«Sinners»: Blues, blaxpoitation y cerco de terror


Sinners (Pecadores, 2025) es la nueva apuesta del realizador Ryan Coogler para refrescar la cartelera de dramones, biopics y cintas filosóficas en vísperas de la temporada de los principales premios de la industria del cine.

Pese a que aún no ha cumplido los 40 años, Coogler se ha destacado como un productor y director de polendas. Creed, Fruitvale Station, Judas y el mesías negro (dirigida por Shaka King, y producida por él), el éxito de Marvel Pantera negra y su secuela, Wakanda por siempre (en la que aparte de dirigir, coescribió la música) le han permitido ser nominado ya dos veces al Oscar y ganar varias otras distinciones.

Sinners mezcla una serie de subgéneros con particular maestría, posee un ritmo trepidante, un elenco de brillantes actores, y una música que es una declaración de amor al blues. Uno puede disfrutar tanto de las referencias de época al cine de gangsters ambientado en la época de la prohibición de alcohol, como al folklore sureño, al subversivo desafío que significó el cine de explotación negro de los años 70, y una truculenta historia de terror.

Dos gemelos afroamericanos, Smoke y Stack (ambos personajes encarnados con soltura por uno de los actores fetiche de Coogler, Michael B. Jordan) salen de Chicago en los años 30 con dinero robado a unos gangsters, y regresan a su pueblo natal en Mississippi con la intención de comprar un viejo aserradero a ex miembros del Ku Klux Klan y establecerse ahí, gerenciando una cantina donde se beba sin límite, se escuche música en vivo y se jueguen partidas de póker.

Para lograr su propósito reclutan a un variopinto grupo de personajes: su joven primo Sammie (hijo de un pastor y guitarrista), el veterano pianista Delta Slim, la ex mujer de Smoke, Annie (cocinera y poseedora de instintos para lo sobrenatural), la sensual cantante Pearline, un musculoso agricultor llamado Cornbread como portero, y dos comerciantes chinos, Grace y Bo, que hacen de proveedores y ayudantes el día de la inauguración de la cantina. A ellos se une la ex novia de Stack, Mary, que se hace pasar por blanca, y que está resentida con él porque la abandonó.

Paralelamente, dos esposos miembros del Ku Klux Klan son convertidos por un vampiro irlandés, Remmick, que huyendo de unos indios cazadores de su especie, los lleva a las puertas del aserradero-cantina, y queriendo hacerse pasar por cantantes, les piden a los gemelos que los inviten a entrar, a lo que ellos se niegan.

Como en Del crepúsculo al amanecer (1996) de Robert Rodriguez, sin duda una cinta de influencia para Coogler, el rechazo hace que las cosas se salgan de las manos y todo cambia, pasando de un drama criminal a una carnicería de vampiros, sazonada eficazmente por una pegajosa música, mientras los hermanos se enfrentan a algo para lo que no estaban preparados.

Otras referencias fílmicas son La facultad, también de Rodriguez, La cosa de John Carpenter, Asalto al precinto 13, también de Carpenter, El resplandor de Stanley Kubrick, y el mito del hombre que vende su alma al diablo en un cruce de caminos, visto en cintas como El vengador fantasma.

El contraste musical entre el blues de reminiscencias africanas y hasta indígenas del Oeste norteamericano, con el folk irlandés, es brillante, y una obra maestra del compositor Ludwig Göransson. Gracias a la notoria diferencia entre las notas sentimentales y desgarradoras de las canciones negras, con la aparente alegría rítmica y mística que imprime el personaje de Remmick, se presenta el conflicto entre los humanos y los vampiros, aludiendo a la eventual colonización de los primeros por los segundos.

Punto aparte para destacar el trabajo del reparto. Acompañan a Michael B. Jordan en su doble papel, Jack O’Connell, Hailee Steinfeld, Miles Caton, Delroy Lindo, Wunmi Mosaku, Omar Benson Miller, Jayme Lawson, Li Jun Li, Peter Dreimanis, Lola Kirke y Thomas Pang (Yao).

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