“El significado de esta historia es que estoy sola” es una de las primeras frases que escuchamos por parte de una infeliz Silvia, mientras observamos que una fotografía suya se quema lentamente en una hornilla de cocina. Esta es solo la primera de una serie de situaciones extrañas, jocosas y perturbadoras que intenta transmitir la degradación psicológica de un matrimonio joven en tiempos de pandemia. La ópera prima del estadounidense Mav Block, una coproducción entre EE UU, Perú y Argentina, intenta trasladar el concepto de obras experimentales como ¡Madre! (2017), de Darren Aronofsky, a un inusual entorno limeño que en parte se justifica por ser una coproducción con nuestro país. También es un intento de sátira sobre aquellos privilegiados que solo padecieron de aburrimiento extremo durante la pandemia. Difference & Repetition, 2020 lastimosamente solo se queda en un intento ya que, salvo algunas composiciones y secuencias interesantes, no termina por ser una obra realmente transgresora y trascendente.

Algo que la película sí consigue establecer es el carácter ridículo de sus protagonistas: el limeño Marcelo (Renato Rueda, peruano) y la bonaerense Silvia (Elisa Tenaud, también peruana), una pareja de treintañeros acomodados y egocéntricos que parecen sacados de un catálogo de Ripley y que inicialmente conciben su matrimonio como una luna de miel perpetua. Mientras que Marcelo rápidamente demuestra ser un marido torpe, inmaduro y autoritario, Silvia parece desarrollar una especie de trastorno mental que le impiden distinguir la realidad de la ficción que construye internamente. De ahí que la película esté parcialmente narrada por Silvia, a veces en inglés, como si solo ocurriera dentro de su mente. Esta situación es lo que justifica el resto de instantes oníricos, arbitrarios y absurdos que acompañan el deterioro de la relación de los protagonistas a lo largo del filme.
A nivel conceptual es una propuesta ambiciosa y original, especialmente para ser una coproducción peruana. Es una especie de fusión criolla entre Escenas de la vida conyugal (1973) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004) en el que las transiciones, distorsiones y efectos visuales y sonoros destacan por su coordinación y ejecución. También hay secuencias bastante llamativas como la de un gran plano general donde, a través de las ventanas, se aprecian varias Silvias alocadas que invaden simultáneamente los diferentes espacios de su casa. El problema de este lado más experimental de la película es que termina por opacar y desgastar la historia entre Silvia y Marcelo, reduciéndolo a una plantilla narrativa sobre la cual desarrollar meras viñetas de líos conyugales y que no requiere de desarrollo ni de clímax. Se pierde así su potencial como sátira e incluso como melodrama matrimonial desde una perspectiva femenina.

En relación a esta última también cabe preguntarse por ciertas decisiones creativas en torno al personaje de Silvia, empezando por su innecesaria nacionalidad argentina teniendo en cuenta que la interpreta la limeña Elisa Tenaud. Al margen de que la actriz nacional maquilla bien su propio acento, el guion nunca saca a relucir su condición de argentina más allá de una broma sobre vacas. Una decisión más desconcertante es el uso extendido del inglés por parte de Silvia. Se entiende que es un aspecto distintivo (y tragicómico) de cierta élite hispanohablante, más aún si han estudiado en Estados Unidos como la protagonista. El problema es que, por mucho que pueda responder a una intención satírica, el inglés de Tenaud por veces se hace incomprensible e insoportable, especialmente al estar encargada de la narración en off.
Quizás el último punto frustrante es que, para ser una película situada en medio de la pandemia, el director Mav Block nunca hace referencia explícita a lo que pasa fuera de la burbuja de Silvia y Marcelo. Una escena con una presentación por Zoom y la mención del abandono masivo de perros son de las pocas referencias indirectas a una situación sin precedentes que se vivió al extremo en Lima y el resto del país. Sorprende que nada de la miseria generada por el covid se cuele por el televisor o los dispositivos móviles de los protagonistas. Esto hubiera beneficiado su potencial como sátira sobre un grupo social desconectado e insensible con la realidad nacional. Es verdad que hay referencias directas a la muerte y la ansiedad sobre el tiempo que queda por vivir, pero estas no dependen del contexto de la pandemia. Desde luego el 2020 sobra en el título de este delirante experimento que pudo dar para más.



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