Dir. Martin McDonagh | 107 min. | Reino Unido – Bélgica
Intérpretes: Colin Farrell (Ray), Ralph Fiennes (Harry Waters), Brendan Gleeson (Ken), Eric Godon (Yuri), Elizabeth Berrington (Natalie), Clémence Poésy (Chloë)
Estreno en España: 18 de julio de 2008
Insólita cinta en el resbaladizo paraje fílmico del estío, del que no se puede esperar gran sustancia más allá de saltos ultravirtuales y superhéroes de todo pelaje. Hablo de tres actores en estado de gracia, Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes, y un director de origen irlandés, Martin McDonagh, que ha apostado por servir a la inteligencia del espectador. El cineasta mueve sus criaturas pensantes (aunque tengan un oficio deleznable) entre los recovecos filosóficos del sueño de la vida, o la vida es sueño, dando la impresión que Ken y Ray han puesto un primer pie en el purgatorio, Brujas, para ir preparando su paso al infierno, entre las tinieblas de una arquitectónica tradición judeo-cristiana, tan bella que produce la misma angustia que las tramas que transcurren en Venecia, siempre encerradas de un misterio sobrenatural y místico, engullidas por el paisaje.
Aléjense de la taquilla aquellos que crean pagar por una comedia churrimanguera repleta de tópicos y lugares comunes alienantes. Pongan rumbo a babor y a otra sala. Aunque quizá se les despierte el interés (eso de una película centrada en un encuadre como Brujas mosquea), y sigan insistiendo. Sepan, pues, que están frente a un híbrido sorprendente. Un cóctel entre complejidad y sencillez escénica, entre thriller, melodrama y comedia, entre estética yanki y calidad europea, entre contradicción moral y soluciones honorables. Están ante un cuadro combinado de surrealismo, ante un plato actualizado de Calderón de la Barca. Punto en boca.
Asombrosa e insólita cinta en el resbaladizo paraje cinematográfico del estío, del que no se puede esperar gran sustancia más allá de saltos ultravirtuales y superhéroes de todo pelaje. Hablo de tres actores en estado de gracia, Colin Farrell, Ralph Fiennes y Brendan Gleeson, y un director de origen irlandés, Martin McDonagh, que apuesta por servir a la inteligencia del espectador, tan mamada y aturdida de memeces. Escondidos en Brujas es la opera prima de McDonagh, después de triunfar en el Oscar con historias cortas, y en el teatro como dramaturgo. Sí, este cineasta nacido en Camberwell, zona de Londres que recuerdo por su floreciente vida artística, se ha lucido en la distancia corta, pero concluimos que la larga no se le da nada, nada mal.
Aclamada por la crítica, Escondidos en Brujas, que inauguró el Festival de Sundance 2008 y cuya trama se desenvuelve entre asesinos a sueldo, ha dejado un largo debate, muy sustancioso, de interesantes y certeros comentarios entre la crítica internacional: comedia humana y oscura con un argumento impredecible, novedosa y arriesgada, diálogos más cerca de David Mamet que de un Tarantino, vuelta de tuerca a las películas de pistoleros a sueldo, y bla bla bla, pero no cabe duda que todos coinciden en que es un trabajo con mucha personalidad, tal que desborda al espectador y le deja en la mente un poso de producto artístico bien amalgamado.
McDonagh mueve sus criaturas pensantes (aunque tengan un oficio deleznable) entre los recovecos filosóficos del sueño de la vida, o la vida es sueño, dando la impresión que Ken y Ray han puesto un primer pie en el purgatorio, Brujas, para ir preparando su paso al infierno, entre las tinieblas de una arquitectónica tradición judeo-cristiana, tan bella que produce la misma angustia que las tramas que transcurren en Venecia, siempre encerradas de un misterio sobrenatural y místico, engullidas por el paisaje. Y es que Brujas es un personaje más, un monstruo de dos cabezas que les aturde con sus personajillos secundarios: la vendedora de drogas, el proveedor de armas, el tuerto, o el enano. Esos que algunos críticos han calificado de extravagancia gratuita, y que sin embargo dan la atmósfera tan personal a esta ambigua película.
Escondidos en Brujas es un pasaje dantesco y lento dibujado con flema británica sobre penitentes asesinos que aceptan su suerte con la facilidad con la que aceptaron ser lo que son. Siguen adelante, toque lo que toque. Es buena de principio a fin, porque rompe con el fuego fatuo que arrastran en el cine las historias de asesinos a sueldo. Hay muchas y variadas razones para no perderse esta exquisitez provista de gótica estética en sus entrañas.
Esta entrada fue modificada por última vez en 21 de julio de 2008 9:23
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