Como él mismo ha sabido anunciar, Adiós al lenguaje arranca, o más bien puede arrancar, por una idea “sencilla”. Más que sencilla, dura y noble. Jean–Luc Godard recuerda una vieja premisa acuñada de alguna manera por todos, filósofos o no, de postguerra que parafrasearé: después de lo que llevó a la segunda mundial y las consecuencias en el cuerpo y la mentalidad de la humanidad no se puede hablar más de historia ni humanidad. Simplemente no deberíamos seguir siendo.
En el hotel pensé: ¿qué pasó con el cine? Sigo más que defraudado con el premio a White Dog, aquel filme del que me había ido en la tarde, preocupado. Una obra con recursos tan maniqueos para magnificar su posición política, con la que hasta se puede llegar a estar de acuerdo, no conforma una película notable per se, tosca y burda se vuelve solo el largo y chillón decorado de un panfleto.
Y luego recordé quién había sido el presidente de ese jurado, un hombre que sabe muy bien lo que es fabricar pataletas, máxime a ello su absoluta falta de escrúpulos cuando las formas de sus textos son las más abyectas bajezas morales sobre aquellos “panoramas olvidados de las pobres clases bajas de Latinoamérica”.
Espectacularizar curiosamente ha dado más fama al emisor que a lo que refiere. Y este proceso, que acá se hace con valores de exposición, composición y, valgan verdades, el coraje de entrar a zonas de conflicto bien resguardado por el capital de los comisionados que lo envían ahí, es duplicado en el documental Le sel de la terre / The Salt of the Earth sobre la vida del fotógrafo al que refiero, llevado a cabo por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, hijo del protagonista.
La 67a edición del Festival de Cannes va llegando a su fin y enseguida les presentamos su esperado palmarés, encabezado por el turco Nuri Bilge Ceylan, por Winter Sleep, y en el que también destacan Jean–Luc Godard, que recibe compartido el Premio del Jurado por Adiós al lenguaje, y Julianne Moore, como mejor actriz por su rol en la nueva cinta de David Cronenberg, Maps to the Stars.
El aforo del Gran Theatre Lumiere tiene capacidad para 2500 personas, luego hay 4500 acreditaciones para periodistas y habría que sumarle las invitaciones y el sencillo hecho de que la función en cuestión es un estreno de JLG. Jean–Luc Godard. Bajé volando. Quizá lo del estreno haya sido lo más lindo: para ser un estreno mundial de un director tan conocido la pompa ha sido lo más remoto.
Desde Cannes llegan las noticias de los premios de la crítica otorgados en la edición 67 del célebre certamen.
La Competencia Oficial la ganó el turco Nuri Bilge Ceylan, por la película Wintersleep (Kiş Uykusu).
En la sección Un Certain Regard, triunfó una de las cintas más comentadas del festival, Jauja, del argentino Lisandro Alonso (Los muertos), protagonizada por el estadounidense Viggo Mortensen.
Un par de señores al costado conversan sobre cómo fotografiar a Sophia Loren, revisan el archivo, hablan sobre los lentes, los flashes y acaban revisando videos de youtube. La locura de los redactores de texto no tiene nada que hacer frente a la de los camarógrafos: eso es para gente curtida, que puede cruzar de punta a punta un vagón de subterráneo lleno sin despeinarse.
Hay una esencia hamletiana y edípica en Maps to the Stars, la nueva cinta de David Cronenberg. El perfume se compone de un legado incestuoso que se prolonga por dos generaciones y en su tránsito una necesidad de cobrar venganza de los padres.
El canadiense apunta a una crítica cínica de las formas, aún más cínicas, de las que se compone la cosmovisión de las estrellas de Hollywood, en una mirada que parece hermanarse con la del hombre de a pie: traidores, ambiciosos, farfulleros, calculadores, adictos, egomaniacos, rapaces y ricos.
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