó un año antes de la cinta de Lajthay. Además de compartir ese espíritu expresionista que marcó el cine alemán de los años veinte, quienes ya hayan visto aquella película entenderán mejor a qué me refiero con el parecido que pueden tener, dando la impresión de que The Death of Dracula se basó más en ella que en lo escrito por Bram Stoker.

The Death of Dracula está muy bien realizada y logra reconstruir con notable precisión la estética de aquella época. Su valor reside en ese afán por preservar una memoria cinematográfica olvidada, una memoria que corre constantemente el riesgo de desaparecer con el paso del tiempo. En cuanto a las ideas que aborda, la película también puede interpretarse como una reflexión sobre la fragilidad de la pérdida y sobre cómo la mente puede jugarnos trucos cuando intenta retener lo desaparecido. Quizá en ese sentido su lectura sea elemental, pero justamente ahí radica su interés: en su intento de rescatar no solo una historia perdida, sino también la emoción de mirar hacia un pasado que el cine, a través de la reconstrucción, vuelve a hacer posible.


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